14 noviembre, 2023

Punto y aparte

     A primeros de febrero de 2006 llevé a mi hijo al pediatra y a la salida del centro de salud se me acercó alguien para preguntarme, literalmente, si quería “firmar contra los catalanes”. Lo fácil hubiera sido contestar con cualquier excusa o con tres palabras que justifican casi todo: tengo mucha prisa. Pero esta manía de analizar cada frase que escucho me llevó a plantearle, mientras me alejaba con el niño, si la firma iba contra todos los catalanes sin excepción.

     Sí, yo sabía de sobra que la firma era contra la tramitación del nuevo Estatuto de Autonomía de Cataluña, que se aprobó en las Cortes y en un referéndum el 18 de junio de aquel mismo año con un 73% a favor y un 20% en contra, con la paradoja de que en ese 20% estaban tanto el Partido Popular como Esquerra Republicana de Catalunya, aunque por motivos opuestos. El PP recurrió al Constitucional 30 artículos de aquel Estatut que, curiosamente, se calcaron en la reforma del de Andalucía en 2007, a los que el entonces partido de Rajoy votó a favor y jamás impugnó ante ningún tribunal.

     Hoy comienza el debate de investidura más intenso que se recuerda, que casi supera a aquel del 23 de febrero de 1981 en el que los disparos sonaron en el hemiciclo, un tipo con tricornio intentaba zancadillear pistola en mano a un vicepresidente del gobierno y el general muñidor - salvo que un día nos cuenten toda la verdad - era indultado en apenas siete años. No sé si será un debate con buenos modales o un griterío impropio de adultos que representan a la ciudadanía que los eligió.

     Del debate cabría esperar que trataran los problemas más graves que nos afectan: el desempleo, las condiciones laborales, el precio de la vivienda, la situación de la sanidad, las pensiones, el cambio climático, la cultura, la inflación, la pobreza y la aporofobia, el racismo, las guerras televisadas y las olvidadas, la salud mental, la violencia machista, el abandono de nuestros mayores, la despoblación rural o el acoso escolar. Me encantaría equivocarme, pero me temo que hoy y mañana apenas habrá espacio para los problemas reales de la inmensa mayoría de la población y solo vamos a escuchar una palabra de ocho letras procedente del olvido griego.

     Mis dos primeros párrafos de hoy no debieran caer en el olvido. Muchos de los que gritan estos días en las calles no saben cuándo se pasó de aquellos desacuerdos a los graves conflictos. En más de una ocasión me he preguntado por qué no copiamos la manera de solucionar litigios similares en otros lugares del mundo (hay más de uno) y he llegado a la conclusión de que hay quienes no quieren rebajarse a ningún acuerdo pacífico cuando creen tener en su mano una aplastante victoria.

 

     Hoy me toca volver al centro de salud y sé que a la salida no me van a pedir una firma contra todo un grupo humano. Sé que estamos lejos del punto final a un conflicto con siglos de historia, pero necesitamos un punto y aparte para abordar lo urgente y lo imprescindible.

 

 Publicado en el diario HOY el 15 de noviembre de 2023



 

 

 




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