Creo que fue en 2004 cuando se estrenó la película Roma, la que dirigió Adolfo Aristarain y con José Sacristán, Juan Diego Botto y Susú Percoraro como protagonistas. De ella se me quedó grabada una escena en la que la protagonista afirmaba algo parecido a que los seres queridos, los que se nos van físicamente, permanecen de alguna manera mientras haya quien se acuerde de ellos. No cabe duda de que tener memoria es una virtud que no debiera tener detractores de ningún tipo, de ahí que no se acabe de entender el interés de los más retrógrados en que ya no se hable más de quienes están en las cunetas y sí de quienes ganaron batallas (algunas inexistentes) durante el medievo.
Nuestros antepasados también decidieron escribir lo que había ocurrido para que aquellos hechos y personajes destacados pudieran ser rememorados posteriormente: si no fuera por Tucídides quizá no sabríamos casi nada de la guerra del Peloponeso y gracias a Tito Livio nos hacemos una idea de lo que fue Roma desde la fundación de la ciudad. No hay discurso grandilocuente que no acabe mencionando aquella advertencia para los pueblos que ignoran su pasado y que estarán condenados a repetirla. La frase vuelve a estar de moda desde hace ya varios años en Europa y otros lugares del planeta, porque se viene reproduciendo un calco de lo ocurrido en la misma década del siglo XX. Así que no estaría de más desempolvar los libros escritos por historiadoras e historiadores de verdad y repasar todas las tragedias de aquellos años, con sus causas y sus consecuencias.
Si creemos que cultivando la desmemoria seremos más felices, estaremos cometiendo un craso error: la desmemoria es una enfermedad silenciosa, de las que comienzan por no causar ningún dolor pero que van minando los cuerpos hasta que ya no hay manera curar. Ojalá no nos encontremos en ese momento aciago de estar incubando, nuevamente, un mal del que conocemos todas sus consecuencias porque están más que documentadas y sobre ellas hay literatura, cine y arte que nos las han plasmado de mil maneras. Si hoy tenemos un importante porcentaje de adolescentes varones que frivolizan con regímenes dictatoriales de corte fascista, quizá no sea solo por una pérdida de memoria sino por no haber llegado nunca a conocer las terribles consecuencias humanas y sociales que trajeron todos aquellos regímenes en los que el racismo, la discriminación y la aniquilación de todas las libertades camparon a sus anchas.
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