¡Menudo
tren de vida lleva! La expresión la habrán podido escuchar cuando alguien se
gasta más de lo que tiene y de lo que jamás podrá llegar a obtener. La historia
de la España de finales del XX e inicios del siglo XXI quedará marcada durante
varias generaciones debido a los errores que venimos cometiendo desde los
últimos veinte años y que, probablemente, tendremos que pagar durante muchas
generaciones. Ayer mismo publicaba en este periódico un magnífico artículo
Julián Mora Aliseda en el que ponía en tela de juicio la utilidad y
sostenibilidad de una infraestructura como el AVE para el desarrollo de
Extremadura, en 2010 lo explicó magníficamente Germà Bel en un libro titulado
“España, Capital París”, y desde unos años a esta parte son múltiples las
advertencias que se hacen desde todos los lados. Incluso el responsable de
transportes del Gobierno de los Estados Unidos se quedó admirado al conocer
nuestros planes y dijo que ellos no eran tan ricos para hacer algo similar. No
puede ser que tengamos previsto quintuplicar el nº de kilómetros de alta
velocidad de la todopoderosa Alemania teniendo la mitad de su población.
El
mal ya está hecho y ahora nos queda intentar aprovechar lo que está en
construcción para que Extremadura pueda tener una conexión con Madrid y Lisboa
con unos trenes propios de este siglo: electrificados, que alcancen velocidades
superiores a los 200 km/h, que tengan unos precios asequibles para la mayoría
de la gente, que permitan enlazar con otros medios de transporte, que lleguen
hasta las ciudades y no paren en medio del campo como en Guadalajara, con vías
que permitan también circular a las mercancías y ayuden al desarrollo económico
de esta tierra.
La polémica de estos días quizá esté sobredimensionada, porque nadie cree que el
viaducto que ayer visitó la ministra vaya a servir solo para hacer puenting y porque Portugal se ha
comprometido a construir una conexión desde Badajoz a Sines y Lisboa con una importante
financiación europea que ya ha sido concedida. Sería muy poco probable que la
principal y única conexión entre el centro de la península y el litoral
portugués fuera un recorrido que pasa por Salamanca y que el Alentejo y
Extremadura se quedaran, de nuevo, en el olvido.
Por
eso es necesario que las cosas se hagan como es debido y que se vayan poniendo
en funcionamiento aquellos tramos que se van terminando. Y es importante que se
haga sin sucedáneos ni engaños, como aquella amenaza de unir los tramos entre
Plasencia y Badajoz con máquinas diésel y que tenía toda la pinta de ser un
caramelo para contentarnos. Y ese caramelo sí que podría estar envenenado,
porque la primera vía que llegue al Atlántico bien electrificada se podrá
llevar muchos gatos al agua desde el punto de vista logístico. Es hora de que
Extremadura deje de sentir vergüenza de sus ferrocarriles, que lo hagamos sin
el lujo irresponsable que supone el AVE, pero que podamos tener un tren que nos
dé vida.
Publicado en HOY el 29 de julio de 2015