25 julio, 2011

Escenografía, atrezzo y vestuario

Hace más de 20 años asistí a una mesa redonda en torno a un festival de teatro, donde el inolvidable profesor Ricardo Puente Broncano apelaba al texto literario como elemento clave de la dramaturgia. El atrezzo, la escenografía, el vestuario e incluso los actores eran secundarios. Y allí intervenían otros hablando de modernas puestas en escena y el profesor volvía erre que erre con el texto, buscando a Valle-Inclán y a Buero Vallejo en el programa del festival, y arremetiendo contra obras representadas que jamás se habían publicado. He recordado aquel debate en un tiempo en el que la puesta en escena se ha convertido en casi todo, desde la ubicación de los asientos a las presentaciones públicas de los fichajes de cada nueva temporada. Nada se improvisa. Los complementos circunstanciales de modo, lugar y tiempo ocupan el elemento central del mensaje y los sujetos se olvidan de los verbos y complementos más directos. Ya no importa tanto qué se hace sino cómo se muestra. El sentido común de Miguel Sebastián invita a despojarse de corbatas a 40 grados, pero la tradición más rancia de Bono es incapaz de anteponer la sensatez a cualquier protocolo. Otra cosa es que existan sibilinas intenciones, y que tanto oropel sea un señuelo con el que confundirnos para acabar todos con un grave problema de lateralidad, en el que no sepamos dónde está nuestra izquierda, y terminemos creyendo que las ocurrencias son mejores que las ideologías. La escenografía, el atrezzo y el vestuario, como diría don Ricardo, no son nada sin el texto, sin el mensaje, sin ese meollo que tanto tarda en aparecer. 

18 julio, 2011

Fechas

En algunos países de la América que habla en castellano los callejeros son como un calendario. Las grandes avenidas recuerdan la independencia nacional y los callejones pequeñas batallitas. Nosotros somos más de nombres que de fechas. Y si hay que elegir un día de principios de mayo, los ayuntamientos se decantan más por el levantamiento del día dos que por el día primero, que ya es demasiado rojo en los almanaques. Aquí hasta hace poco no conseguimos quitar de las esquinas fechas como la de hoy. Mi padre dice que el 18 de julio era su fiesta preferida durante la infancia y no por afección al régimen fascista, sino porque era la única que no venía acompañada de la obligación de asistir a misa. Repasas nuestras fiestas y, salvo el día de la Constitución y el dedicado a las clases trabajadoras, todas siguen siendo más o menos religiosas. El avance frente a los tiempos del caudillo no es mucho en ese aspecto: ni el 8 de marzo, ni el 10 de diciembre reciben la atención protocolaria que merecerían, quizá porque las mujeres y los derechos humanos no tienen demasiados defensores. Los grandes hitos de la humanidad siguen sin recibir los honores en plazas y agendas: no sabemos ni quién inventó la rueda, ni cuándo lo hizo, al Dr. Fleming se le recuerda en barrios periféricos, el 21 de julio no es festivo ni en Cabo Kennedy ni en el pueblo natal de Neil Amstrong, y a internet acabaremos honrándola el 23 de septiembre, que es Santa Tecla. Muchos jóvenes no saben qué pasó hace 75 años. Hay quien cree que es buena señal y quienes pensamos que el olvido es la peor de las enfermedades crónicas de una sociedad.

Publicado en la contraportada de EL PERIÓDICO EXTREMADURA el 18 de julio de 2011.

11 julio, 2011

Calificar


La misma tarde que Moody’s decidía calificar la deuda portuguesa como basura, me planteé la posibilidad de dedicarme también a calificar. La primera reacción, quizá visceral, fue la de atribuir a las llamadas agencias de rating el calificativo de mafiosas o algo peor. Pero como me han enseñado que evaluar y calificar debe ser una tarea reflexiva y sosegada, me he parado a investigar un poco sobre este tipo empresas, porque no podemos denominarlas instituciones. Para empezar no son nada democráticas y jamás se ha oído hablar de procesos electorales internos. Tampoco son el más alto cuerpo y nivel de una oposición dificilísima. Luego resulta que en su accionariado participan empresas que, a su vez, resultan muy beneficiadas (o perjudicadas) en función del número de letras mayúsculas que dictaminen cada mañana. El nuevo oráculo de Delfos lo conforman tres empresas norteamericanas y al hilo de sus dictados los gobiernos toman medidas, establecen ajustes, despiden funcionarios, suben impuestos indirectos, rebajan los directos, recortan pagas extraordinarias, imponen copagos en servicios sanitarios y modifican las condiciones de supervivencia de millones de personas. En definitiva: nos hemos aprendido de memoria todos los preámbulos constitucionales, toda la parafernalia de la soberanía popular que reside en el Pueblo, y al final nuestros votos influyen en nuestras vidas como el aleteo de una mariposa del Ártico en los huracanes tropicales. La calidad democrática del mundo se resquebraja ante nuestros ojos, los adjetivos para expresar hartazgo se agotan y todo empieza a ser, simplemente, incalificable.
Publicado en la contraportada de EL PERIÓDICO EXTREMADURA el 11 de julio de 2011.

04 julio, 2011

Merecer esto

La fiesta instalada en la carpa del jardín tenía de todo: canapés elaborados, surtidos de ibéricos, buenos caldos y exquisiteces nunca vistas. Las camareras pasaban las bandejas e iban recogiendo los platos vacíos con la mejor de las destrezas, permaneciendo de pie y soportando incómodos zapatos y uniformes. Treinta míseros euros se iban a llevar por trabajar sirviendo un cóctel durante un par de horas, que a buen seguro se alargarían sin compensación alguna. Hacia el final de la fiesta la carpa se vino abajo y los ilustres comensales salieron en estampida. Aquello no podía quedar así: quienes habían encargado el catering  no estaban dispuestos a pagar por aquel estropicio y el dueño de la empresa optó por enjugar su desastre con lo más fácil, el maltrecho sueldo de las camareras. Esto es Europa, esto son las calles de Grecia y las nuevas tristezas de Portugal. Como en la película de Pedro Almodóvar, los que poco o nada tienen se preguntan qué han hecho para merecer esto, mientras que Rodrigo Rato y dos colegas seguirán ganando millonadas cada año. Entre todos salvamos a los bancos y ahora los mercados quieren ahogarnos para poder seguir llevando ellos su ritmo de vida. Las camareras están a punto de explotar, van a empezar a llevarse los canapés a sus casas para alimentar a sus hijos, y van a estrellar con fuerza los platos contra el suelo cuando les rebajen su sueldo. Las llamarán violentas y antisistema, no lo podrán evitar. Pero ya no se puede aguantar que los que se hartaron en la fiesta nos lo hagan pagar a los que no disfrutamos ninguno de sus lujos. La mayoría social no se puede merecer esto.

Publicado en la contraportada de EL PERIÓDICO EXTREMADURA el 4 de julio de 2011.

Un mundo en guerra

Un periódico de la capital anunciaba el pasado domingo que Europa se estaba preparando para un escenario de guerra. La palabra escenario es ...