El plural mayestático, que ya en Roma usaban las majestades que le dieron nombre, se usa en días como hoy por todo el mundo y no tanto como recurso retórico sino como prueba de cobardía. Nos apuntamos al carro de los vencedores y asumimos los triunfos como si fueran propios, mientras que corren por internet esquemas muy graciosos en los que se explica cómo escabullirse, culpar a los demás de cualquier despropósito y hacer gala de insolidaridad en los momentos difíciles. No hay término medio: pasamos del cielo al infierno sin limbos ni purgatorios. La exageración para celebrar victorias y la crueldad para encontrar chivos expiatorios dan que pensar sobre la condición humana y animan a que, si existiera la reencarnación, se pudiera optar por recalar en seres más solidarios como abejas o castores. Esta vez nos ha durado hasta el último día la dosis de anestesia futbolera: hoy despertamos y da igual que anoche perdieran esos inútiles o ganáramos los de esta estirpe rojigualda elegida por los dioses, porque no aprendemos y estamos muy lejos de llegar a días como hoy conjugando nosotros perdimos y ganaron los nuestros. Tras la resaca futbolística europea se nos echa encima la cruda realidad, pero no nos asustemos: siendo de aquí podremos librarnos de ser detenidos durante un año y medio sin recibir explicaciones. No sé si anoche ganamos o perdieron, aunque en el viejo continente, de un tiempo a esta parte, siempre pierden los mismos. Así que canonicen rápidamente a sus héroes, defenestren a los culpables y hagan de la vieja Europa un lugar digno para quienes creemos en la libertad de los seres humanos.
Publicado en EL PERIÓDICO EXTREMADURA el 30 de junio de 2008.
P.S. Esto de escribir sobre algo antes de saber el desenlace, es un ejercicio de malabarismo realmente interesante.