El sábado las calles de Estados Unidos y otras
ciudades del mundo se vieron abarrotadas por mujeres que querían defender sus
derechos. La mayor de las manifestaciones, que superó el medio millón de
asistentes, tuvo lugar en Washington, la misma ciudad en la que el día anterior
tomaba posesión Donald Trump. No cabe duda de que el machismo del nuevo
presidente, del que dan buena cuenta sus innumerables declaraciones, ha servido
para poner en guardia a todo el país ante la amenaza de ver retroceder unos
derechos que antes era difícil conseguir que se aplicaran y que ahora habrá que
intentar que no sean borrados de un plumazo de las leyes.
En Estados Unidos no era difícil manifestarse ante la
zafiedad del neomachismo, un término
al que le sobra el prefijo porque no tiene nada de novedoso. Pero me preocupa
menos lo que allí pueda ocurrir, donde el foco de los retrógrados está
claramente identificado y hay una sociedad movilizada, que en otros lugares más
cercanos, donde se va extendiendo un negacionismo que no es muy diferente del
de aquellos que dicen que jamás hubo holocausto. La realidad es que en nuestras
sociedades ha existido y existe discriminación hacia las mujeres en casi todos
los ámbitos y que sería más fácil nombrar aquellos en los que la igualdad está casi
conseguida. Gracias al feminismo, término que incluso una institución tan
misógina como la RAE define como la “ideología que defiende que las mujeres deben tener los mismos derechos que los hombres”, hoy es posible que ellas puedan
abrir una cuenta bancaria, tengan pasaporte, puedan dar clase en la Universidad
y hasta ser alcaldesas. Y hay que contar estas cosas porque mucha gente joven
creerá que esto siempre fue así o que todo cambió porque unos señores se dieron
cuenta de que ya estaban siendo demasiado malotes.
Nada cayó del cielo, cada derecho tuvo que ser luchado
y para disfrutar de ellos hubo un movimiento feminista que se dejó la piel y la
sangre en el camino. Por eso hay algunos a los que nos produce una enorme
tristeza escuchar términos como feminazi o
a gente que cree el movimiento feminista está intentando imponer una llamada ideología de género. No se equivoquen:
la ideología que todavía sigue impuesta es la del machismo, la que se cobra
nuevas víctimas semana tras semana y contra la que hay que actuar en todos los
frentes, especialmente el educativo, porque es necesario que todo el mundo, sin
excepción, sepa que la igualdad de las mujeres es un derecho humano sobre el
que no se debería frivolizar jamás.
Vivimos al borde de un abismo, donde las libertades son
vendidas a cambio de seguridad y donde la igualdad es una voz demasiado molesta
para quienes se aprovechan de las desigualdades. Del lema de aquella revolución
francesa nos queda la fraternidad, a la que le ha salido una hermana que llaman
sororidad y que el sábado salió por
las calles de medio mundo.