20 octubre, 2021

Perdonar la Historia

No lo pasé bien con los profesores de Matemáticas que me tocaron en suerte, pero me fue algo mejor con las de Historia. Desde niño me interesó la asignatura gracias a aquella serie titulada Érase una vez el Hombre, que era entretenida y servía para que no te sonara a chino lo que luego te explicaban en el aula. Sin embargo, el capítulo que se tenía que haber emitido por TVE el 29 de abril de 1979 fue censurado íntegramente y tuve que esperar unos cuantos años hasta que un profesor de la Facultad llamado Ángel Rodríguez nos desvelara las razones de toda aquella polémica.

 

En las últimas semanas se ha reavivado un debate sobre la necesidad de pedir perdón por muchas cosas, desde atentados en las calles o abusos en internados, hasta otras de mayor enjundia y en las que intervienen políticos, jefes de Estados y hasta pontífices. En principio, me inclinaría a pensar que no hay que pedir disculpas a nadie, porque los crímenes de los antepasados no los heredan los descendientes. Además, tampoco sabemos quiénes fueron realmente nuestros progenitores. ¿Acaso alguien es tan osado como para creerse sucesor directo de Viriato, de Trajano, del visigodo Alarico, del musulmán Averroes, del judío Maimonides o del mismísimo Hernán Cortés?


Pero todo este razonamiento exculpatorio se desmorona al ver las posiciones de quienes no tienen rubor en enorgullecerse de las gestas de espada de hace muchos siglos, sin pararse a pensar que la estatua en la que el héroe local pisa la cabeza de un nativo de las Américas puede herir muchas sensibilidades. Las barbaries fueron barbaries y la esclavitud fue la esclavitud, independientemente de los parámetros éticos de otros tiempos y contextos. Hoy ya tenemos referencias suficientes como para no vanagloriarnos ni celebrar hechos históricos que provocaron muertes, sufrimientos y crueldades inimaginables. Entre otras cosas porque también tenemos una fecha que debería marcar un antes y un después a la hora de glorificar el pasado: desde el 10 de diciembre de 1948, tras un holocausto genocida y una segunda guerra mundial, contamos con una Declaración Universal de Derechos Humanos, un acuerdo de mínimos con 30 artículos que no admiten excepciones culturales, religiosas, políticas, económicas o raciales.

 

Por eso entiendo perfectamente las disculpas del papa Francisco sobre la evangelización de América y me estremecen quienes creen que es posible festejar el día de la Raza con otro nombre, como si no hubiera pasado nada. En nombre de ideologías y creencias respetables se han cometido tropelías en todos los rincones del planeta, y quizá ya no se pueda lograr justicia y reparación para cada reguero de sangre de las venas abiertas de América Latina o del colonialismo esquilmador de África, pero no está de más pedir disculpas.

 

A lo mejor tenemos que empezar a contar la Historia hacia adelante, que es como quería que se la explicaran en la escuela a Miguelito, el amigo de Mafalda. Y en lugar de cinco varones, como los que cité en el segundo párrafo, habrá también cinco mujeres. Dicen que los bisontes de Altamira los pintaron ellas mientras ellos cazaban. No salía así en Érase una vez el Hombre. ¿Y si también nos censuraron ese episodio?


Publicado en HOY el 20 de octubre de 2021

 


 

06 octubre, 2021

Calcular dimensiones


Llevamos casi 20 años manejando euros y todavía hay quien necesita traducir a pesetas las grandes cantidades: no les digas que un piso cuesta 180.000 € porque solo se harán a la idea del precio cuando se lo traducen a 30 millones.

Desde que el volcán comenzara a echar fuego, hemos ido aprendiendo a medir la velocidad de la lava en metros por hora y a equiparar el islote formado con el parque del Retiro o el estadio Bernabéu, dando por supuesto que todo el mundo calibra bien esos lugares, ya vivas en Almería o en Finisterre.


Hace años vi un libro escolar infantil en el que cada imagen novedosa aparecía junto al dibujo de algún objeto cotidiano, ya fuera un lápiz o un paraguas, y que servían de referencia para conocer su dimensión real. Así se evitan sorpresas como las de esos chavales urbanitas que visitan una granja-escuela: todos se quedan de piedra al ver que las vacas son mucho más grandes que los dálmatas y que no llegan a acariciarles el lomo ni subiéndose a una silla.

Esta pérdida de referencia de las dimensiones no es exclusiva de los más jovencitos. En realidad, estos problemillas de percepción son una anécdota graciosa cuando la cuenta un niño de Chamberí tras volver de un campamento en Las Villuercas, pero se convierten en preocupantes si las sufren adultos con grandes responsabilidades políticas, sociales o mediáticas.

El más común de los errores es el de minimizar el alcance de realidades constatables debido a que no quieren o no pueden entenderlas: “mi primo me ha dicho que el cambio climático no existe” o “no malgastemos dinero en cooperación al desarrollo porque África está muy lejos”. Luego son los mismos que se estremecen cuando las olas llegan a la puerta del chalé de primera línea de playa o cuando en ella desembarcan las pateras a las que se aferran personas que huyen de la muerte.

Pero hay otro problema común de cálculo de dimensiones: es el de los políticos que sobredimensionan el concepto que tienen sobre sí mismos. Hace poco una presidenta autonómica se extrañaba de que en Nueva York no se hablara mucho de su comunidad, y un alcalde se reclamaba descendiente directo de los visigodos anteriores al 711, a pesar de llevar un apellido de origen árabe como Almeida.

No hay vacuna que haga descender a la tierra a quienes creen que el centro del universo es la baldosa que están pisando. Quizá les convenga salir, escuchar voces ajenas a las de los aduladores que les hacen la corte y calcular sin autoengaños las dimensiones de la realidad.

De lo contrario, puede pasarles como aquella anciana de mi barrio en febrero de 2002, cuando nos empezaban a cambiar las pesetas por los euros. Ella pedía en las tiendas que le siguieran dando la vuelta en pesetas y era imposible convencerla de que se tenía que ir acostumbrando a las nuevas monedas. Como si fuera un político de esos que sobredimensiona lo propio, añadió por lo bajini: “Tú sigue dándomelo en pesetas porque aquí, en el barrio de la Estación, esto del euro no va a cuajar”. 

Publicado en el diario HOY el 6 de octubre de 2021 




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