Anteayer se cumplieron 39 años del asesinato
de los abogados de Atocha. Cuatro años más tarde, en 1981, también tuvimos unos
días trepidantes por estas mismas fechas con la dimisión de Adolfo Suárez, el
congreso de UCD en Palma de Mallorca y un golpe de Estado en plena sesión de
investidura. El viernes se certificaba que el calendario nos había traído un
tránsito de enero a febrero lleno de incertidumbres y sorpresas políticas de
todo tipo. Por suerte ya hemos dejado atrás los días sangrientos y los ruidos
de sables, así que solo nos queda acostumbrarnos a un juego muy habitual en
muchos lugares del mundo pero que aquí no habíamos puesto en práctica jamás.
Algo tan simple como contar los escaños, verificar cuánta gente ha respaldado a
cada opción e intentar construir un gobierno y unas medidas en las que, como en
la buena cocina, se respeten los porcentajes de cada ingrediente y se tenga
claro qué plato se quiere elaborar.
Alguien ha dicho que vamos a ver muchas cosas
por primera vez. Hubo un momento el pasado fin de semana en el parecía que
nadie estaba dispuesto tomar el timón, porque los que mejores cartas obtuvieron
el pasado 20D no sabían cómo utilizarlas y en la ronda de conversaciones con el
jefe del Estado, como en muchos juegos de mesa, la expresión más escuchada era
“paso”. Sí, como lo oyen, dos años de precampaña continuada para unas
elecciones generales y al final los protagonistas principales, aquellos que se
intercambiaron adjetivos como indecente, ruin, mezquino y deleznable en el
debate del 14 de diciembre, se resisten a mover pieza en el tablero.
¿Qué va a pasar? Nadie lo sabe con certeza.
Ayer hubo una redada más para detener a miembros del PP acusados de corrupción
y el propio partido está imputado por destruir los discos duros de los
ordenadores. La propia higiene democrática aconsejaría que la organización
desde la que se cometieron tantas irregularidades dejara de estar durante algún
tiempo al mando de la justicia y las fuerzas del orden. Pero todo apunta a que
no: Celia Villalobos, la señora que jugueteaba al candy crash desde la presidencia del Congreso, mandaba ayer al
gallinero del hemiciclo a los de Podemos con el apoyo de C’s y de la socialista
andaluza Micaela Navarro. Parece un pequeño detalle de puesta en escena, pero
hay mucho mensaje en este gesto. Cuando me enteré de la anécdota me di cuenta
de que será muy difícil que el PSOE permita que Pedro Sánchez presida un
gobierno de izquierdas para garantizar derechos sociales, conseguir una
justicia independiente o poner la política al servicio de las personas menos
favorecidas. Las presiones del Ibex 35 para que nada cambie imagino que están
siendo muy fuertes, pero lo que más pesa es tener a tanto militante de peso en
consejos de administración o deseando entrar en uno. Solo las bases socialistas
pueden cambiar esto y no sé si les dejarán hablar. Así son los días entre enero
y febrero.
Publicado en HOY el 27 de
enero de 2016
No hay comentarios:
Publicar un comentario