Los que hemos decidido no buscar la verdad absoluta, la que explica la creación y el más allá, nos contentamos con las pequeñas verdades, las que nos llenan de momentos gozosos y gloriosos como aquellos misterios del rosario (aunque también los había dolorosos).
El ruido de las cigüeñas en lo alto del Ayuntamiento es una de esas piezas del collage de las verdades. En el silencio de la tarde encierra la voz cariñosa de quien te quiere, la llamada nerviosa del que te admira, la presencia del amigo sincero, la mano en el hombro de quien te consuela, la lágrima fácil de los que anteponen su corazón a cualquier tipo de convención social. Hoy, al volver a casa, he sentido un aire que me recordaba que no hay nada como divagar sin miedo: otra verdad con la que construir presencias ¿o no?
24 octubre, 2005
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