21 marzo, 2018

Los límites de la segregación

Desde que conocí la historia de Rosa Parks me pregunto por qué esta mujer no tiene una avenida que la recuerde en cada rincón del planeta. Rosa fue aquella mujer negra que en 1955 decidió no levantarse de un asiento del autobús que estaba reservado a personas de piel blanca. Hoy lo cuentas y parece irreal que hubiera mentes tan enfermas como para pensar que los seres humanos no debían compartir determinados espacios con otros en función de ser de una u otra raza.

Todo hace indicar que en los próximos días la palabra segregación volverá a estar por todos los lados si, como indican muchas fuentes, el Tribunal Constitucional acaba por bendecir la Ley Wert en lo que respecta a la legalidad de discriminar en las escuelas sostenidas con fondos públicos. He releído la acepción del verbo discriminar y creo que para este caso son válidas las dos acepciones, tanto la que se ciñe al mero el hecho de “seleccionar excluyendo”, como la que habla de “dar trato desigual a una persona o colectividad por motivos raciales, religiosos, políticos, de sexo, etc”.

Parece como si volviéramos hacia atrás. No hace ni 40 años que en Badajoz, por poner un ejemplo concreto, se construyeron en los dos barrios más populares unos institutos de enseñanza media a los que apellidaron como mixtos. En ellos iban a compartir pupitre las chicas y los chicos, y aún se tardó un par de años en que esa novedad llegara a los sacrosantos institutos del centro de la ciudad. Cuando les cuentas estas historias a adolescentes de hoy en día no acaban de creérselo del todo, piensan que estás haciendo humor absurdo y con poca gracia. Pero al mismo tiempo que asumíamos con normalidad la coeducación de niñas y niños, ha habido poderes fácticos del catolicismo más conservador que han movido sus hilos para que las leyes permitan que les paguemos sus escuelas segregadas. Quienes defienden la bondad de la segregación por sexos se escudan en la mejora del rendimiento académico que lleva implícito, ignorando que la educación es mucho más que conocimiento y que en las escuelas se aprende también a vivir, a convivir, a compartir y a muchas otras cosas. En agosto de 2014 Beatriz Muñoz González publicó en estas mismas páginas un magnífico artículo titulado “Escuelas segregadas”, en el que echaba por tierra los argumentos segregacionistas y que es de obligada relectura en días como el de hoy.

Pero ahora lo que más me preocupa es cuál será la próxima segregación. ¿Podrá un colegio sostenido con fondos públicos rechazar a gitanos, a inmigrantes, a niños con síndrome de Down o a los hijos de madres pobres que no pueden pagar las “voluntarias” cuotas de actividades extraescolares? ¿Acaso se está haciendo ya y no nos hemos enterado? Si el poder de grupos religiosos infiltrados en las más altas instancias acaba por no poner límites a la segregación, pronto necesitaremos heroicidades como las de Rosa Parks.

Publicado en el diario HOY el 21 de marzo de 2018

07 marzo, 2018

Compañeras

Todavía hay mucha gente, más de la que cabría esperar, que no sabe por qué se celebra el 8 de marzo. Cuando les cuentas que hace 110 años un patrón prendió fuego a la fábrica en la que estaban encerradas 146 trabajadoras reclamando mejoras salariales, se quedan con un gesto de asombro y perplejidad. Mañana, esas mujeres que conforman la mitad del mundo, las que han estado oprimidas por la fuerza bruta durante siglos, han decidido organizarse, decir que ya basta, mostrar su valía y lo imprescindibles que son para que nuestras sociedades sean humanas en el más amplio sentido del término. 

Quienes intentaron desprestigiar la palabra feminismo lo hicieron muy bien para sus intereses. Lograron hacer creer, incluso a muchas mujeres, que era lo contrario que el machismo y que el objetivo del movimiento era el de subyugar al varón, quizá como venganza por lo que habían padecido durante todos los siglos en los que la fuerza daba más poder que cualquier atisbo de inteligencia. Nada de eso está sobre la mesa sino algo más simple: conseguir que todos los seres humanos tengan los mismos derechos, tanto en la letra de lo que dicen las leyes como en la realidad que se aplica en la calle. 

¿Hay razones para organizar esta protesta global? Mucho me temo que sí. No hay dato estadístico que no corrobore científicamente la discriminación que sufren las mujeres en todo el planeta: víctimas de acoso y violencia de género, brechas salariales, exclusiones a la hora de acceder al mercado de trabajo y una retahíla que podría ocupar varias páginas. Solo en un puñado de países se ha conseguido aliviar el dolor de la más transversal y profunda herida que nos hemos dejado en la evolución del género humano. Acabó el siglo XX y pensábamos que no había vuelta de hoja en la historia, que jamás volveríamos a discriminar por razón de raza, color de piel, religión, ideas o condición social. Y nos dejamos la más importante, la más repetida en cada rincón del planeta, en cada casa y en cada familia.

Mañana, compañeras, es un día para hacer historia, un día para poder contarlo a vuestras hijas, sobrinas o nietas, un día que podréis recordar con orgullo porque marcará un antes y un después en las luchas feministas de todos los países. El machismo ya no va a poder esconderse y habrá que decantarse por la igualdad o por dejar que las cosas sigan como están. Y, mientras tanto, los varones tenemos mucho que hacer para que esta lucha llegue a buen puerto: animar a las compañeras a sumarse, compartir una causa que también es nuestra y dejar que sean las protagonistas de su gran salto adelante. Ya han demostrado que son capaces. ¿Es esta una huelga ideológica? Pues sí, como todo en la vida. Y no secundarla ante lo que ocurre en este mundo también es una postura muy ideológica: la más antigua e insolidaria de de todos los tiempos, por cierto. 
Publicado en el diario HOY el 7 de marzo de 2018


Un mundo en guerra

Un periódico de la capital anunciaba el pasado domingo que Europa se estaba preparando para un escenario de guerra. La palabra escenario es ...