20 marzo, 2019

Cerca y lejos





Además de la llegada a la luna hay otros hitos históricos que también cumplen medio siglo. La serie que aquí conocimos como Barrio Sésamo, aquella que nos enseñó con muñecos peludos la diferencia entre dentro y fuera o arriba y abajo, también soplará 50 velas en el mes de noviembre. En cuanto te pasabas de la edad adecuada las explicaciones de Grover, al que aquí rebautizaron como Coco, dejaban de parecernos útiles y se convertían en muletillas que repetíamos con más o menos gracia hasta que nos hacíamos adultos.



A veces creemos que nos preocupan más las cosas que ocurren a nuestro alrededor que las que pasan en el quinto pino, pero es un espejismo. Las dificultades y la precariedad de las barriadas de nuestras propias ciudades pueden ser invisibles si vivimos en la parte más cómoda del centro o en una zona residencial. Lo mismo ocurre con las guerras y con las violencias terroristas, que nos afectan más si es en una sala de conciertos de París o de Manchester, y menos si es en Yemen desde una fragata fabricada en España.



El viernes se nos podrían haber roto muchos de los esquemas porque en el lugar civilizado más alejado de nuestros pies, en las antípodas que nos enseñaban en la clase de geografía, un tipo con un arma, en la que estaban grabados nombres como Don Pelayo o el del asesino de Carlos Palomino, descerrajaba a 49 personas en una mezquita neozelandesa durante el viernes de oración. Tres veces más lejos que cualquier día en Iraq pero con mucho más espacio en nuestros periódicos y telediarios.



Los adverbios son mi parte preferida de la oración: invariables, sin género, sin número. Lejos no es plural aunque acabe en ese y cerca no es femenino aunque termine en a. No son los adverbios lo que determinan cuánto nos afecta algo sino nuestra capacidad de vernos en la piel de otra persona. Quizá eso explique que nos preocupe menos una explosión en Basora que un tiroteo en Nueva Zelanda o Arizona.



¿Acaso ahora está todo demasiado cerca? El lector de inglés nos contaba en la clase del lunes el origen de la segunda enmienda de la Constitución americana y nos preguntaba los pros y los contras de la tenencia de armas. Un ejercicio difícil porque hay quienes no vemos ni una sola ventaja en máquinas destinadas a acabar con la vida de otras personas. Quizá por eso, mientras se me ocurría algo que decir,  me vino a la cabeza la letra de Pablo Guerrero en la que nos animaba a tapar a la calle para “que no pase nadie / que vista de negro / que lleve pistola /y beba Coca-Cola.” Así que no tengamos miedo de si están lejos o cerca quienes creen en la supremacía de unos sobre otros y abramos las calles para “que pase la gente / que vista de flores / que beba aguardiente/ que va hablando sola / y no pinta en las paredes”.

Publicado en el diario HOY el 20 de marzo de 2019


06 marzo, 2019

Pánico al feminismo



Pasado mañana las calles de todo el mundo volverán a ser escenario de manifestaciones en favor de la igualdad de derechos y de oportunidades entre mujeres y varones. El año pasado el carácter reivindicativo y festivo del movimiento superó todas las previsiones y este año el ambiente viene enrarecido por la presencia constante de mensajes que advierten contra el feminismo, al que desde el pensamiento más cavernario se le tilda con adjetivos y nombres compuestos que no están ni en la definición más académica, ni en la historia del movimiento, ni en la inmensísima mayoría de las personas que lo apoyamos.



La humanidad está llena de situaciones de injusticia que se han ido eliminando poco a poco. La igualdad entre hombres y mujeres ha llegado lejos con respecto a otras desigualdades en el plano teórico y en unos cuantos países, pero dista mucho de ser real en el plano efectivo, que es el que cuenta. De nada vale tener una legislación que garantiza la no discriminación si no existen medios para denunciar y castigar a los que ponen en práctica el machismo de puertas para adentro.



En 2016 participé en un taller en el que fuimos poniendo sobre la mesa las ventajas de las que disfrutan los varones con respecto a las mujeres y las había en todos los ámbitos: desde las costumbres diarias a la sensación de seguridad, pasando por la adjudicación directa de las tareas de cuidados y sin entrar en ese mundo aparte que constituye el acceso al trabajo o las relaciones laborales en el sector privado. La conclusión que sacamos es que los varones, aunque no lo queramos ni lo deseemos, salimos beneficiados del sistema patriarcal.



Hace un par de semanas me contaban que en un instituto de barrio había algunos adolescentes varones temerosos ante el avance de los propuestas de igualdad del feminismo y que estaban abrazando posiciones antediluvianas en esta materia. ¿Debe un varón temer la igualdad y el avance del feminismo?  Pues la respuesta es muy fácil ya que es la misma situación que pudo vivir la nobleza antes de la Revolución Francesa o el dueño de plantaciones de algodón en los Estados Unidos del XIX. Sí, cuando uno disfruta de más derechos de los que en justicia le corresponden, es posible que el avance de quienes reclaman esos derechos les haga sentir que pierden terreno.



A los que tienen pánico al feminismo solo me queda aconsejarles que se lo curen y que no hagan como el negrero de Alabama que temía el triunfo de los abolicionistas del norte, ni como el empresario que vaticinaba el fin del mundo ante los huelguistas que reclamaban ocho horas de trabajo diarias. El feminismo no va contra los varones, al igual que la lucha contra la esclavitud o contra el racismo no se dirige contra las personas de raza blanca sino a favor del género humano. Cada vez somos más los varones que no tememos nada al feminismo porque es también nuestra lucha.

Publicado en HOY el 6 de marzo de 2019 

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Un mundo en guerra

Un periódico de la capital anunciaba el pasado domingo que Europa se estaba preparando para un escenario de guerra. La palabra escenario es ...