Cada vez que me cuentan una de las nuevas posibilidades prácticas de la inteligencia artificial siento asombro, curiosidad y también algunas inquietudes. Hay que reconocer que con ellas se puede ganar muchísimo tiempo en realizar tareas tediosas y repetitivas, pero no sé si nos permitirán nuestros jefes que el tiempo libre que nos ahorremos lo podamos disfrutar en ocio y cultura o lo aprovecharán ellos para realizar uno de esos ajustes de viabilidad en los que las máquinas son más valiosas que las personas. A veces pasan estas cosas e imagino que tendrán muchos ejemplos cercanos, tanto en el espacio como en el tiempo.
Con la llegada del verano le propuse a una de esas herramientas de inteligencia artificial que escribiera 530 palabras para rellenar este espacio de los miércoles y el resultado me pareció descorazonador, porque ni el tema escogido, ni la manera de abordarlo, ni el estilo de la redacción tenían nada que ver con mis criterios de selección, mis puntos de vista o mi manera de escribir: no lo volveré hacer más.
Otros ámbitos de la computación y de las ciencias seguro que ganarán mucho tiempo e infinitos beneficios gracias a la denominada inteligencia artificial. No entenderlo sería un error, como el que a principios del XIX cometieron aquellos luditas que destrozaban las máquinas que permitirían fabricar mayores cantidades y en menos tiempo. Mas me parece que tampoco hemos cambiado tanto en dos siglos, porque el reparto de ganancias de los nuevos inventos no repercutía en el bienestar de quienes trabajaban a pie de obra, sino que acabaron en la calle y los beneficios fueron a parar a las mismas manos de siempre, las que no estaban precisamente en los telares, en las fábricas o picando carbón en el fondo las minas.
Admito que hay ámbitos en los que no puede haber vuelta de hoja y que haya inteligencias artificiales capaces de dar con la tecla a la primera. Rechazarlas sin distinciones sería un error tan imperdonable como el de quienes piensan que los humanos debemos entregar a los algoritmos todas nuestras decisiones y todos nuestros gustos. Imagino que no soy el único que piensa que la información verdadera y contrastada lleva camino de convertirse en un bien de primera necesidad tan valioso como el agua potable. Si las redes están llenas de tantos bulos, falsedades, montajes, tergiversaciones y ciberanzuelos, quizá sea porque esa inteligencia artificial y esos algoritmos son más valorados que las personas con formación, conocimientos y sentimientos humanos, un elemento que está a punto de ser considerado un defecto y no una virtud en los departamentos de selección de personal.
No hay comentarios:
Publicar un comentario