Cuando
me tocó dar algunas clases de lengua a adolescentes siempre nos enredábamos en
juegos de palabras. Un día les pedí que me definieran en no más de tres el
término responsable y allí salió de
todo: uno que se porta bien, uno que obedece siempre, un estudioso, un
empollón, un pelota y un sinfín de contestaciones irreproducibles. En medio del
revuelo hubo quien se atrevió con lo más simple: alguien que responde. Muchos
no habían caído en que aquel adjetivo procedía del verbo responder, incluso con
una pista tan clara como la de tener en común las seis primeras letras.
Hoy
nuestra sociedad está tan despistada como aquel grupito de alumnos: se ha
perdido el concepto básico de lo que significa responder por aquello que uno ha cometido de forma directa o por
aquello que ha ocurrido al no haber puesto el empeño y el cuidado suficiente.
Sólo así podemos explicarnos que un presidente de gobierno comparezca ante el
parlamento para decirnos que, al contrario de lo que ocurría en la canción de Coti, todo fue un simple error y ya
está. Se nos olvida a menudo que Bárcenas
tiene en Suiza casi ocho mil millones de pesetas que no han salido de generosos
empresarios de la construcción, sino de los bolsillos de quienes tuvieron que costear
sus viviendas con una cantidad de dinero negro. De aquellas prácticas viene
gran parte de la crisis: no es que viviéramos por encima de nuestras
posibilidades, es que tuvimos que pagar por nuestras casas un margen
especulativo y oscuro que acabó en Suiza y en sobres marrones. Así que no nos
hagan creer que solo hay un culpable de todo esto porque no se sostiene.
Háganse responsables, que ya no son adolescentes.
Publicado en EL PERIÓDICO EXTREMADURA el 5 de agosto de 2013.
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