26 enero, 2022

La verdad en tiempos prebélicos

Una de las tareas que más tiempo me lleva a la hora de escribir es la de asegurarme de que no se me cuele alguna información imprecisa o falsa. Cada vez es más complicado librarse de ellas y es muy posible que ya hayamos recibido hoy media docena de ellas y por diferentes vías. Así que, aunque este es un espacio de opinión en el que no se exige la objetividad absoluta de la labor informativa, mi navegador está lleno de pestañas para ir y volver a medios acreditados y de reconocida solvencia.

 

En los últimos años ha habido tantas historias sorprendentes, que no acabas de creer nada hasta que no lo ves corroborado por la BBC, analizado por “Le Monde Diplomatique”, comentado en la “Página 12” argentina y confirmado por tres o cuatro diarios de sesgo distinto. Los bulos no son nuevos y ya surgían hace 25 años, cuando corrió como la pólvora que Aguirre había confundido a un escritor portugués con una tal Sara Mago. Décadas después de aquel bulo, todavía me encuentro con quien te la cuenta como cierta y tienes que decirle que, aunque no te guste nada el personaje de Espe, aquello no pasó.

 

Me parece deshonesto construir opiniones que se sustentan en hechos que no son del todo verdaderos. En las últimas semanas he dejado de leer a la mitad algunos artículos porque partían de noticias o declaraciones claramente tergiversadas o descontextualizadas. Prefiero a quienes se atreven a posicionarse de manera cautelosa, aunque para ello tengan que traicionar sus propios posicionamientos.

 

Como hoy solo se habla de Rusia, ayer tarde rebusqué en mis archivos para encontrar acciones urgentes de Amnistía Internacional que había dirigido al Kremlin pidiendo a Putin respeto a los Derechos Humanos. Recuerdo el caso de las cantantes del grupo Pussy Riot”, que fueron condenadas a dos años de prisión, de los ataques a disidentes y a la comunidad LGTBI, y sin olvidar las torturas y malos tratos generalizados. Putin, que aprendió todo en la KGB del estalinismo, parece que se convierte en el gran peligro inminente para la paz mundial, pero ya lo era en su casa y desde hace tiempo.

 

Defender o ser condescendientes con Putin y su ultranacionalismo están fuera de lugar. Su régimen no ha sido ejemplo de nada, como tampoco hay que minimizar la fuerza que en Ucrania van cobrando posicionamientos de carácter neonazi. La cuestión que cabe plantear ahora es si está el mundo en condiciones de tensar la cuerda hasta que se rompa. A principio del siglo XX la primera gran guerra se cerró con una pandemia de gripe, a la que llamaron española, y que se llevó 50 millones de seres humanos al otro barrio. Cien años después, parece como si quisiéramos probar una opción B y prepararnos para una posible guerra que acabe con la pandemia.

 

Así que habrá que seguir informándose y contrastando todo para no dejarse engañar. Tampoco conviene caer en errores conocidos, como aquel de aliarse con talibanes para sacar a soviéticos de Kabul. Mientras tanto, solo me atrevo a versionar en voz baja a los clásicos: cualquier paz es mejor que una victoria incierta. 

 

Publicado en el diario HOY el 26 de enero de 2022 




12 enero, 2022

Verdades y porqueros

Mientras muchos empiezan el año con el buen propósito de ingerir alimentos más sanos y de un modo más comedido, una derivada nutricional de este asunto se nos ha colado en todas las televisiones, radios, artículos de prensa y hasta en el debate político. Como ya casi todo el mundo tiene una opinión sobre el tema, no les cansaré con otro análisis de lo ocurrido desde que The Guardian” entrevistara a nuestro ministro de consumo. Como mucho, me atrevería a recomendarles que acudan a la hemeroteca de HOY y lean “Bulo y bula de carne”, de Antonio Chacón, o “Garzón y el chuletón”, de José Ramón Alonso de la Torre: en ambos textos encontrarán una visión más profunda, con más gracia y mucho mejor explicada que la yo podría aportar.

 Pero de todo este asunto, por muy preocupante que sea lo de la profusión de esas granjas gigantescas, quizá debiera inquietarnos la facilidad con la que nos pueden colar, como si fueran auténticos, unos hechos que no han ocurrido o unas declaraciones oportunamente tergiversadas y extendidas, de forma coordinada, por medios con intereses particulares.

La mentira no nació ayer. Desde la prehistoria hasta nuestros días ha formado parte de lo cotidiano y también de lo imaginado: muchas obras de teatro, novelas, películas o series tienen en la ocultación o manipulación de realidades el hilo conductor de las tramas. Cuando nos las encontramos en la ficción, las mentiras pueden ser ingeniosas o intrigantes, pero todo cambia cuando nos inundan la vida, en la que no debiera haber ni trampa ni cartón.

El “Washington Post” se dedicó a contabilizar entre 2017 y 2021 todas las mentiras contrastadas que habían salido de los labios de Donald Trump, de sus asesores y de miembros de su gobierno. La cifra llegaba a las 29.500 tras cuatro años de mandato, con lo que habría que suponer que la maquinaria de la Casa Blanca tenía que inventarse unas 20 trolas cada día, tarea que me resulta agotadora con solo pensarlo. De esa época quedará para la historia aquella portavoz gubernamental llamada Kellyanne Conway, la que habló por primera vez de “hechos alternativos” como sinónimo del engaño construido.

Si trivializamos la mentira, si no salimos al paso de cada una, si no sacamos los colores a quienes las pronuncian y las difunden, estaremos poniendo en juego la democracia y las libertades. Las opiniones han de ser siempre libres pero los hechos necesitan estar apoyados por la realidad y por datos contrastados y verificados. Para gustos se hicieron los colores y los sabores, de manera que cada uno puede considerar su manjar preferido una fruta de temporada, un jamón de la dehesa extremeña o unas salchichas cuya textura no difiere mucho del envoltorio plástico en el que vienen envasadas. El problema es que nos engañen diciendo que los tres alimentos son igual de buenos.

Dicen que la famosa frase en la que aparecen juntos Agamenón, la verdad y su porquero suele estar mal citada, así que me comprometo a leer de nuevo “Juan de Mairena” para no meter la pata. Las verdades, aunque las digan los porqueros, no tienen que convencernos: solo necesitamos que sean verdades.

 

Publicado en el diario HOY el 12 de enero de 2022

 


 

02 enero, 2022

17 años en tren

Hoy he ido a comprar mi abono para el tren. Son 17 años desde que sacara el primero de los billetes, en un trozo de cartón y con la marca de una impresora bien antigua. El precio se mantiene igual desde hace dos años. Los billetes son ahora modernos y te los pasas al móvil, desde donde puedes reservar hasta tu asiento, con códgios QR que no nos habríamos imaginado en enero de 2005. ¿Sabéis lo que menos ha cambiado desde entonces? Los trenes. Son del mismo tipo que estrenamos en abril de 2005. Dicen que pronto tendremos híbridos porque eléctricos puros tardaremos otra década más. Vivo en Extremadura.




25 de abril

Todos los años tienen un 25 de abril y en algunos lugares se celebra de una manera especial. Portugal e Italia, dos países europeos con mu...