13 junio, 2018

Seres comunes



En este mundo siempre ha sido más fácil impartir justicia a granel que hacerlo de forma selectiva. Todo depende de si perteneces a la aristocracia de los Lores o eres uno más de esos seres comunes que andan por ahí. En eso no nos diferenciamos demasiado de los animales, cuyos tratamientos veterinarios se hacen de forma individual en el caso de valiosas reses y se sacrifica sin distinción a rebaños y piaras menores.



No quisiera entrar en la polémica surgida con motivo de la repetición de unos exámenes en Extremadura y que, como cabía esperar, se ha zanjado con un castigo colectivo a varios miles de inocentes por culpa de un descuido o negligencia del que se habrían podido ver favorecidas algunas personas.



¿Cree alguien que se habría actuado de la misma manera si no fuera porque las personas perjudicadas son jóvenes que apenas han cumplido los 18 años? Mucho me temo que no, que se ha optado por hacer tabula rasa y cortar con sierra mecánica lo que debería haber sido tratado con delicadas técnicas de mínima invasión.



Olvidarse de los seres comunes es lo más sencillo en cuanto se tiene algo de poder. Esos seres comunes de los que hablo pueden ser congéneres que huyen de la muerte en barcazas y que son tratadas como apestados, pero también lo son los neorurales condenados por dar vida a pueblos abandonados de Guadalajara porque no tienen cláusula legal que les ampare. Para eso fue más listo el potentado empresario que se aseguró un pingüe beneficio guardando gas bajo un castor mediterráneo: funcionara el invento o no, él nada perdía. Eso, sí que es jugar con ventaja.



Me temo que el desprecio a los que están más abajo está más extendido de lo que parece: grandes bancos reclaman seguridad jurídica para evitar nuevos impuestos que graven sus beneficios y lo hacen porque saben que pueden cambiar la ley con dos llamadas de teléfono, sin necesidad de bajar a la calle con pancarta, y porque, en el peor de los casos, tienen en su mano pasarle esa pelota a los clientes con menos recursos en forma de comisiones bancarias.



Una sociedad o un colectivo que se precie de valores morales es aquel que se preocupa por sus seres más débiles e indefensos. En los últimos días hemos podido ver gobiernos capaces de dejar morir a centenares de personas con argumentos xenófobos y a poblaciones civiles con agallas para superar esa miseria criminal que se esconde bajo el odio a todo extranjero pobre que huya de la muerte.



Nunca es tarde para ponerse del lado del bien común, para estar junto a esos seres comunes que jamás pisarán una alfombra, que tampoco serán recibidos en palacio y que difícilmente serán escuchados por quienes creen que el estrado institucional en el que están subidos es una garita (o un garito) del que hay que apartar a los que nada tienen. Poco tenemos que recuperar de los errores del pasado y mucho que hacer por el bien común.

Publicado en HOY el 13 de junio de 2018

*La imagen es de José Manuel Puebla y se publicó en ABC el 4 de septiembre de 2015
 

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