Así se titulaba una magnífica
película del año 1990 en la que se contaban las peripecias de un judío que
se hizo pasar por ario. Europa, aunque no siempre haya que repetir su nombre
como en aquel largometraje, está más cerca de lo que creemos. El domingo nos
convocan a que elijamos a nuestros representantes en Estrasburgo y
creemos que estos comicios son los últimos en el escalafón, puesto que los que
más influyen en nuestras vidas son los locales, regionales o estatales. Y quizá
no nos damos cuenta de que los gobiernos centrales, autonómicos o ayuntamientos
tienen poco
margen de maniobra cuando desde Bruselas ya te
han marcado las líneas que hay que seguir.
Pero el desconocimiento que existe sobre la
política es cada vez más generalizado y estoy seguro de que un altísimo
porcentaje del electorado ignora la existencia de Juncker, Schulz, Verhofstadt,
Tsipras o Ska Keller. El jueves pasado no vi ni un solo minuto del encuentro
televisivo de Cañete
y Valenciano, que
por lo visto acabó siendo un festival de reproches domésticos. En cambio, sí
seguí el debate que esos cinco nombres raros tuvieron
en Bruselas. Y aunque su formato no permitía profundizar en casi nada, sí me
sirvió para darme cuenta de que hay más
de dos maneras de ver Europa y que no estaría de más, por lo menos, escucharlas. La película Europa, Europa comienza la trágica noche de los
cristales rotos, un episodio histórico que deberían conocer todos nuestros
escolares y también la gente de más edad, porque quizá el domingo que viene
tenga que ser el primer día de una lucha para
desterrar a algunos fantasmas que van haciendo sonar sus cadenas por el
viejo continente.
Publicado en EL PERIÓDICO EXTREMADURA el 19
de mayo de 2014.
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