El domingo es el día que nos han indicado para
ejercer de ciudadanos. Algunos querrán que nuestra función se acabe esa misma
jornada y que nos olvidemos de nuestra condición durante cuatro largos años.
Hasta el otoño de 2015 nos tocará ser meros espectadores de lo que ocurre y
cualquier queja o desacuerdo que se pase por nuestra cabeza será acallado
mostrándonos los resultados del 20 de noviembre. Se traga uno los dos debates y
escudriña los programas de cinco formaciones políticas pero de poco sirve.
Sigue teniendo más valor contractual una octavilla de la charcutería que
anuncie tres salchichones por dos euros, que los cientos de páginas
encuadernadas y redactadas por quienes van a ser padres de la patria. Lo del
domingo se parece, cada vez más, a la acción de lanzar una moneda y pedir un
deseo. La capacidad que tenemos para reclamar que se cumpla lo prometido es la
misma que tiene un turista que ha lanzado un céntimo en la fontana de Trevi,
porque ni el alcalde ni el obispo de Roma se hacen responsables subsidiarios.
Existen muchísimas posibilidades de que los que elijamos como nuestros
representantes se vean forzados a cambiar sus promesas por las directrices que
les dicten los mercados. Pero los mercados parece que todavía no se hanpresentado a las elecciones, ni sabemos sus nombres, ni hemos visto todas suscaras. La única forma de hacerles frente quizá sea confiando nuestras
insignificantes papeletas a los que siempre antepondrán los intereses de la
ciudadanía más inerme frente al ansia de los especuladores. Estupendo. Ya solo
nos queda saber quiénes son (si es que existen).
Publicado en la contraportada de EL PERIÓDICO EXTREMADURA el 14 de noviembre de 2011.
El dibujo, más ilustrativo que nunca, es de EL ROTO.
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