01 diciembre, 2008

La débil frontera entre la unanimidad y el vacío

Pensar no es fácil. Pensar algo en contra de la corriente mayoritaria es una manera de complicarse la vida, pero en ocasiones es la única manera de tener una vida digna, complicada pero digna. No sé las razones de escribir esto a esta hora. O quizá sí lo sé. Este fin de semana escuché varias veces que cuando se lucha se puede ganar o perder, pero que cuando no se lucha, se pierde siempre. 

Los congresos a la búlgara, las adulaciones colectivas al poder -sea cual sea- y las unanimidades (ficticias o con una realidad compuesta de componendas y conjunción de intereses) son la negación del pensamiento crítico.

Así que acabo de decidir que no juego más: no quiero jugar y no me importa salir de la partida. Me resigno a no llevarme el gustazo de una pequeña victoria, pero uno no está dispuesto a hacer como que comparte pensamientos con quien roza la indignidad. ¡Qué duro este oficio de intentar ser coherente con uno mismo!

No sé si hará falta que diga que la viñeta, maravillosa para la ocasión, es del genial Forges.

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