25 junio, 2025

Historia de la corrupción


En el colegio nos contaban los triunfos y glorias nacionales para que sintiéramos orgullo de nuestros antepasados. Rara vez había críticas y pocas veces nos nombraban las corruptelas del poder. Con el paso de tiempo ya tuvimos profesoras que sí nos fueron desvelando a personajes como Isabel II, que se llevó a París una millonada, y que algún descendiente también ha acabado sus días lejos de su amada patria y cerca sus caudalosos botines.

 

 La dictadura franquista tampoco pudo librarse de su escándalo Matesa y la incipiente democracia cosechó tantos nombres, que ya no sabemos ubicarlos bien en el tiempo o asignarles un color del arco parlamentario: Roldán, Filesa, Naseiro, Gürtel, Bárcenas, Rato, Cajamadrid, EREs de Andalucía, Urdangarín, Banesto, Banca Catalana, Brugal, Ayuntamiento de Marbella, Fabra y su aeropuerto, Púnica o Lezo son solo algunos de los nombres que han ido surgiendo echando la vista atrás.

 

¿Son los audios de actualidad los más graves de nuestra historia? Pues el tiempo nos lo dirá y hasta volveremos a escuchar muchos más, porque no es la primera vez ni la última que oímos grabaciones contando billetes o maquinando el reparto de las comisiones. ¿Por qué tenemos tantos casos de corrupción político-económica? ¿Acaso es un problema genético de quienes se instalan en esta península del suroeste europeo? Pues no creo que sea algo que vaya en la sangre y sea hereditario. Tal vez sea el reflejo de otros muchos comportamientos incívicos que tiene la ciudadanía de este país, que no nos parece mal cuando se realiza en pequeñas dosis pero que nos escandaliza cuando lo hacen servidores públicos abusando de su puesto y autoridad.

 

Nos hace falta una educación para la ciudadanía integral, en la que se explique que lo que se recauda de IVA cada vez que compramos un producto o lo que pagamos a Hacienda cada mes de junio es un dinero que nuestros políticos han de tratar no solo como mandan las numerosas normas ya escritas, sino también la honradez más básica. Cada sobrecoste de una obra pública amañada con reparto de comisiones infames significa que este verano no haya manera de que te den cita en el centro de salud o que tus hijos se achicharren en clase durante la tercera semana de junio. Es urgente que vinculemos la corrupción político-empresarial con los graves problemas económicos que padecen amplias capas de la población más desfavorecida.

 

Algunos dicen que nuestra clase política es reflejo de la propia ciudadanía: muchos siguen prefiriendo pagar sin factura porque se ahorran el IVA, sin percatarse de que eso que no se recauda lo pagamos con creces en el deterioro de muchos servicios públicos vitales. La historia de la corrupción se continúa escribiendo igual que hace dos siglos: dicen que un tataranieto de Isabel II se llevó millones y millones de comisiones a un país de Oriente Medio donde todo es lujo. Y mientras aquí lamentamos estos problemas y nos escandalizamos de los penúltimos audios de la UCO, los misiles, la muerte y la destrucción amenazan con propagarse a otros continentes. En pocos años los nombres de Ábalos o Koldo nos parecerán tan lejanos como los de Roldán o Naseiro.   


Publicado en el diario HOY el 25 de junio de 2025

 



 

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