Durante algún tiempo me empeñé en creer que en política no eran
tan importantes los sujetos como los complementos directos, que daba igual
quién llevara a cabo las tareas porque lo fundamental era que las cosas se
hicieran. El argumento tenía sus peligros y me traía a la memoria aquella frase
de Deng Xiaoping que tanto gustó a uno de nuestros gobernantes: gato negro,
gato blanco, lo importante es que cace ratones. Desde hace unos años circula
por internet un vídeo con la voz de fondo de Tommy Douglas en 1962. Cuenta la historia de
unos ratones que siempre votaban a unos gatos negros que dictaban leyes en su
propio beneficio. Los ratones optaron
por cambiar su voto y auparon al poder a los gatos blancos con resultados
similares. No les desvelaré el final de la historia, que podrán encontrar
fácilmente por las redes. La experiencia nos dice que a veces los gatos azules
se portan como gatos rojizos y viceversa, y que si los roedores no toman las
riendas de sus vidas jamás van a encontrar protección en los felinos. También
hemos aprendido que unas leyes teóricamente buenas pueden convertirse en
nefastas si son tergiversadas por reglamentos o aplicadas atendiendo más a la
letra que al espíritu.
A la hora de gobernar y de elegir a quien ha de
guiar nuestro barco, tenemos que pensar detenidamente en los complementos
indirectos, en las personas a las que se va a beneficiar con una determinada
ley, y en las que podrían salir perjudicadas. El difícil equilibrio de gobernar
para todos se torna poco menos que imposible y probablemente no es cosa nueva.
Repasando uno de esos capítulos que nos dejó Cervantes, del que se ha hablado
mucho en este periódico durante los últimos días, encontré estos consejos de
Don Quijote a Sancho para gobernar su ínsula: “Hallen en ti más compasión las
lágrimas del pobre, pero no más justicia, que las informaciones del rico.
Procura descubrir la verdad por entre las promesas y dádivas del rico, como por
entre los sollozos e importunidades del pobre. Cuando pudiere y
debiere tener lugar la equidad, no cargues todo el rigor de la ley al
delincuente, que no es mejor la fama del juez riguroso que la del compasivo.”
Me temo que gobernar bien es saber elegir a
quién se beneficia con cada norma dictada. Ahora que lo de “Hacienda somos
todos” es un eslogan publicitario y no una manera de entender lo público, ahora
que en la fiscalía se transportan los papeles en un carrito distraído del
Mercadona, ahora que los banqueros e inversores se preocupan de una seguridad
jurídica que jamás tuvieron los hipotecados, los preferentistas, los
despedidos, los prejubilados con cuatro perras, los emigrantes forzosos o los
pensionistas mendicantes, ahora es cuando llega el momento de reclamar a
nuestros políticos que lean más a Cervantes que a Maquiavelo. Porque nunca es
mejor ser temido que ser amado, y siempre será admirado quien se preocupó por
los más débiles.
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