17 noviembre, 2021

Brutal y formidable

Llevo unos cuantos años escuchando el adjetivo brutal para referirse a algo formidable. Además, suele usarse en intervenciones aisladas y contundentes que valen para ensalzar la sublime calidad de un plato, de una canción, de un traje nuevo o del último peinado innovador.  

 

Al principio pensé que sería una moda pasajera de gente joven hasta que también se lo comencé a oír personas de mediana edad e incluso tirando hacia la tercera. Así que me fui al diccionario más académico y vi que aún no habían recogido ninguna entrada para ese nuevo uso tan alegre y entusiástico del adjetivo. Recurrí a María Moliner y mi paisana me confirmó que, de entre todos los usos posibles de esas seis letras, no había ninguno digno de aplauso y admiración: el bruto era alguien falto de inteligencia e instrucción, que hacía uso de la fuerza física, que practicaba la imprudencia y la falta de respeto hacia todo ser viviente.

 

No sé si ya hay alguien investigando cuándo se empezó a dar la vuelta al término hasta conseguir el significado contrario. La cuestión es que no son tan lejanos los titulares que hablaban de un “trágico y brutal atentado”, o los gritos de comentaristas deportivos despotricando sobre la “brutal entrada” del defensa más leñero del equipo rival.

 

He llegado a preguntarme si esto mismo nos estará pasando con más palabras y no nos estaremos dando cuenta. ¿El léxico también cambia de bando o quizá deberíamos decir que es secuestrado por sus usuarios? A lo largo de la historia hemos visto que la paz, la libertad, la seguridad, el bienestar o la justicia se convertían en armas arrojadizas y de doble filo, que se usaban del lado que más convenía. Las mismas palabras se utilizan para defender unas ideas o las contrarias dependiendo de los complementos que se vayan añadiendo. Todos aman la libertad, pero unos dan prioridad a la de los mercados y los capitales, mientras que otros prefieren otorgársela a los seres humanos que huyen de males mayores. Nadie habla mal de la seguridad, pero unos la quieren para preservar privilegios y otros la reclaman para no seguir indefensos y a la intemperie.

 

Quizá dentro de treinta años esta columna sea una reliquia que solo sirva para reírse de aquellos tiempos en los que brutal todavía se entendía como algo cruel y violento. Nada nuevo bajo el sol, porque formidable hizo el camino inverso y hace tres siglos servía para describir “lo que era muy temible y difundía asombro y miedo”. 

Reconozco que soy de los que jamás exclamaré brutal para referirme a algo extraordinariamente grande, fuerte, bueno o intenso. Sería capaz de darme por vencido y perder la batalla semántica siempre que fuéramos capaces de ganar la guerra de los conceptos. Los más graves problemas que amenazan al mundo, como son la pobreza, el cambio climático, la desigualdad o las violaciones de los Derechos Humanos, han sido y seguirán siendo brutales. La gente que se deja la piel, su tiempo y sus recursos por defender la supervivencia de la vida en el planeta y por el bienestar de todas las personas más necesitadas, esa es una gente formidable imprescindible. 

 

Publicado en las páginas de opinión del diario HOY el 17 de noviembre de 2021

 





03 noviembre, 2021

Desde el tren

En los últimos dieciséis años he recorrido unos 360.000 km en tren sin salir de Extremadura. Podría haber dado nueve veces la vuelta al mundo, pero todo se ha resumido en un paseo diario por las Vegas Bajas del Guadiana. Es allí donde esbozo las frases que están leyendo ahora, mientras por la ventanilla veo pasar la historia reciente del ferrocarril en la región. 

Cuando empecé esta singladura estaba reciente aquella promesa de Durão Barroso y Aznar en la cumbre de Figueira da Foz de 2003. Se esperaba que en siete años podríamos tener unos trenes supersónicos que nos colocarían en cualquier capital ibérica en un santiamén. En 2007 empecé a ver movimientos de tierras, a sufrir retrasos debido a las obras y poco después supimos que todo se alargaría mucho más de lo previsto. 

 La crisis de 2008 tardó un par de años en escribirse en rojo en los presupuestos generales. Había dado tiempo a tener construida la plataforma entre Novelda y La Garrovilla para poner en el futuro un par de vías de tren y catenarias que jubilaran para siempre el gasóleo. Ya veíamos cerca aquello de movernos con energías no contaminantes y de dejar atrás los combustibles fósiles que tanto destruyen el planeta y la vida sobre la tierra. 

Sin embargo, sobre aquella plataforma vacía volvió a crecer la hierba: tardé casi una década en ver obras durante los escasos 60 km de mi trayecto diario, me dio tiempo de ver jubilarse a varios interventores de Renfe, de conocer qué sistemas ferroviarios del mundo eran más sensatos que el que estábamos construyendo, de leer mil artículos sobre la locura de tener la segunda red de alta velocidad del mundo (solo superada por China con 1.500 millones de habitantes) al tiempo que desde capitales de provincia situadas a menos de 250 km de Madrid (Soria, Teruel, Cáceres) se seguía tardando casi cuatro horas en llegar a la villa y corte. 

Sigo interesándome por todas las noticias que se publican sobre los ferrocarriles en Extremadura, pero hace años que dejé de ilusionarme y de creer que mi trayecto se vaya a reducir en tiempo próximamente. He de confesar que me ha dejado de importar demasiado y que he decidido aprovechar esos minutos de más que paso en los vagones extremeños para leer, escuchar programas de radio, oír música o escribir columnas como esta. 

 Ayer leí en un gran titular de este periódico que “la doble vía electrificada del tren se alarga hasta Montijo pero sigue sin llegar a Badajoz”. Ya nos habíamos dado cuenta quienes lo vemos y vivimos a diario. Y también sabemos que todavía no hay nada hecho más allá de Navalmoral, que tardará muchos años en llegar desde Madrid a Extremadura un tren puramente eléctrico, o que para llegar a casi todas las estaciones extremeñas habrá que salirse de la línea flamante para usar las de toda la vida. 

Imagino que no tardaremos en ver mejoras en nuestros trenes, pero ha llegado el momento de que dejen de prometernos fechas que saben que no se pueden cumplir. Mientras tanto, tomaré apuntes desde el tren para saber cómo acaba esta historia. 
 
Publicado en el diario HOY el 3 de noviembre de 2021.
 

 

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