26 julio, 2017

El síndrome de Theon Greyjoy

No desvelaré secretos de la serie Juego de Tronos a pesar de la mención a uno de sus personajes secundarios en el título de este artículo, porque esto no va de ficciones sino de lo que desde hace ya varios días ha copado las portadas de este periódico: las desgracias, incidencias, retrasos o averías que sufren nuestros trenes. Quienes usamos este medio de transporte desde hace más de una década podríamos haber recopilado una crónica de los interminables trastornos que nos toca sufrir a diario pero que se soportan bien cuando el trayecto no pasa de los 60 km. Si el viaje es largo puede convertirse en una pesadilla y quizá por eso los medios de comunicación de la capital vienen por aquí a hacer reportajes veraniegos montados en nuestros trenes, para contarnos esa experiencia vintage de viajar como hace 50 años.

Subir a un tren en Extremadura es una pequeña aventura y no sabes si los frenos van a salir ardiendo en Torrijos o si te vas a ver en medio del campo en Los Pedroches, con un calor sofocante, esperando que otro tren pueda llegar por una vía única y sin electrificar, como las que empezaron a dejar de existir en las partes más desarrolladas de España hace más de 40 años.

En las últimas horas hemos escuchado que la paciencia tiene un límite y que las gotas han colmado todos los vasos. Parece incluso el momento propicio para que la reivindicación de un tren digno consiguiera el unánime apoyo social, político y mediático necesario para sacarnos de esta situación causada por la dejadez y el abandono de quienes no supieron defender la tierra. Pero, como ya nos adelantaban ayer en este periódico, hasta finales de 2019 no podríamos comenzar a sentir ni unaleve mejoría en un sistema ferroviario que se empezó a abandonar con alevosía a principios de los años 80 del siglo XX,  cuando se tenía que haber optado por la modernización ferroviaria y alguien decidió apostar todas sus cartas a las autovías, cerró las líneas que tenían pocos pasajeros sin preguntarse por qué ocurría y acabó creando un monstruo que nadie sensato se explica: tener la mitad de la población de Alemania, un tercio de su PIB y el doble de kilómetros de altísima velocidad pero con el resto de la red ferroviaria casi abandonada.

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Un tren digno es fácil de definir: aquel que no contamina y que te permite trasladarte a muchos lugares y en menos tiempo que por carretera. Me temo que nos falta mucho para lograrlo porque en esta tierra somos incapaces de unirnos unánimemente por el bien común. A veces parece que estuviéramos aquejados del síndrome de Theon Greyjoy, un personaje que da lástima y pena pero no tanto por lo maltratado que ha sido en su vida, sino por la incapacidad de rebelarse ante las injusticias que recibe y por haber acabado por aceptarlas como un mal menor.

Publicado en HOY el 26 de agosto de 2017

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12 julio, 2017

Nuevas expresiones


Me gustaría conocer la trazabilidad de las palabras y las expresiones que usamos. No me refiero a la etimología, que para eso ya hay lingüistas que han investigado todos los orígenes posibles, sino al proceso que lleva a que determinadas palabras que casi nadie usaba pasen a ser omnipresentes. Alguien que tenía que valorar proyectos y estrategias comentaba que era difícil encontrar una página en la que no apareciera el verbo implementar o las famosísimas sinergias y resiliencias. Son palabras que ya existían pero que tenían un uso muy restringido y que han dado un salto y ya se pueden escuchar en las tertulias de los medios de comunicación. Bienvenidas sean estas nuevas modas si lo que hacen es enriquecer las escasas dos mil palabras con las que se manejan diariamente la mayoría de las personas y que acaban por dar la razón a quienes nos venden lo de aprender un nuevo idioma con solo mil.

Luego están aquellas expresiones que parecen traducciones calcadas y que a simple vista nos parecerían incorrectas, como ocurre con poner en valor. No hay discurso que se libre de la locución y hace ya unos años, cuando empezó propagarse como un virus, el profesor Lama mepuso en la pista de que el diccionario de Manuel Seco la recogía y usaba como fuente una noticia de este diario HOY de 24 de septiembre de 1974.

No son estas las expresiones que nos sacan de quicio a los que tenemos cierta preocupación por el lenguaje sino otras, que se clavan como canción pegadiza de la que uno no es capaz de zafarse. Hace ya unos años escribí sobre esa horrible coletilla de los políticos de rematar cada propuesta con un "como no podía ser de otra manera". En este caso ya no es un problema de construcción gramatical sino de consideración intelectual hacia el oyente, porque salvo que el político en cuestión nos esté recitando el principio de Arquímedes o algo similar hay millones de cosas que pueden ser de otra manera (y en muchos casos sería deseable). Imagino que alguien les habrá dicho que con ese colofón la afirmación se hace más rotunda y creíble, que convierte su propuesta en indiscutible.

Lo peor que hemos encontrado en los últimos años es la invasión en todas las conversaciones de algunos de esos engendros procedentes del lenguaje político como la falsa disyuntiva del "sí o sí", el horrible "eso no, lo siguiente", por no mencionar a los que convierten el verbo "flipar" en transitivo o a los que no dejan de "petar" a todas horas, quizá ignorando el origen del verbo. Sería insoportable si no fuera porque estas nuevas expresiones serán pronto tan viejunas como el "guay del Paraguay", el "chachi piruli" o "la cagaste Burt Lancaster".  Mientras tanto me gustaría saber quién puso de moda alguna de estas que nos asaltan día a día y que, en opinión de más de uno, merecerían un reproche social por los daños que nos causan cada vez que las escuchamos.

Publicado en el diario HOY el 12 de julio de 2017.

Un mundo en guerra

Un periódico de la capital anunciaba el pasado domingo que Europa se estaba preparando para un escenario de guerra. La palabra escenario es ...