27 octubre, 2005

El estatuto y la heterodoxia



El estatuto y la heterodoxia

Sería muy fácil ponerse en la cola de los que van apedreando al nuevo estatuto catalán desde la distancia aunque siempre existe la posibilidad de tratar de salir del coro y articular una opinión diferente: nuestra democracia es tan sólida que permite discrepancias cordiales en este asunto sin que nos vaya la vida en ello. La verdad es que cualquier texto es mucho más interesante que doscientos artículos que ni sorprenden ni cultivan el alma del lector porque, en el fondo, no hay nada que pueda provocar asombro si se conoce un poco de la historia reciente – y no tan reciente – de la península: nada se propone que no se fuera previsible teniendo en cuenta los postulados mantenidos por la mayoría de los partidos catalanes.

Sí que habría resultado llamativo que la nueva norma pretendiera devolver al Estado competencias ya asumidas, pero la ampliación del estatuto agotado deja bien claro la voluntad de respetar los límites establecidos en el artículo 149.1 de la Constitución. También sería legítimo desde el punto de vista democrático buscar una reforma constitucional aunque no parece que sea ése el propósito de la mayoría de partidos catalanes. Una lectura superficial nos puede producir cierta alegría cuando se observa la plasmación de principios que hace 25 años estaban en pañales, como la participación ciudadana, la igualdad de género, la cohesión social, el medio ambiente o la cooperación al desarrollo. No hay grandes novedades prácticas respecto otros temas polémicos como la realidad lingüística y sí que se observa un enorme espíritu municipalista – donde se ve la mano del Maragall alcalde –  y un escrupuloso respeto a las particularidades del Valle de Arán.

Si uno viene de Nueva Zelanda y ve la que se está montando deduciría que el texto aprobado es una declaración de independencia y que Cataluña no quiere saber nada más del resto, pero lo que podemos leer es que la Generalitat se impone el deber de  prestar la ayuda necesaria a las demás comunidades autónomas para el ejercicio eficaz de sus competencias. Además se articula la contribución a la solidaridad con las demás regiones a fin de que los servicios prestados por los diferentes gobiernos autonómicos a sus ciudadanos puedan alcanzar niveles similares. La cuestión es que lo que se lee en el boletín oficial no se parece en nada a lo que se oye en las tertulias de radios y tabernas, donde entrar con acento catalán puede ser hasta peligroso.

Otro asunto que parece abrir la caja de Pandora es la palabra nación. Para los que nos apasiona la etimología es muy interesante ver cuántas cuestiones políticas acaban frente al diccionario aunque es lamentable que haya personas que se crean en posesión de las palabras y sean capaces de negar derechos por una cuestión de definiciones. Ya hemos visto hace poco algo similar con la palabra matrimonio y no deja de ser una cuestión trivial como la frontera entre piso y apartamento, entre simple casa y chalet. Si todo esto es un problema de nomenclatura es que no estamos en un país serio ni maduro porque del mismo modo que los matrimonios homosexuales no suponen ninguna desvalorización de los tradicionales, la nación catalana no quita ni un pelo a los que quieran seguir sintiendo a la española. ¿No es Cataluña un conjunto de personas que generalmente hablan un mismo idioma y tienen una tradición común? Pues ésa es la tercera acepción de la palabra en el diccionario de la Real Academia

Puesto que el texto se va a seguir debatiendo, sería necesario crear las condiciones óptimas para poner cordura en el debate antes de que la palabra Cataluña se vuelva un arma arrojadiza en el ruedo del juego partidista electoral. Rajoy sabe que enarbolar la bandera española con palabras fáciles contra la inmensa mayoría de Cataluña le supondría un mínimo costo en aquella comunidad (tal vez convertirse en un partido casi extraparlamentario) y recibiría miles de votos de nacionalistas españoles que votan al PSOE. Sabe el líder del PP que tiene a Zapatero contra la pared porque su talante y su capacidad de encaje y mediación pueden naufragar ante los ataques más dañinos, los de sus propios compañeros de viaje. Sólo así se explican reuniones como las del pasado fin de semana en Sevilla, con líderes populares haciendo un discurso de enfrentamiento de territorios que – ahora sí –  recuerda a los Balcanes: Aznar resurge para hacer comparaciones con la antigua Yugoslavia y sería bueno saber con cuál de aquellos protagonistas se identificaría más, si el Tudjman fragmentador o el Milosevic de la unidad.

Pero lo que sí que sería desolador y peligroso es tener en Madrid el gobierno de un partido muy minoritario en Cataluña porque, aunque parezca lo contrario, sería en esa situación cuando más se acentuarían las aspiraciones independentistas. Nada sería más nocivo que un gobierno centralista que negara hasta la discusión preliminar con el noventa por ciento de Cataluña. Para que eso no ocurra son necesarias dos cosas: Que el Presidente de Gobierno sea capaz de usar sus buenas artes negociadoras con los partidos catalanes para afinar cuestiones de financiación y que en su partido le dejen hacerlo. Tras escuchar sus palabras el pasado domingo podemos pensar que lo primero es posible pero, ¿será posible lo segundo? Hasta que sepamos esa respuesta el debate del estatuto catalán va a necesitar de un poco más de heterodoxia.

Javier Figueiredo. Publicado en EL PERIÓDICO EXTREMADURA el 27 de octubre de 2005



26 octubre, 2005

Nuevos nombres,viejos métodos


Nuevos nombres, viejos métodos

Desde el inicio de la historia los poderes extendieron un amplio abanico de técnicas para torturar a reos y detenidos. La Inquisición agudizó su ingenio para desvelar herejes y bien entrado el siglo XX hubo países en los que no hubo cortapisas morales para obtener confesiones o delaciones. Cuando los malos tratos pasaron a ser considerados políticamente incorrectos, a finales del siglo pasado, ya no se podía salir de un centro de detención lleno de magulladuras y lesiones, por lo que las acciones han tenido que perfeccionarse hasta llegar a la sofisticación  de Guantánamo. Allí se están probando técnicas de estrés y padecimiento, se manipula el ambiente para hacerles sentir calor y fríos extremos, se despierta deliberadamente a los detenidos para desorientar y desajustar el sueño, se les fuerza a caminar en posturas dolorosas, se provocan asfixias arbitrarias, se aísla de forma prolongada, se manipulan las percepciones sensoriales alternando silencios absolutos y sonidos de gran volumen que acaban por enloquecer a cualquiera y se infunde temor hasta extremos insospechados. De Guantánamo se puede salir sin un solo moratón pero literalmente destrozado gracias formas de destrucción humana con nuevos nombres que sirven para seguir usando los viejos métodos. Acabar con Guantánamo es tan urgente como fue terminar con Auscwitch o Mauthaussen ¿A qué estamos esperando?

Javier Figueiredo

24 octubre, 2005

Pequeñas verdades

Los que hemos decidido no buscar la verdad absoluta, la que explica la creación y el más allá, nos contentamos con las pequeñas verdades, las que nos llenan de momentos gozosos y gloriosos como aquellos misterios del rosario (aunque también los había dolorosos).

El ruido de las cigüeñas en lo alto del Ayuntamiento es una de esas piezas del collage de las verdades. En el silencio de la tarde encierra la voz cariñosa de quien te quiere, la llamada nerviosa del que te admira, la presencia del amigo sincero, la mano en el hombro de quien te consuela, la lágrima fácil de los que anteponen su corazón a cualquier tipo de convención social. Hoy, al volver a casa, he sentido un aire que me recordaba que no hay nada como divagar sin miedo: otra verdad con la que construir presencias ¿o no?

12 octubre, 2005

Tabaco

Tabaco

El próximo mes de enero viviremos un monográfico sobre el tabaco en el que tendremos que discutir sobre las libertades individuales en un falso debate sobre el derecho al consumo de nicotina – algo que nadie pone en duda – cuando todo se reduce a un problema de combustión de sustancias y contaminación de espacios públicos y cerrados.

Estamos rodeados de gente que por voluntad propia es adicta a la nicotina, al vino tinto, a los video-juegos o al jamón. Doctores habrá que adviertan a cada uno de los peligros que implican, pero resulta que mientras algunas sustancias o aficiones se consumen de forma individual y sin invadir a los demás, los adictos a la nicotina no la ingieren ni inyectada ni en parches cutáneos, sino por medio de la quema de unos cigarrillos que llenan de humo los espacios y que perjudican directamente al resto de seres humanos sin discriminar ancianos, bebés o asmáticos.

Cualquier prohibición corre el peligro de ser ignorada y es de temer que serán miles los que sigan fumando en sitios públicos o lugares de trabajo sin importarles que el humo acabe en los pulmones de su vecino. También deberíamos plantearnos por qué hay que prohibir cosas de sentido común: de igual manera que en los restaurantes no hay letreros que impidan dormir la siesta encima de las mesas - aunque sea muy relajante- tampoco debería vetarse la combustión de cigarrillos en esos mismos lugares, porque el que a uno le apetezca mucho hacer algo no le da derecho a llevarlo a cabo cuando invade a los demás. Lo más sensato sería que los fumadores, por propia voluntad, hicieran lo que quisieran sin molestar a los demás. Hasta que llegue el día de la conciencia colectiva será una pena tener que ver prohibiciones por todas partes para lograr algo tan simple e indiscutible como dejar respirar.

Javier Figueiredo

08 octubre, 2005

Las protestas y sus formas

Las protestas y sus formas


Una de las premisas básicas que debiera tener cualquier protesta ciudadana es la de intentar ganar adeptos en lugar de acumular damnificados. Hay una diferencia entre hacerse oír y molestar con un ruido que puede hacer oscurecer la transmisión del propio mensaje. Ni que decir tienen que la violencia desautoriza moralmente a quien la ejerce, tanto si es física (puñetazos, pedradas, etc.) como si es de otro tipo (chantajes, amenazas, abusos de poder, etc.) Teóricamente llevamos 30 años sin dictadura y las reglas del juego deberíamos saberlas de memoria, pero siempre hay quien, por un lado o por otro, pretende reescribir las normas de acción democrática que se suponen muy simples: Tener siempre la misma vara de medir independientemente de si se está en el poder o en la oposición, anteponer la libertad de expresión a cualquier tipo de conveniencia coyuntural, desterrar cualquier tipo de violencia y permitir cualquier forma de protesta, desde la rupestres a las cibernéticas, sin más cortapisa que la de proteger la integridad de las personas. Ahora que ya nadie insulta a otro llamándolo pancartero es buen momento para plantearse que las explicaciones claras, pausadas y razonadas pueden ser más fructíferas que el insulto, la algarada y las molestias inútiles. Protestar es una de las grandezas de la libertad que no podemos ni cercenar ni adulterar.


Javier Figueiredo

05 octubre, 2005

Precios

Precios

Quienes ignoramos el funcionamiento de las entrañas de la economía podemos entender que un piso del año 90 costase cincuenta mil euros y ahora doscientos mil, que un utilitario valiera diez mil euros y ahora veinte mil, aunque sorprende que un rudimentario ordenador saliera por 1500 y hoy tengamos uno infinitamente mejor con la mitad de dinero. Para los analistas de la economía todo tiene explicación: cualquier subida de salarios desequilibra el sistema pero los precios debe regirlos una tal ley de la oferta y la demanda que, aunque dicen que es más infalible que la de la gravedad, se parece demasiado a la del embudo. El mismo día que empezamos a usar euros nos cambiaron la forma de medir el IPC para que no nos diéramos cuenta. Entonces los sueldos modificaron sus cifras de forma matemática y los precios empezaron a redondearse al alza como el que no quiere la cosa. En cuatro años han aumentado un 50% desde el café a la caña, desde el yogur hasta los tomates. La cuestión es que hay muchos que no han podido beneficiarse y que todo lo que van perdiendo de su poder adquisitivo  o bien lo debe estar ganando alguien, o bien está en uno de esos agujeros negros de la economía que deben ser más grandes que los del Universo.  


Javier Figueiredo

01 octubre, 2005

La avalancha

La avalancha

Un vecino observó en el techo de su casa una mancha de humedad a la que no dio más importancia que la meramente estética. No tuvo problemas en tapar el pequeño desperfecto con un poco de pintura que tenía guardada. Días después tuvo que utilizar más pintura para disimular un extenso dibujo en la techumbre que parecía el mapa de África. Algunos vecinos le advirtieron de la necesidad de averiguar el origen de todos aquellos problemas pero el protagonista seguía confiando en unos tintes plásticos de última generación que resistirían cualquier contingencia. Poco después empezó a caer el agua a chorros al tiempo que los periódicos se llenaban de noticias de avalanchas humanas en Ceuta y Melilla. Al igual que quienes creen que vallas de seis metros de altura acabarán con el problema, del mismo modo que hay quien se niega a ver cuál es la causa de la huída masiva de seres humanos, nuestro vecino se fue a por más pintura impermeabilizante sin reparar en la posibilidad de arreglar las tuberías reventadas en el piso de arriba.

Huir de la muerte no es ninguna novedad: La historia está plagada de muros que la gente saltaba buscando una vida mejor, más digna, más libre o, simplemente, vida. Los que venían de Berlín oriental eran tratados como héroes y los que huyen de la guerra y el hambre en Sierra Leona son tratados como una plaga de insectos. ¿Será porque unos eran ingenieros rubios y otros analfabetos demasiado morenos?  Hoy podemos ir a por pintura o a cerrar el grifo del vecino de arriba, pero hace más de treinta años que se sabía que esto ocurriría y los gobiernos del mundo no han hecho ni un uno por ciento de lo que deberían haber hecho: Ni tan siquiera un 0’7%.

Javier Figueiredo

Un mundo en guerra

Un periódico de la capital anunciaba el pasado domingo que Europa se estaba preparando para un escenario de guerra. La palabra escenario es ...