13 julio, 2016

Entre Dinamarca y Portugal

A finales de junio de 1992 puede ver la final de la Eurocopa en un restaurante de la localidad portuguesa de Nazaré que regentaba un alemán. Entre los asistentes asiduos al restaurante se encontraba una familia de daneses, que disfrutaron de aquella victoria frente a unos alemanes muy crecidos tras su reciente mundial de 1990. Pero desde entonces el palmarés del torneo fue girando poco a poco del norte hacia el sur: en 2004 ganó Grecia, las dos veces siguientes España y el pasado domingo Portugal

El destino ha querido que 24 años más tarde me encontrara precisamente en Dinamarca cuando supe que nuestros vecinos habían derrotado a los franceses. En Portugal llevan dos días sin parar de celebrarlo, como ya ocurriera en España o en Grecia, en uno de esos triunfos colectivos que nos impulsan a los del sur a salir a la calle por cosas poco importantes o absolutamente prescindibles. El domingo los franceses apenas perdieron nada en el estadio, un simple trofeo y poco más, porque donde están perdiendo muchísimo es por una reforma laboral, bastante más suave que las que nos han obligado a hacer en el sur de Europa,  pero que han propiciado semanas de huelgas y protestas en las calles. 

Al tiempo que Hollande implanta una reforma propia de Marine Le Pen, las diferencias entre el norte y el sur de Europa se agrandan: mientras unos países mantienen unos sistemas de protección envidiable, en el sur se retroceden décadas sin que la gente sienta la necesidad de salir a gritarlo como cuando gana su selección. Imagino que los antropólogos o las sociólogas nos explicarán un día ciertos comportamientos humanos que uno no acaba de entender. Recuerdo a un periodista, de los que consideraba necesarias las reformas laborales de 2010 y 2012, que poco después se vio afectado por la misma norma que había alabado. Todavía me emocionaría leer de nuevo sus palabras de aquellos días, las de un desempleado de más de cincuenta años y con pocas esperanzas, si no fuera porque su miedo escénico a parecer un partidario de la lucha de clases, que es en el fondo de lo que se trata el asunto, le devolvió a la senda de lo políticamente correcto en cuanto le clareó el panorama. A veces, desgraciadamente, la conciencia social dura solo el instante en que nos vemos desfavorecidos (y no siempre).

El multimillonario Warren Buffet fue preguntado sobre la existencia de esa lucha de clases en los años más duros de esta crisis económica. Su respuesta, quizá con otras palabras textuales, fue que por supuesto que existía y que los suyos, los ricos, estaban ganado por goleada. Sí, me temo que ese partido tardaremos mucho en ganarlo desde este sur que se ha convertido en pasivo para muchas cosas. Nos hace falta que el espíritu de salir a bañarse en las fuentes enarbolando banderas lo tengamos para defender nuestros derechos, nuestras libertades, nuestro futuro y el bienestar de nuestros hijos y de nuestros mayores. Eso sí sería un triunfo.

Publicado en el diario HOY el 13 de julio de 2016.


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