24 agosto, 2016

Ceder o no ceder


Quienes viven en un isla desierta tienen la suerte de no tener que dar explicaciones a nadie y de hacer lo que les viene en gana en todo momento. Son las ventajas de estar al margen de lo que llamamos sociedades humanas. Sin contar a Robinson Crusoe y a los ermitaños que por ahí queden, el resto de los mortales nos hemos ido acostumbrando a compartir espacios con otros seres y a establecer hasta dónde podemos hacer todo lo que queremos y en qué momento tenemos que ceder ante los demás en algunas de nuestras pretensiones.

En cualquier proceso de negociación existe la tendencia natural a no ceder en casi nada y a intentar que sea el otro el que acabe pasando por el aro. Normalmente hay alguno que puede mantenerse en una posición de fuerza, en una postura más inflexible, especialmente cuando sabe que domina el proceso y que no tiene mucho que perder si las cosas acaban por no fructificar. De las conversaciones que ha habido desde el 20 de diciembre del pasado año para formar gobierno hemos aprendido unas cuantas enseñanzas. La primera de ellas es que, contrariamente a lo que luego nos dicen, los implicados no tienen ninguna prisa y dejan pasar los días y las semanas como si tal cosa: casi dos meses tardó  Sánchez en leer su discurso de investidura desde que se constituyó el Congreso, y pasado mañana se cumplirán dos meses desde las últimas generales.  Como uno no quiere pensar que entre nuestros posibles gobernantes hay vagos y perezosos (aunque es posible), imagino que todos han querido jugar con el factor tiempo a su favor, sabedores de que las prisas y los plazos apretados pueden ser un buen arma para debilitar al que se tiene enfrente.

Pero si hay algo que llame la atención de una manera especial en ambos procesos ha sido el intento de culpabilizar a un tercero, que ni está en la mesa ni va a ser invitado a participar en las negociaciones, del fracaso de las mismas. Ya ocurrió cuando Sánchez y Rivera llegaron a un acuerdo y los socialistas exigieron a Pablo Iglesias que se abstuviera ciegamente. Ahora es precisamente Sánchez el que está sufriendo en sus carnes la misma estratagema y quieren colgarle el sambenito de ser el responsable de unas terceras elecciones generales.


Ahora mismo el más interesado en unas terceras elecciones quizá sea el PP, que tiene una engrasada maquinaria mediática para culpabilizar a otros de la repetición de comicios. Por si fuera poco, está jugando incluso con una posible fecha - la del 25 de diciembre - que el propio PP ha provocando dilatando los plazos al máximo. Rajoy debiera ser consciente de no tiene mayoría para gobernar y de que tendrá que conseguirla cediendo en sus posturas maximalistas, pero su trayectoria política sabemos que es un ejemplo de terquedad, inmovilismo y no ceder ante nadie. En junio le salió bien pero el dontancredismo, a veces, sale mal.

Publicado en el diario HOY el 24 de agosto de 2016.




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