La tarde del 12 de enero, cuando supimos que había un acuerdo
para formar la mesa del Congreso de los Diputados, me di cuenta de que el PSOE
no tenía ninguna intención de liderar un gobierno de izquierdas, con
transformaciones políticas, económicas y legales para revertir lo ocurrido en
este país en los últimos ocho años. Era un detalle muy simple, pero no se podía
entender que los socialistas entregaran la mayoría de la mesa a la suma de PP y
Ciudadanos, que no tienen mayoría en la cámara, a cambio de la Presidencia para
Patxi López. Si en algún momento hubieran pensado en la remota posibilidad de
gobernar a babor, no habrían permitido esa composición de la mesa y habrían
intentado que la mayoría de dicho órgano reflejara más fielmente el arco
parlamentario.
La segunda de las pistas la tuvimos la mañana del 13 de
enero, cuando el PSOE puso a un partido como el PNV en la mesa de la Cámara
Alta sin importarle en absoluto el independentismo que persiste en el partido
que fundara Sabino Arana. Días después fueron senadores del grupo socialista
los que permitieron la constitución de grupos propios en el Senado para los hoy
apestados partidos catalanes, al tiempo que se impedía que en el Congreso
pudieran formar grupo propio En comú podem o En marea. Todo
hacía indicar que los socialistas lo tenían muy claro desde el principio y que
la mejor excusa para no formar un gobierno de izquierdas estaría en el
compromiso electoral de Podemos de celebrar un referéndum en Cataluña similar
al que Cameron hizo en Escocia hace poco más de un año.
En cuarenta días han pasado muchas cosas: Pedro Sánchez no se
esperaba una oferta de gobierno desde la izquierda, sí que se esperaba la
bronca de Susana Díaz, nadie se esperaba la espantá del Partido
Popular y todos descubriremos en apenas una semana en qué ha consistido este
sainete. En las últimas horas he escuchado varias veces al Hernando del PSOE,
al que cada vez me cuesta más diferenciar del Hernando del PP, avisando a
Podemos de que se cuide votar lo mismo que la derecha. Lástima que
esa advertencia no se la hubiera hecho a sí mismo aquel día de septiembre de
2011, cuando aprobaron reformar el art. 135 por dictado de Merkel.
Un amigo periodista me preguntó hace un mes qué iba a pasar con
la formación del Gobierno y le respondí que aquello que menos pudiera
imaginar. Ayer volví a coincidir con él y no tuve tiempo de aclararle mi
pronóstico. Solo las bases del PSOE podrían virar a babor su barco y lo harían
contra la voluntad del timonel y la capitanía. Pero me temo que a esta última,
la que siempre ha preferido los tonos anaranjados, no le va a gustar ni un pelo
lo de suprimir las diputaciones, de las que un día habrá que hablar largo y
tendido. Todo puede pasar, incluso lo que menos nos esperemos.