Mis
profesoras en el instituto nos repetían que las cosas ya no eran como antes,
que cada vez se aprendía menos, que incluso los del curso anterior tenían más
nivel que nosotros. Yo entonces no acertaba a saber si lo del nivel era ese
artilugio con una burbujita de aire que emplean los trabajadores de la
construcción para colocar los ladrillos correctamente. Con el tiempo me
encontré a una de aquellas profesoras y comenzó alabar lo buenos que éramos los
de aquella época en comparación con lo que hay ahora en los institutos. No me
creía cuando le recordé que eso mismo ya nos lo decía entonces. Y es que el pesimismo
es una enfermedad de nuestros días, que nos borra la memoria y nos hace
idealizar lo que ocurrió en el pasado para teñir de gris los días actuales.
Hace unos días escuchaba a Punset una reflexión
sobre estas cuestiones y nos recordaba que hace apenas cien años la vida era
infinitamente más difícil en todos los lugares del mundo sin excepción. Y la
verdad es que es cierto: las mujeres eran consideradas como bienes muebles, la
mortalidad infantil alcanzaba enormes cifras, la violencia formaba parte
consustancial de la vida cotidiana de una sociedad que encarcelaba al que era o
pensaba de otra manera, y la pena de muerte era el castigo habitual de todos
los estados para combatir el crimen. Navegamos metidos en una pequeña tormenta
que nos parece el mayor vendaval del mundo porque hemos perdido las
referencias, la memoria de lo que hemos vivido y nos han contado nuestros
mayores. Así que no nos asustemos porque, como decían Les
Luthiers, cualquier tiempo pasado…fue anterior.
Publicado en la contraportada de EL PERIÓDICO EXTREMADURA el 28 de
noviembre de 2011.
1 comentario:
muy buena reflaxion amigo y tienes toda la razon.. todo tiempo es pasado..
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