28 junio, 2010

Normas cívicas

Si este verano va usted al norte de Europa le aconsejo que no haga ciertas cosas a las que está acostumbrado. Si se le ocurre cruzar una calle en Alemania, debe saber que sólo lo puede hacer por los pasos de peatones. Además hay que hacerlo cuando el semáforo de los viandantes esté en verde. No vale disculparse con que no venían vehículos o que no había ningún policía cerca. Es más, si se atreve a burlar la norma, cualquier otro ciudadano le echará una bronca en un idioma ininteligible, con un tono que parecerá que le están mandando a Auschwitz, hasta el punto que echará de menos la presencia de un agente al que pagarle una multa. A cualquier extranjero le alucina, como dicen por aquí, la falta de civismo de los españoles. A alguno de ellos lo he visto con cara de estupefacción en los bares de las estaciones de tren de Mérida y Badajoz, donde está prohibido fumar pero hay una humareda impune. Pero no se te ocurra velar por la educación y el cumplimiento de las normas, porque esto no es Alemania y lo más probable es que el incívico se ponga bravucón. El cuidado de los espacios públicos es asignatura suspensa: las pipas y las colillas acaban en los ceniceros de las casas, pero en la calle van directamente al suelo. De las mierdas de los perros ya ni hablo. Les confieso que a mí también me fastidian las normas que sólo pretenden tocarnos las narices, como una que hay en Badajoz y que prohíbe patinar en un espacio hecho, precisamente, para patinar. Pero también hay normas que están hechas para proteger nuestras vidas y no para jorobárnosla. Esas deberíamos cumplirlas siempre. En defensa propia.

Publicado en la contraportada de EL PERIÓDICO EXTREMADURA el 28 de junio de 2010.

21 junio, 2010

Manual de maquillaje


Make up en inglés puede significar maquillaje o inventar. En su día me pareció curioso y extraño, pero con el tiempo me di cuenta de que tenía su lógica: cuando alguien dedica buenas horas a pintarse delante de un espejo es porque está inventándose un nuevo ser. Quienes entienden algo de maquillaje saben que su objetivo principal es el de ocultar los defectos y mejorar la apariencia. El éxito absoluto se consigue cuando el artificio se hace tan sutil que es imperceptible a los ojos de los demás. Otra forma de maquillaje es el retoque fotográfico digital, que ha permitido que todos los candidatos electorales luzcan pieles bronceadas, sin arrugas ni imperfecciones físicas. En ocasiones se usa de forma tan desmedida que nos cuesta reconocer en los carteles a nuestros alcaldes y concejales. Dicen que Grecia también se ha dedicado a maquillar. En lugar de maquear rostros, ha modificado sus datos económicos durante años sin que en Bruselas se dieran cuenta de nada. Así que esto de dar gato por liebre y ocultar desaguisados no es asunto exclusivo de cremas y rímel. Ahora parece ser que las empresas españolas podrán desprenderse de sus trabajadores con un menor coste. Para conseguirlo sólo necesitarán demostrar que han tenido pérdidas durante seis meses. Conociendo las dotes picarescas de estas tierras, no nos tendremos que extrañar si en medio año comienzan a despedir al amparo de cifras tan manipuladas y falsas como las de aquel gobierno griego. Todavía no conocemos el texto definitivo del decreto, pero me temo que en uno de sus anexos lleve una especie de manual de maquillaje. 


19 junio, 2010

José Saramago



El 8 de octubre de de 1998 leí en el teletexto la noticia de la concesión del premio Nobel de literatura a José Saramago, y minutos después recibí la llamada de mi madre, que quería felicitarme y darme la noticia. Le di las gracias y comencé a hablar con una alegría e ilusión desbordante, hasta que me di cuenta de lo ridículo de la situación, puesto que el premiado no era yo, que jamás he escrito nada medio decente. Entonces comprendí que cuando premian a un escritor, los lectores asiduos recibimos también un pequeño galardón. Mientras veía las imágenes de José Saramago en el aeropuerto de Frankfurt, recordé aquella tarde del viernes 28 de mayo de 1993, cuando me firmaba un ejemplar de Historia del cerco de Lisboa en la Avenida de Huelva de la capital pacense, apretaba mi mano y era interrumpido por Pilar del Río, que le daba la triste noticia del infarto de Julio Anguita. Desde entonces he ido leyendo sus libros y mentiría si dijera que todos me han gustado y apasionado. Como nos pasa a quienes tenemos debilidad por los postres, algunos nos parecen deliciosos y otros, sin negar su calidad, los encontramos demasiado dulces o de difícil digestión.

Para hablar sobre su vida, obra y milagros habrá voces acreditadas y a buen seguro que más de uno glosa su compromiso social y político por un mundo más justo.  Si en un asunto Saramago ha sido capaz de levantar polémicas es en torno a una especie de iberismo del tercer milenio que cada verano aparecía como una serpiente con la que rellenar los huecos de los periódicos. En más de una ocasión escribí sobre el asunto , preocupado por uno de los puntos de esa fusión ibérica que a Saramago parecía no inquietarle demasiado y que considero un escollo difícil de solucionar: una República Federal Ibérica podría suponer la desaparición en Europa de la cultura lusófona, porque no me imagino a un funcionario en Madrid hablando en portugués a un ciudadano, sino que el nuevo estado de las Españas (apelo al sentido originario del término) se fundamentarían en que cada uno en su casa puede hablar lo que quiera pero la lengua única, común, valiosa y verdadera sería el español, idioma que, para que no haya dudas, es mi lengua materna y la admiro e intento cuidar tanto o más que los que quisieran que desaparecieran las restantes lenguas peninsulares.
A pesar de que no me hayan llenado alguno de sus libros, aunque haya discrepado en algún posicionamiento político y me parezcan matizables algunos puntos de su estrategia iberista, Saramago va a ser uno de los más importantes intelectuales del siglo XX e inicios del XXI. Su capacidad para ver en los problemas de hoy la existencia de enfermedades mal curadas del pasado, es ya una escuela de analizar la realidad. Sus novelas nos han cambiado a muchos la manera de percibir muchos actos cotidianos de la vida: cada vez que entro en un centro comercial me acuerdo de A Caverna, cada vez que corrijo un texto me viene a la mente la História do Cerco de Lisboa, cada vez que a alguien no le arranca el coche en un semáforo pienso en Ensaio sobre a Cegueira, y siempre que me entero de una decisión estúpida y megalómana de un político recuerdo A Viagem do Elefante.

Cuando un escritor se muere, se va también algo de nosotros. A algunos nos queda el consuelo de poder releer su obra e imaginar qué habría dicho José ante cada una de las injusticias que se cometen en el mundo. Como dijo Ángel Campos Pámpano, Mientras pueda pensarte no habrá olvido.

14 junio, 2010

Ideologías apolíticas

Dicen las malas lenguas que en los últimos años se ha empezado a vender de forma inesperada un libro de Gonzalo Fernández de la Mora titulado El crepúsculo de las ideologías. Por un momento pensé que se debía a la torpeza para comprar por internet de quienes devoran novelas de vampiros, pero algunos datos me hicieron dudar y preguntarme si el ministro de la dictadura habría logrado convencer a buena parte de la población. Uno de esos datos es que el adjetivo apolítico sea hoy un sinónimo de bondad, y que cualquier ente revestido de ideología sea considerado una reencarnación de satanás. Hay quienes creen que el abstencionismo, la apatía o el desinterés por los asuntos públicos les convierte en seres celestiales y virginales. En cambio, siempre he considerado que ser apolítico es una imposibilidad metafísica, porque el silencio o la inacción ante la realidad son también una forma de decantarse tan responsable (o irresponsable) como la del más ruidoso de los activistas. El apolítico – que no tiene nada que ver con el apartidista – presume de no seguir el dictado de ninguna ideología y lo hace con orgullo, pero siempre me ha llamado la atención que quienes avisan en la tasca de su desapego de las ideologías políticas se marquen siempre unos discursos que habría firmado Fernández de la Mora o cualquiera de sus compañeros de gobierno. Donde estén unas ideas, con todos sus errores, que se quiten los crepúsculos devoradores del rojo elemento. Es tiempo para cualquier cosa menos para prefijos privativos y, como diría el poeta portugués Eugénio de Andrade, es urgente pensar.


07 junio, 2010

Sindicatos y seguros

Las compañías de seguros no son un dechado de virtudes. Hay algunas que te resuelven los problemas de mala manera y casi todas esconden con letra microscópica una cláusula traicionera. En cambio, son pocos los insensatos que van por ahí sin suscribir algún tipo de seguro porque, a pesar de lo mejorable de muchos servicios y prestaciones, es algo que se nos ha ido quedando en nuestra cultura de lo cotidiano. No ocurre lo mismo en otros países, en los que la palabra póliza se confunde fácilmente con paliza. Aquí también nos han quedado restos de tercermundismo en algunos aspectos de las costumbres vitales y en el ejercicio de la ciudadanía. Así, mientras en los países escandinavos apenas se concibe trabajar sin estar sindicado, aquí se ha extendido el bulo de que hacerlo es meterse en jaleos, ser un protestón o un buscador de líos. Incluso nombras la expresión caja de resistencia y algunos van a buscarla junto a la de los fusibles. Si me pusiera a detallar aspectos criticables de cada sindicato me quedaría sin espacio en la columna, pero hoy me parece más preocupante la estigmatización casi unánime de cualquier tipo de reivindicación colectiva contraria a los intereses de los poderosos. El descrédito fabricado ha calado en capas sociales desfavorecidas, se despotrica mucho donde no hace falta, y al final no se acierta en relacionar los problemas con sus causas. Hoy hay parados y trabajadores precarios que creen que les favorecerá una reforma laboral llena de barbaridades, como la propia Esperanza Aguirre reconoce, y siguen pensando que eso de sindicarse es como hacerse un seguro en Burundi.

Historias de Loach y Laverty

Hay cine para todos los gustos. Algunos disfrutan de lo lindo con la ciencia ficción y los efectos especiales, mientras que otros nos decant...