25 abril, 2011

25 de abril


Otelo Saraiva de Carvalho, uno de los héroes del 25 de Abril de hace 37 años, ha declarado que no habría hecho aquella revolución si hubiera sabido cómo se iba a encontrar su país en este momento. No ha sido el primer líder que renuncia a su obra dejando a sus seguidores huérfanos y desorientados. Unos porque el paso del tiempo les ha mostrado lo equivocados que estuvieron, y otros porque poderosas razones de vil metal hacen disipar cualquier tipo de nostalgia épica. Raúl Castro se destapaba la semana pasada con un discurso crítico contra todas las tropelías que su partido ha estado cometiendo desde hace tiempo. A buenas horas: no se había enterado de que el mayor peligro para la revolución cubana era precisamente el inmovilismo y la falta de Derechos Humanos en la isla. Ahora todo apunta a una salida a lo chino, dando entrada a todos los males del capitalismo occidental sin ninguno de los beneficios de libertades individuales. Es lo malo de ser dogmático de izquierdas, que cuando se rompe con el maldito dogma se acaba de contertulio en Intereconomía. Si malo es ser dogmático, peor es ser tan extravagante como Aznar y el coronel que le regaló el caballo, que ahora usa las bombas de racimo que, parece ser, le vendió España en 2007. Por cierto, varias oenegés ya le habían pedido al propio gobierno de Aznar que prohibiera su fabricación, pero ni caso. Está de moda dar bandazos, a pesar de lo peligrosos que son en la carretera y en la vida. Más útil sería sacar lo bueno de cada revolución, quitar las telarañas, limar los defectos, adaptarlas a los tiempos y ponerlas de nuevo en la calle, un 25 de abril

Publicado en la contraportada de EL PERIÓDICO EXTREMADURA el 25 de abril de 2011.

18 abril, 2011

Gente de confianza


Me contaron que el pasado martes visitaban la región jerifaltes de la compañía de ferrocarriles, que trataban de ver las mejoras que se podían hacer en el servicio para beneficiar a los ciudadanos. Con cierta maledicencia me llegaron a afirmar que habían venido en coche, ya que los horarios y la calidad de los trenes que ellos mismos gobiernan les impedía usarlos. La verdad es que no me lo creí, como tampoco me acabé de creer otra historia parecida de un director de instituto público que llevaba a sus hijos a un colegio privado. Sé que muchos me dirán que cada uno hace lo que quiere, pero no me negarán que tiene su pizca de incongruencia. Es como si descubres que tu panadero compra el pan en un supermercado ajeno: es libre y está en su derecho, pero inspira muy poca confianza en su propio trabajo. Algo parecido he pensado del presidente checo, ese que se queda con la estilográfica delante de la prensa y de las cámaras de televisión. A lo mejor es el tipo más honrado del mundo, pero también podíamos hacer otro razonamiento: si es capaz de maquinar todo eso por una simple pluma y ante tantos ojos, qué no hará con el erario público en los ocultos despachos del poder. No sé si es una sensación demasiado subjetiva o es que estamos ante una crisis del concepto de gente de confianza. Ser coherente y consecuente con lo que se es y con lo que se piensa no está de moda, pero tampoco pasa nada porque estamos insensibilizados y acabamos concluyendo que todo el mundo es igual. Y no es verdad: Hay mucha gente fiable por ahí fuera y hay que aprender a distinguirlos. Es más fácil de lo que parece.

Publicado en la contraportada de EL PERIÓDICO EXTREMADURA un 18 de abril de 2011.

11 abril, 2011

Valor contractual

 


En un programa de radio sobre consumo se hartan de decirnos que un simple folleto tiene valor contractual. Desde las condiciones de un viaje hasta los precios de unos electrodomésticos deben ser respetados, y de nada vale esa coletilla apelando al error tipográfico o al fin de existencias como coartada. Los asteriscos de cada oferta publicitaria nos remiten a una letra no apta para afectados de presbicia, en la que todo se explica para que nadie se dé por engañado. En cambio, la política carece de controles de calidad serios: está más vigilada la carne de las hamburguesas que lo que se promete en cada campaña. Un candidato ha ido al notario con el programa electoral y afirma que dimitirá a los dos años si no cumple lo prometido. Lo preocupante es que este hecho se ha convertido en noticia, ya que Tierno Galván inmunizó a esta sociedad con aquello de que las promesas electorales estaban para incumplirse. Como consecuencia de aquella frase hoy existen mecanismos legales para empapelar al panadero que escamotea unos gramos en cada pieza, pero apenas hay nada en el ordenamiento jurídico para protegernos de los vendedores de humo, de los que deciden que nos tenemos que apretar el cinturón pero no pueden viajar en turista, de los que acusan al contrario sin pruebas, y de los que acallan y secuestran las voces discordantes de la prensa.  Sé que es mucho pedir, pero me contentaría con que las promesas de los próximos meses se publicaran en el Boletín Oficial y tuvieran la misma validez contractual que esos panfletos que pueblan los buzones y que te llevan al Caribe por 200 euros. Sin letra pequeña.

Publicado en la contraportada de EL PERIÓDICO EXTREMADURA el 11 de abril de 2011.

Un mundo en guerra

Un periódico de la capital anunciaba el pasado domingo que Europa se estaba preparando para un escenario de guerra. La palabra escenario es ...