Mai es una fotógrafa
afincada en Badajoz con una mirada especial, de las que sabe sacar una historia
profunda cada vez que suena el click. Acaba de colgar en redes sociales
unas cuantas imágenes de las que está captando estos días en la isla griega de
Lesbos. No intentaré describir con palabras el profundo dolor que hay en un
padre que tiene en sus brazos a un bebé de menos de un año, con un haz de luz
tras su pequeña cabecita y con unas lágrimas marcadas en un rostro paterno que
respira bondad y desesperación. Imagino que su testimonio, como el de otros
amigos que han estado en contacto con el drama de los refugiados y han vuelto
para contárnoslo, será tan conmovedor que no dejará a casi nadie indiferente.
Puede que este momento de rabia contenida que vivimos ahora acabe diluyéndose.
Un par de meses después de la muerte de Aylan ya habíamos olvidado su nombre y
los burócratas de la Unión Europea, esa que pacta acuerdos vergonzantes con
Turquía, saben que nuestra memoria es frágil y que será muy fácil acallar a la
mayoría de los medios de comunicación que informan desde el terreno.
Las bombas de ayer en
Bruselas nos traerán nuevas tragedias al comedor de nuestras casas y las
sentiremos más dramáticas, no solo porque conozcamos los nombres y apellidos de
amigos y compañeras que allí viven, sino porque nosotros mismos sí nos
imaginamos en el metro o en un aeropuerto, pero no con nuestros hijos en una zódiac
insegura. Ahora corremos el peligro de que haya alguien capaz de vincular un
asunto con el otro y arrastrar tras de sí a todos esos xenófobos que no perciben
que el drama de los niños que Mai capta con su cámara en una isla griega no es
diferente del que ayer sufrieron en Bruselas, en noviembre en París o en
Damasco desde hace años.
Comienza a ser todo
demasiado grave como para andar sin un plan para resolver los problemas, porque
de nada vale buscar acomodo a dos millones de refugiados e impedir las acciones
de los grupos terroristas (y ambas cosas son imprescindibles) si no empezamos a
ver el fin de la guerra de Siria y los problemas de Oriente Medio (y de la
siempre olvidada población palestina). Intentar un nuevo proceso de paz como el
que se inició en Madrid en 1991 es prácticamente imposible, pero necesitamos
gobernantes que sean conscientes de que desde la Guerra de los Seis Días en 1967 todo ha ido a peor y se ha
extendido geográficamente. O afrontamos este asunto de una vez por todas o no
tendremos más remedio que seguir eligiendo fotografías con rostros desencajados
por la realidad. No me cabe duda de que las imágenes que Mai está mostrando nos
ayudarán a concienciarnos de muchas cosas: de que en esta guerra interminable y
de mil aristas no merecen la pena ni los credos ni las banderas, solo la
necesidad de preservar la vida de todos los seres humanos.
Publicado en el diario HOY el 23 de marzo de 2016.
Esta es la foto de © mai_saki de la que hablo en esta columna. Gracias por estar ahí y ser nuestros ojos en el mundo.
Nota: Comencé a escribir esta columna la noche del lunes 21 de marzo y la dejé en el primer párrafo. Ayer martes, cuando regresaba en el tren desde Mérida hasta Badajoz, la actualidad nos traía más dramas. Pero no nos engañemos: el drama es el mismo y el origen también. Tratemos a todas las víctimas como si fueran iguales. Cualquier otra opción es poco menos que despreciable.