Elogio de la crítica
Recuerdo a una profesora que cada vez que acababa el curso pasaba una encuesta a sus alumnos. En ella preguntaba si algo les había parecido bien (en el hipotético caso de existir) y obligaba a que, como mínimo, nombraran una cosa que no les hubiera gustado. Esta última cuestión se acabó por convertir en un suplicio para los alumnos y cada vez era más difícil arrancarles poco más que un adverbio desganado. Aunque pudiera parecer lo contrario, aquella profesora comentaba que sus alumnos, a pesar de su cercanía, la veían como un poder ante el cual se es instintivamente temeroso y sumiso. En aquellos cuestionarios recogía elogios y adulaciones, pero siempre dice que lo que realmente le ha servido han sido las críticas: de ellas aprendió a repartir mejor la atención entre sus pupilos, a ser más paciente, a entender los malos momentos de los chavales, a elogiar cada pequeño avance o a tener gestos humanos y llenos de afecto. Nada sacó de los aduladores, pero de los que se atrevieron a plantear sus puntos de vista con sinceridad y sin miedo aprendió a equivocarse menos y a comprender mejor sus alumnos. La crítica constructiva nos puede hacer rectificar y perfeccionarnos, la lisonja fácil nos puede hacer perseverar en los errores.
17 septiembre, 2005
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