Hay verbos a los que llaman copulativos, que sirven para unir a un sujeto con un atributo, que es quien aporta la sustancia significativa. Cuando decimos que Camps es corrupto o Zapatero parece desconcertante, lo de menos es el verbo. Siempre había pensado que lo importante era ser algo, pero el entramado mundial se ha decantado por dar prioridad al verbo parecer. Hay quienes guardan un tesoro en su interior y son incapaces de darlo a conocer y comunicarlo. Y claro, como toda esencia que no se muestra ni se alardea se convierte en la nada absoluta, es por lo que han ido apareciendo gabinetes y asesorías de imagen que se encargan de que lo existente se visualice (es el verbo que usan y no sé de dónde lo han sacado). La técnica de crear espejismos alcanza su punto culminante y es llevada a extremos insospechados mediante la venta de humo al por mayor y al detalle. Así nos encontramos ante hechos desconocidos o realidades ignoradas, frente a Shows de Truman edificados por redactores de frases hechas, por fabricantes de titulares impactantes y propaganda que penetra con facilidad en las mentes anestesiadas por fútbol, cotilleos y personajes televisivos de encefalograma plano. La apariencia atraviesa transversalmente desde los palacios reales hasta los barrios humildes, en los que familias que no llegan ni a mileuristas piden cuantiosos créditos para vestir a sus hijos pequeños de marinerito o de novia, invitar a banquete, y mostrar un poderío tan efímero como un domingo de mayo. Hoy Hamlet cambiaría su pregunta retórica entre ser y parecer, pero se decantaría por lo último. Sin dudar un segundo.
31 mayo, 2010
24 mayo, 2010
Elecciones a mercados financieros
La semana pasada, en un arrebato de impotencia ante las noticias que leía, decidí crear un grupo en una red social con la esperanza de que toda la humanidad me siguiera. Cuando escribo estas líneas el número de adeptos alcanza una cifra que no sabría como calificar pero que no es descomunal. Trece para ser exactos. El grupo se llama “Quiero votar en las elecciones a mercados financieros”. Y es que uno no aguanta más: estoy harto de leerme de cabo a rabo cada programa electoral, sopesar cada propuesta, agruparlas en columnas para ver y comparar lo que más me conviene a mí y la opción que es menos nociva para el planeta. Y al final no vale para nada porque sí, son los mercados financieros los que acaban diciendo a los gobiernos lo que deben hacer y lo que no. Esto ya ha dejado de ser un grave problema económico para convertirse en una herida de muerte en los pilares de la democracia. Si mis gobernantes, a los que elijo para obrar de una manera y no de otra, se dedican a hacer lo contrario de lo prometido para satisfacer lo que dicen unos señores a los que no he votado y de los que no sé nada, entonces quiero que se cambien las reglas del juego. Quiero que esos que llaman mercados financieros se presenten a las elecciones, hagan sus listas electorales, den mitines, participen en los debates televisados y rindan cuentas. Esa y no otra es la única vía que deberíamos aceptar como método de intervenir en la política. Cualquier otra forma de influencia o intervención me recuerdan, en el fondo, a las que describía Roberto Saviano en su libro Gomorra. Y me imagino que por ahí no vamos a pasar. ¿O sí?
17 mayo, 2010
Lo obvio y lo fácil
Puestos a recortar gastos se puede optar por lo obvio o por lo fácil. Lo obvio sería el llamado cheque-bebé, que siempre consideré un gran error. No tanto porque me pareciera un dispendio en época de arcas públicas saneadas, sino por lo injustificable de una medida en un planeta sin problemas de despoblación. Además, era una ayuda que se hacía en dinero contante y sonante en lugar de hacerse por medio de servicios, y tenía un carácter universal que permitía que el duodécimo hijo de un notario y una farmacéutica, pertenecientes a una prolífica secta religiosa, recibieran 2500 euros salidos de la caja común. Así que me parece muy bien que se recorte este gasto absolutamente prescindible, y hubiera sido más productivo y generador de más empleo si lo derrochado en estos cheques se hubiera invertido en mejorar la red de guarderías públicas.
El asunto del 5% es un poco más complicado. El otro día hablaban unos trabajadores públicos indignados por la bajada de salarios y alguien les sugirió que se pidieran una excedencia de un par de años, buscaran un trabajo mejor remunerado, y volvieran pasada la crisis con sus bolsillos intactos. A nadie le pareció una buena idea, con lo que se deduce que se prefiere la seguridad, a pesar de las rebajas salariales, antes que sumergirse en el oscuro mundo de los expedientes de regulación, las horas extraordinarias no pagadas y las arbitrariedades e injusticias del patrón de turno. Como argumento de abogado del diablo puede pasar, pero me temo que la tijera a las nóminas de los trabajadores públicos era lo más fácil. Y no siempre lo más fácil es lo más justo.
13 mayo, 2010
Quiero votar en las elecciones a Mercados Financieros
Si son los Mercados Financieros los que dicen a los gobiernos las medidas que hay que tomar, yo quiero que los Mercados Financieros sean elegidos por sufragio universal y democrático
11 mayo, 2010
Carlos Taibo en Badajoz
El jueves 13 de mayo, a las 20'30 horas, en el CPR de Badajoz (Antiguo Magisterio, Avenida de Colón esquina Av. Santa Marina), el profesor de la Universidad Autónoma de Madrid Carlos Taibo hablará sobre el decrecimiento.
No defraudará a nadie (o casi nadie).
Os lo aseguro. Echad un vistazo.
No defraudará a nadie (o casi nadie).
Os lo aseguro. Echad un vistazo.
10 mayo, 2010
Atenas 2004
El portugués posee la expresión ver-se grego para definir aquellas situaciones en las que uno se ve desbordado y agobiado por las circunstancias adversas. Si uno repasa la prensa de los últimos días de agosto de 2004, se dará cuenta de que la construcción del infierno pasó inadvertida para casi todos los gurús y analistas celestiales de la economía planetaria. Un artículo editorial de este periódico decía que Grecia era un país que arrastraba grandes retrasos en comparación con el resto de las potencias de la Unión Europea, pero que había demostrado una capacidad organizativa en la que muy pocos confiaban. El mismo New York Times se quitaba el sombrero ante la organización y lamentaba que los juegos no se realizaran siempre allí para aprovechar todas las inversiones. El resto de la prensa mundial trataba afanosamente de encontrar adjetivos para un pequeño país que había demostrado tener la capacidad de un gigante en todos los aspectos. Sí hubo algunos grupos de izquierda, de esos que llaman de forma despectiva anti-sistema, que vieron los peligros para la estabilidad económica de un país que se había gastado siete mil millones de euros en estadios e infraestructuras. En seis años todas las alabanzas se han vuelto reproches y las medidas aprobadas por el parlamento griego afectarán gravemente a las vidas cotidianas de trabajadores y jubilados. Para los causantes de la crisis, como cabía esperar, no habrá ni agobios, ni castigos, ni petición de responsabilidades. Ese es el problema de la expresión portuguesa: ver-se grego es algo que siempre le toca a los mismos, en Grecia y en Pernambuco.
Publicado en la contraportada de EL PERIÓDICO EXTREMADURA el 10 de mayo de 2010.
09 mayo, 2010
03 mayo, 2010
Estándar de pobreza
Hasta hace unos días desconocía la existencia de Standard & Poor’s. Hoy sé que existe pero sigo sin entender muy bien a qué se dedica. Me explican que es una agencia de ratings y la aclaración tampoco resuelve mis dudas. Parece, eso sí, que cada mensaje que emite tiene un efecto que puede llegar a repercutir en los bolsillos de los ciudadanos. Reconozco que soy de los que nunca leen en profundidad las páginas de color salmón de los periódicos, y que no me he dejado la vista intentando averiguar la cotización de los valores porque jamás he jugado en bolsa. Algunos lo llaman invertir, pero el verbo más apropiado es jugar, porque sabemos que hay tanto movimiento especulativo que cualquier atisbo de lógica es difícil de encontrar. La primera vez que escuché Standard & Poor’s creí que se trataba de una empresa que diseñaba estándares de pobreza. Parecía un término absurdo pero tampoco me extrañó demasiado. Mas bien lo vi como una prueba más de que habíamos llegado a la perfección del mundo homologado y con certificado de calidad, donde la miseria y la necesidad no iban a deambular de cualquier manera sino siguiendo modelos preestablecidos. Los de África están descatalogados y sin tratamiento, mientras que en otros continentes conviene que haya menesterosos sin que lleguen a la categoría de pobres de solemnidad. En Europa se prefiere que los pobres tengan lo suficiente para consumir pero sin comodidades, con el miedo al desempleo para acallar cualquier crítica. Tanta preocupación por votar cada cuatro años y resulta que nuestras vidas dependen de estos nuevos oráculos. ¿Quién los habrá elegido?
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