26 febrero, 2020

Currículum oculto

La palabra currículum, que se recomienda escribir con tilde si va sola y quitársela si va acompañada de vitae, es la relación de los títulos, honores, cargos, trabajos realizados, y datos biográficos que califican a una persona. En cambio, se conoce por currículo a la regulación de los elementos que determinan los procesos de enseñanza y aprendizaje para cada una de las enseñanzas y etapas educativas.

Quienes están al margen de lo que ocurre en colegios e institutos solo conocerán la primera acepción, la de ese escrito en el que se cuenta qué has estudiado y dónde has trabajado. Les sonará a chino lo de extracurricular, adaptación curricular y hasta el currículo oculto, que es como llaman ahora a todas esas cosas que se enseñan y se aprenden en las aulas pero que no se recogen de manera explícita en la voluminosa documentación que tienen que manejar los enseñantes de hoy en día.

Pero no voy a hablarles de ese currículo oculto, que merecería un capítulo aparte, sino del curriculum vitae de una ministra, que ha sido acusada por algún medio de no haber mencionado en él sus tareas como empleada de una tienda de electrodomésticos. Cuando me enteré de la polémica esbocé una sonrisa por este giro copernicano de la investigación periodística, más ocupada ahora en descubrir lo que ha desaparecido de un CV que de lo que se ha engrandecido en otros muchos, incluyendo másteres no realizados y poderosas proezas, como la de acabar media carrera en un cuatrimestre.

El asunto se quedaría en anécdota si no fuera porque muchos expertos sí recomiendan redactar un currículum específico para cada solicitud, despojando de aquello que sea menos relevante para las características del puesto que se pretende desempeñar. Pero la anécdota se convierte en algo más serio porque nos recuerda lo que miles de jóvenes han tenido que hacer a lo largo de su vida: no mencionar todos los títulos o habilidades para así poder conseguir un trabajo cualquiera.

Que la ministra de Igualdad no haya escrito nada de sus meses como dependienta de una tienda no es ningún delito y quizá haya sido una tontería no ponerlo, porque no es una deshonra (ningún trabajo lo es) y siempre será una experiencia de la que aprender.

Pero el drama del currículum oculto es otro: es el de la licenciada o graduada que no cuenta que ha estudiado Humanidades o Psicología para que le den un contrato de tres meses en una tienda de ropa baratísima, o el del ingeniero que no menciona que lo es para poder seguir montando sencillos cuadros eléctricos aunque sea por el salario mínimo. 

Una experta en recursos humanos me dijo que muchas empresas rehúyen de candidatos con más formación de la necesaria porque creen que acabarán frustrándose y dejando el trabajo a la primera oportunidad. La realidad es que seguimos formando a personas jóvenes que es muy probable que acaben suplicando un trabajo para el que están sobradamente preparadas. ¿Tocará emigrar de nuevo? 

Publicado en el diario HOY el 26 de febrero de 2020

 

05 febrero, 2020

Culpables por defecto


Hace años que leí un libro de Owen Jones en el que contaba la manera en que los medios británicos ridiculizaban a las capas más desfavorecidas de la sociedad y las hacían culpables de sus propios males. No ha sido la presencia del Reino Unido en todos los noticieros recientes lo que me ha traído este libro a la memoria, sino algunas noticias y declaraciones que atribuían la causa de los cortes de luz en los barrios más desfavorecidos de Badajoz al cultivo de ciertas plantas o a los enganches ilegales de algún vecino. 



Desconozco cuál es el exceso de kilovatios que se produce dando luz y calor a hierbas alucinógenas y entiendo que es grave (y también muy peligroso) realizar enganches a la luz de manera ilegal y fraudulenta. Pero me preocupó que la todopoderosa empresa eléctrica y el alcalde accidental apuntaran rápidamente con el dedo a los causantes del desaguisado y no se preocuparan casi nada de las víctimas.



De ellas sí nos habló Natalia Reigadas en las páginas de este periódico y me estremeció el testimonio de esa hija que a las siete de la tarde les preparaba la cena a unos padres muy mayores, que ya no están en condiciones para andar a tientas en la oscuridad cada dos por tres.  Por no hablar del vecino que necesita una máquina para respirar y que llamó a la policía angustiado por tanto corte de luz.



De la pobreza energética no nos hablan casi nunca y no siempre nos cuentan todo. Esa pobreza no solo provoca frío en las noches de invierno sino también muerte y destrucción. En nuestros barrios y pueblos más humildes son inviables e inasequibles métodos más limpios y eficientes de caldear las habitaciones y se siguen utilizando braseros peligrosos  que, a veces, acaban en intoxicaciones e incendios.



La semana pasada visitó la mayor ciudad de Extremadura un relator de Naciones Unidas preocupado por los niveles de pobreza de la ciudad y no sé qué impresión se habrá llevado tras visitar Santa Engracia o Los Colorines. Nada nos sorprenderá lo que escriba un relator australiano porque es muy posible que coincida con el informe Foessa de una institución tan poco sospechosa como Cáritas, que en el pasado mes de octubre apuntaba la escalofriante cifra de un 23 % de la población en riesgo de exclusión.



Mientras se encuentran soluciones a largo plazo para este drama que afecta a casi un cuarto de la población, convendría no generalizar y culpar a la ligera a quienes habitan los barrios más desfavorecidos, porque la inmensa mayoría no son ni traficantes ni ladrones, son gente humilde y que merece un trato digno y una presunción de inocencia. No sé si fue a Owen Jones a quien le escuché hablar de “culpables por defecto”, de gente a la que su origen les tiene colgado un sambenito y que tienen marcada de antemano una casilla fatídica e injusta, la que les hace responsables de todo aquello que sufren. 

Publicado en HOY el 5 de febrero de 2020

Un mundo en guerra

Un periódico de la capital anunciaba el pasado domingo que Europa se estaba preparando para un escenario de guerra. La palabra escenario es ...