20 mayo, 2015

La fiesta de la democracia

Tengo un buen amigo al que le sacan de quicio la expresiones manidas de cada noche electoral: cita con las urnas, gran fiesta de la democracia y las famosas horquillas, que uno no sabe si son para el pelo, para ajusticiar con soga a alguien de baja estatura o escribirlas si hache por ser un diminutivo de cetáceo. Dicen que el domingo pueden cambiar muchas cosas y que hay un creciente interés por la política, algo que comprobamos cuando varias cadenas de televisión utilizan franjas estelares de su programación a estos asuntos, algo impensable hace apenas tres años, donde la aportación intelectual para el televidente de los sábados era tragarse a José Luis Moreno.

En estos últimos años hemos descubierto muchas cosas de nuestro pasado reciente que tienen consecuencias en la realidad de nuestros días. Hemos sabido que la crisis mundial que estalla en 2007 tenía unos causantes y unos culpables. Pero en España, además del juego infame de las estructuras del capitalismo que incluso el propio Sarkozy reconoció, se acumuló una corrupción generalizada que amasaba dinero negro por todos los lados, que entraba en forma de sobres en las sedes de los partidos, que ponía a políticos en consejos de administración con sueldos millonarios y tarjetas opacas. Todavía queda mucho por juzgar y demasiado por destapar: setecientas personalidades con dinero en Suiza y una sensación de que los mecanismos corruptos estaban perfectamente engrasados, con empresarios que daban dinero a unos políticos que, a su vez, se lo devolvían en forma de contratos para finalmente cargárnoslo a cada uno de nosotros en sobreprecios.

El genial Forges ilustraba una viñeta en la que un paisano preguntaba a un alemán qué hacían para que no hubiera corrupción en su país. La respuesta era muy simple: no votaban a corruptos. Así que nos queda todavía mucho camino por andar porque aquí se sigue votando, y mucho, a partidos que sabemos a ciencia cierta (los hemos escuchado contando el dinero) que estaban de corrupción hasta las orejas. Nos queda la esperanza de que se abra una grieta, de que entre aire nuevo, gente que no haya hecho de la política una profesión sino un servicio que se presta como en una contrarreloj por equipos, en la que uno se pone al frente un tiempo y deja la cabecera a otro para volver a la retaguardia. Nos hace falta gente en las instituciones que haya pisado más barro que alfombra, que tenga en sus manos el polvo de la tiza y no las manchas de los canapés, que sea conocida por su nombre y por gente corriente en el centro de salud, en el barrio, en la puerta de la escuela y no por personalidades y famosos en las recepciones oficiales.


Muchos de nuestros males se deben a la desconexión entre votante y votado durante cuatro años. Es ahora cuando hay que solventar esto y que las paredes de ayuntamientos y consejerías sean absolutamente transparentes. Eso sí será la fiesta de la democracia.

Publicado en el diario HOY el 20 de mayo de 2015

06 mayo, 2015

Representar y gobernar

Mañana por la noche se abrirá la campaña electoral para las elecciones del 24 de mayo, en las que tendremos que poner un sobre blanco en una urna y otra de color sepia en regiones como Extremadura. Mucha gente piensa que ese día se elegirán alcaldes y presidentes de comunidad autónoma, pero en el exterior de los sobres encontramos la palabra concejales para las elecciones municipales y referencias al parlamento de cada región . Así que, en su momento, alguien decidió que el mejor método de escoger a nuestros gobernantes era de manera indirecta, que eligiéramos a los integrantes de un pleno o un parlamento de entre los que saldría la persona encargada de gobernar. Y lo hicieron presuponiendo que las personas que obtuvieran sus actas de concejales o diputadas serían capaces de formar ejecutivos en favor de los intereses de la mayoría social y no de las estrategias de sus partidos, dando por sentado que gobernar sumando piezas de distintos colores podría agradar a un número mayor de votantes.

Proponer cambios en las reglas del juego es un ejercicio saludable, especialmente cuando se llevan muchos años con las mismas y se han visto ciertos defectos. Lo que ocurre es que los cambios podrían estar dirigiéndose en un sentido diametralmente opuesto al de la profundización democrática. En Extremadura han sido demasiados los políticos de renombre que han apostado por la concentración del poder del ejecutivo aunque fuera a costa de que la representación popular se viera deformada: reducir el número de diputados es una manera de dejar voces fuera y de oscurecer todavía más el reflejo de la sociedad se le supone a un pleno municipal o una cámara parlamentaria.

¿Podríamos tener un parlamento más barato con el mismo número de diputados? Pues por supuesto que sí. Y además, podría expresar mucho mejor la realidad del pueblo extremeño. Una de las primeras medidas podría ser que solo los miembros de la mesa y los presidentes o portavoces de grupos parlamentarios tuvieran una dedicación exclusiva, cambiando los horarios de la actividad parlamentaria para que una autónoma, un maestro, el dueño de una tienda o una cooperativista pudieran ser la voz en el hemiciclo y allí se tuviera un conocimiento en primera persona de lo que ocurre en la calle. Porque muchos de los males que nos aquejan provienen, precisamente, de la distancia con que se ven los problemas de la gente cuando el día a día de quienes ocupan un escaño es tan diferente del que padecen el resto de los mortales.

Hace cuatro años casi todos los diputados extremeños se profesionalizaron con una cantidad cercana a los 5000 euros brutos al mes. Los nuevos tiempos no requieren disminuir el número de personas que nos representan sino el dinero que cobran y la relación que tienen con sus representados. Quien crea que se gobierna mejor con un rodillo que con el diálogo entre las distintas fuerzas está haciendo una declaración de intenciones. Y no siempre buenas, por cierto.

Publicado en el diario HOY el 6 de mayo de 2015

Un mundo en guerra

Un periódico de la capital anunciaba el pasado domingo que Europa se estaba preparando para un escenario de guerra. La palabra escenario es ...