Entre mis pocas habilidades está la de acordarme de casi
todos los años vividos: me dan una cifra y la sitúo en el tiempo, con hechos
que fueron noticia o con anécdotas de las que fui testigo. En 1983 estaba
todavía en el instituto, en las clases de Filosofía comenzábamos a razonar y
debatir sobre lo que en aquellos momentos era actualidad y recuerdo, como si
fuera hoy, que estuvimos hablando sobre la ley del aborto de aquel año,
partiendo de la lectura de un artículo de Savater.
Jamás pude imaginar que en una cuestión como la
interrupción voluntaria del embarazo podríamos regresar treinta años atrás,
como si fuéramos Michael J. Fox en una de esas películas que tanto reponen en estas fechas. Todo parece indicar que empezaremos de nuevo,
que volverán a anunciarse viajes a Londres para las que tengan dinero, y que
regresarán los insalubres abortos clandestinos para las pobres. Lo que no
sabemos es si la influencia en el Gobierno de las sectas religiosas se parará
aquí o se aprovechará el tirón para reformar también la ley del divorcio
(contra la que tanto luchó Alianza Popular), hasta que acabemos con el retorno
del permiso patriarcal a las mujeres para sacarse el pasaporte o abrir una
cuenta bancaria. Porque lo peor de todo este despropósito de Gallardón es
que las creencias religiosas de una parte de la población se están imponiendo
por ley a la totalidad, y que se sigue considerando a las mujeres como seres
inferiores, sin capacidad para regir sus vidas y con necesidad de ser
tuteladas. La nueva ley solo traerá tragedia e injusticia, así que tengamos
memoria para recordar quiénes nos han devuelto a 1983 sin máquina del tiempo (y
sin haberlo pedido).
Publicado en EL PERIÓDICO EXTREMADURA el 30 de diciembre de 2013.