28 junio, 2017

Salvar la tierra


Anteayer amaneció fresquito y escuché a dos personas quejarse del frío que habían pasado y que ya no parecía verano. Así es la memoria de selectiva, que la gente ya no se acuerda de lo que hemos pasado la semana anterior. Las olas de calor no son nada nuevo y todos recordamos algún mes de junio con idénticas temperaturas. Los expertos dicen que eso no es un  síntoma del cambio climático y que no debería inquietarnos, pero sí que deberíamos preocuparnos por otros datos que son estremecedores: de los quince años más cálidos desde que en el siglo XIX se empezaran a registrar las temperaturas, catorce de ellos han sido en este milenio.

En dos semanas hemos visto arder el centro de Portugal, morir a medio centenar de personas huyendo en sus coches y a uno de nuestros más importantes Parques Nacionales devorado por las llamas. Seríamos injustos y poco rigurosos si creyéramos que ambos incendios son consecuencia directa del cambio climático, porque incendios como estos ocurrían ya hace décadas, aunque no podemos negar que el cambio se está produciendo y que es más grave de lo que creemos.

La semana pasada era Stephen Hawking el que nos avanzaba que tendríamos que huir de la tierra, como imagino que ya ha ocurrido en mil películas de ciencia ficción. Antes de que llegue ese momento, imagino que seremos capaces de darnos cuenta de que la conservación de la vida en el planeta es algo que debe ocuparnos a todos por igual, aunque Trump, Putin, Merkel y Macron debieran ser los primeros en aplicarse el cuento y, tras ellos, todos los gobernantes de países, regiones, ciudades y pueblos.

Quienes creemos en la participación ciudadana tenemos que ser consecuentes y no dejar todo en manos de quienes rigen nuestros destinos: es el momento de empezar a poner nuestro grano de arena y deberíamos usar menos el vehículo privado, tendríamos que reciclar casi todo porque no hay en el mundo espacio para tanta basura, y sería necesario sustituir con energías renovables a las que tanto contaminan. Y también habría que empezar a replantearse seriamente si no nos habremos pasado un millón de pueblos en tantos éxodos desde el campo a las ciudades, porque nuestros bosques no tienen quien los cuide y solo nos acordamos de ellos cuando las llamas entran en nuestras casas o por nuestras pantallas.

La misión de salvar la tierra debe dejar de ser un título de película futurista y pasar a ser la primera actividad diaria de cada ser humano. Cada paso que damos, ya sea desde los más altos despachos o desde nuestras humildes casas, debería estar medido y pensado para evitar que los malos presagios de Stephen Hawking se nos acaben haciendo realidad. La ciencia ya sabe muy bien lo que tenemos que hacer y solo nos queda desenmascarar a los que por intereses económicos cortoplacistas no se pondrán manos a la obra hasta que las aguas de los océanos entren en sus casas. 

Publicado en HOY el 28 de junio de 2017.

14 junio, 2017

Censurable

Casi todos los sistemas democráticos se han dotado de mecanismos para controlar, auditar e incluso reprobar a sus gobernantes. Hay algunos países bien cercanos, como Portugal, donde las mociones de censuras son bastante frecuentes y no hay ni que presentar candidato alternativo: con 116 diputados se puede obligar a dimitir al primer ministro.

En los últimos días nos han recordado las mociones que presentaron Felipe González y Hernández Mancha, y ya sabrán ustedes que perderlas puede ser la antesala del triunfo o el principio de la caída en picado. A muchos ya se les habrá olvidado que en Extremadura tuvimos también una moción de censura hace apenas tres años, en medio del debate sobre el estado de la región, e hizo surgir declaraciones subidas de tono: que si la intención oculta era otra, que si el daño que se estaba haciendo a la región, que si no nos habían avisado antes y mil excusas más. En aquellos días creo haber escrito que todo era tan simple como escuchar al candidato, valorar si eran ciertas las razones por las que se censuraba al gobernante y, sobre todo, calibrar si la alternativa merecía ser respaldada por aportar soluciones creíbles a cada problema planteado.

Mientras escribía estas líneas todavía no había terminado la sesión matinal en el Congreso de los Diputados y eran ya cerca de las cinco de la tarde cuando Ana Pastor decretaba un receso para juntar almuerzo, merienda y cena en una sola comida. Un rápido repaso por la prensa digital para hacerse una idea de lo ocurrido durante las primeras horas del debate acababa resultando un tanto decepcionante, porque casi se podía adivinar antes de abrir cada página web las palabras de cada crónica en función del sesgo de cada medio de comunicación: en esto hemos avanzado poco y todo es demasiado previsible.

Sí que sabemos que la moción presentada por Pablo Iglesias no prosperará y habrá quien opine que, si bien podía estar muy cargada de razones, debería haber esperado una ocasión más propicia y con más consenso entre las bancadas de la oposición. En cambio, hay quienes creen que la situación está llegando a un límite de salud democrática. Esta misma semana hemos conocido que la amnistía fiscal de Montoro es totalmente inconstitucional y un auténtico insulto a las personas que cumplen con su deber de pagar impuestos. Ayer, en el parlamento, Irene Montero tardó más de dos minutos en citar las decenas de casos de corrupción en los que han estado implicados políticos del Partido Popular, con varios presidentes regionales encarcelados y con todos los tesoreros imputados desde que lo fundara Manuel Fraga. La semana anterior dimitía el fiscal anticorrupción sobre el que hablaban maravillas los corruptos que están en prisión. No ha habido en la Europa occidental un partido más corrupto desde que se desmoronara la Democracia Cristiana italiana de Andreotti y tangentopoli. A pesar de todo esto, hay una mayoría de diputados que creen que Rajoy no ha cometido nada censurable. En fin.

Publicado en el diario HOY el 14 de junio de 2017

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