Los que seguimos
con atención el mundo educativo sabemos que hay dos modelos de éxito en el
mundo. Por un lado el de Corea del Sur y su sistema espartano, con recetas parecidas
a las de Amy Chuan en su libro Madre tigresa, hijos leones, y que
antepone la excelencia sobre cualquier otro tipo de valor. Los finlandeses, en
cambio, nos han mostrado otro método mucho más humano y creativo, en el que se
deja de lado el proceso tradicional de impartir contenidos, memorizarlos y plasmarlos
en un examen. La cuestión es que en Finlandia no se repite de curso y los
resultados son muy buenos, y aquí un tercio de los alumnos no culmina la
secundaria obligatoria, por lo que cabe preguntarse si la “mejora” que
nos van introduciendo legislativamente va en el rumbo acertado.
Ayer publicaba el
DOE el currículo de Secundaria y Bachillerato de la LOMCE, una ley que pretende
mejorar la calidad de la educación y que está condenada a muerte, porque en el
mundo educativo es un clamor la necesidad de una norma con amplísimos consensos
para que perdure varias décadas, algo que Wert y Rajoy han ignorado. Miles de
cosas se podrían decir de la nueva norma, que pretende acercarnos más a Corea
que a Finlandia, y donde se dejan entrever los deseos políticos de que el sistema
educativo “mejore” a base de poner más exámenes y más pronto.
Pero comentando
tantas vicisitudes sobre este mundo, muchos hemos llegado a la conclusión de
que lo más importante para la educación es el componente humano. Incluso en los
peores sistemas educativos que tengamos en la memoria, todos recordamos a
aquella profesora que nos hizo amar asignaturas que odiábamos y a quienes nos
hicieron aborrecer materias que nos apasionaban. Todos conocemos a quien
estudió filosofía pura gracias a su profesor de COU, y a quien perdió todo su
interés por las matemáticas por culpa de un profesor cuadriculado, insensible,
incapaz de sentir empatía por sus alumnos, nulo a la hora de animar a los que
tenían dificultades, desmotivador en cada una de sus palabras y partidario de
un darwinismo educativo que le haría sentirse bien a gusto con el nuevo sistema
que ahora nos van colocar. Todos hemos sobrevivido a sistemas nefastos y quizá
por eso debiera preocuparnos que todavía existan en nuestras aulas algunos ejemplares
de esos que creen que para educar no es necesario mirar a la cara de la gente,
que basta con ser un juez ciego que dicte sentencias en función de resultados
sin importarle los procesos y las particularidades.
En nuestras
escuelas e institutos hay miles de maestros y profesoras que se dejan la
piel en las aulas porque les apasiona su profesión, un nutrido grupo de
profesionales desencantados y algo desamparados, y unos cuantos personajes poco
profesionales e incapacitados para una tarea tan importante. Y el problema es
que todo el mundo sabe quiénes son y que el corporativismo impide mover un dedo
para evitarlo.
1 comentario:
Muy cierto todo lo que dices. Parece que en los últimos tiempos empieza a sonar cada vez más lo del sistema educativo obsoleto que padecemos, a ver si acaso... En cuanto a lo de los docentes, comparto absolutamente, incluso en el mejor sistema educativo un docente desmotivado será una mala suerte para quienes pasen por su aula, y sí, el corporativismo funciona, y la inspección educativa no.
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