30 junio, 2021

Asientos contables

Los que no tenemos demasiadas habilidades para casi nada nos asombramos fácilmente ante cualquier cosa que nos es imposible. No sé leer un pentagrama y me parece magia que alguien pueda tocar un instrumento musical. Tampoco soy capaz de dibujar un objeto y que el resultado se parezca mínimamente a la realidad. Se sobrevive con todas estas carencias, aunque la que más me ha preocupado es la que me convierte en un inútil total para manejar cifras complejas.  Con mucho esfuerzo y sin demasiados éxitos, logré aprobar las matemáticas en el colegio y apasionarme por otros mundos en los que no había demasiadas ecuaciones y en los que las cifras no se mezclaban tanto con las letras, con las que sí he conseguido hasta ganarme la vida.

Sobrevivir sin unos conceptos básicos de contabilidad es poco menos que imposible. Alguna vez escuché hablar de asientos contables y pensé que eran sillas en las que se sentaban unos señores con manguitos negros que apuntaban números en las columnas del debe y el haber. Luego supe que eran algo más sencillo, las simples anotaciones que se hacen en los libros de cuentas.

Imagino que estarán pasando a mejor vida aquellos libros pautados, con su línea roja y su tapa dura. Ya se los han comido las potentes hojas de cálculo que digieren todo lo que se les eche en décimas de segundo y te convierten el déficit y el superávit en unos gráficos que luego hay que saber interpretar. También te permiten destacar con color fosforito aquella cifra que queremos que le entre por los ojos a quien la vea, independientemente de que sea la más importante.

En los últimos tiempos hemos vivido muchos casos en los que quizá hemos no hemos sido exhaustivos y hemos llevado a grandes titulares la cifra impactante: unos cuantos miles de jóvenes se han ido a Mallorca a divertirse como si la pandemia hubiera sido superada. Y el resultado andaba ayer tarde por más de 1.100 contagiados y cerca de 5.000 personas en cuarentena. Algunos jóvenes han sido hospitalizados e incluso han acabado contagiando a algún progenitor.

Este desafortunado y preocupante incidente, que puede tener trágicas consecuencias, ha venido acompañado de injustas generalizaciones hacia toda la gente joven. La cifra de adolescentes que han tenido esos comportamientos temerarios y que están elevando las cifras de contagios, ha sido infinitamente menor que la de quienes tienen su misma edad y han pasado encerrados meses con el mismo civismo que la inmensa mayoría de los adultos. Con una diferencia: que mientras a que quienes tenemos ya una edad podría importarnos menos tanta restricción, hay un par de millones de jóvenes que han seguido a rajatabla lo que tenían que hacer en el momento más florido de sus vidas.

Así que no caigamos en el error de meter a todos en el mismo saco y marcar en fosforito a los miles de insensatos de Mallorca, esos que ahora se quejan de tener que guardar cuarentena. Hay millones de jóvenes de comportamiento ejemplar a los que no se puede descalificar por los dislates de unos pocos. Si revisamos bien todos los asientos contables, aún les debemos mucho.

Publicado en el diario HOY el 30 de junio de 2021

 


 

16 junio, 2021

Sucesos

Cuando hablo en castellano con portugueses o ingleses que están aprendiendo nuestro idioma, procuro tener mucho cuidado con la palabra suceso. Más que nada porque la experiencia me dice que es una fuente inagotable de malentendidos y han sido muchas las veces que acaban confundiendo acontecimientos terribles con grandes éxitos.
 

Desde que este periódico ha puesto a nuestra disposición su hemeroteca desde 1933, he descubierto muchas curiosidades. Hoy los periódicos ya no tienen sección de sucesos, pero todavía existían hace tres décadas, justo detrás de los deportes y antes de la programación televisiva y el crucigrama. En aquellas páginas de sucesos era facilísimo encontrar referencias, casi diarias, a crímenes que la policía y los periodistas de la época denominaban como pasionales y que, al menos eso parece, no causaban demasiado impacto social más allá del morbo. A poco que se lea la descripción de todos aquellos asesinatos, resulta fácil deducir que se trataba de violencia machista.

 

Mientras los casos se vuelven más espeluznantes, cada vez se oye más alto y con menos vergüenza a quienes sostienen que la violencia de género no existe. Afirman, incluso en sede parlamentaria, con luz y con taquígrafas, que las 1055 asesinadas desde 2003 fueron solo el lamentable resultado de ataques de locura aislados que les dan algunos varones cada cierto tiempo. Antes de 2003, como he comprobado en las hemerotecas, también las mataban. Pero estaban tan normalizados esos crímenes pasionales y aquel “la maté porque era mía”, que para las estadísticas policiales y judiciales no había una columna en la que ir contándolas e ir actuando en consecuencia para evitar más muertes y más agresiones.

 

¿Qué tiene que pasar para que seamos capaces de ver, unanimemente, que no son casos aislados e inconexos sino el producto de una sociedad patriarcal que persiste? ¿Cuántos conceptos atroces tendremos que aprender, como el más reciente de violencia vicaria, para que deje de haber negacionistas de una violencia que tiene sus causas en estereotipos de dominación y posesión que se siguen transmitiendo en la literatura, en el cine, en las series o en las canciones? 

 

A veces sentimos la necesidad de juntarnos con otras personas para compartir pensamientos y sentimientos. El viernes pasado, en muchas plazas de Extremadura, nos reunimos de manera espontánea para expresar nuestra consternación por la barbarie ocurrida en Canarias y que ha alcanzado cotas de crueldad inimaginables. Sí, ya sé que en esas concentraciones no conseguimos nada cuantificable en una hoja de cálculo, pero sirve para reencontrarte con quienes piensan parecido ante un tema en el que no logro entender como no hay un amplísimo consenso.

 

Sigo preguntándome dónde están las víctimas anteriores a 2003. ¿Hay alguien repasando los archivos de cada cuartelillo de la Guardia Civil, de cada comisaría o de cada juzgado? ¿No habrá jamás verdad, justicia y reparación para todas aquellas que fueron enterradas con ese endulcorante adjetivo de pasional? Quizá aquellos archivos han desaparecido y solo nos queda recurrir a las viejas páginas de sucesos. Saber cuántas y quiénes fueron podría ser un primer paso dejar de ningunear la dimensión del problema. Sería un pequeño éxito: un sucesso portugués o un success, como dicen los ingleses. 

 

Publicado en HOY el 16 de junio de 2021

 


 

02 junio, 2021

Fiat lux


En dos días hemos oído hablar del precio de la luz más que en las últimas décadas y, desde ayer, casi todos tenemos un imán en la nevera sujetando un papel que nos indica a qué hora merece la pena poner en marcha el lavavajillas o cuándo es prohibitivo enchufar la secadora o el aire acondicionado.

 

No sé si esta medida de discriminar horarios servirá para que hagamos un uso más eficiente de la energía, para que nos pensemos dos veces si poner en marcha la lavadora con media carga o para ir apagando bombillas innecesarias. Imagino que con el nuevo sistema habrá quienes puedan permitirse el lujo de no mirar el reloj, porque la factura mensual no les supone perder ni un minuto de sueño, ni les preocupa que una ola de frío les haga pagar cien o doscientos euros de más en el siguiente recibo.

 

Bien diferente es el caso de otros muchos hogares, aquellos que durante los años de dura crisis nos hicieron descubrir que existía una pobreza apellidada energética, la que sufren quienes no ingresan lo suficiente para calentar sus hogares en el invierno y tienen que seguir usando esos braseros de picón, esos braseros que tantas vidas se llevan por delante entre incendios e intoxicaciones de monóxido de carbono en pleno siglo XXI.

 

Mientras los periódicos distribuían gráficos explicativos de las franjas horarias, nos enteramos de que la principal compañía eléctrica española obtuvo un beneficio 1.394 millones en 2020, un 715% más que el año anterior, y que le permitirá repartir un dividendo de más de 2.000 euros por acción. También ha empezado a conocer mucha gente que el 70% de las acciones de esa principal eléctrica privada española (que era pública hasta que Felipe González comenzara a privatizarla y Aznar rematara la faena) son de ENEL, siglas del Ente nazionale per l'energia elettrica y que, esta vez sí, es la gran compañía pública italiana de energía.

 

Difícil momento para lamentarse de lo que pudo haber sido y no fue. Si no nos hubiéramos desprendido de una empresa pública de energía, que podría estar implementando una transición ecológica más rápida y sin ahogar con facturas impagables a ese 10% de familias que sufren la pobreza energética, tal vez no estaríamos ahora pensando en trasnochar con la plancha, en programar la lavadora a las seis de la mañana, en tender a las siete o en pasarse el fin de semana cocinando y llenando fiambreras. Así que no estaría de más replantearse todo, si no es demasiado tarde para hacerlo, y volver a pronunciar aquello de hágase la luz, fiat lux.

 

Publicado el diario HOY el 2 de junio de 2021

25 de abril

Todos los años tienen un 25 de abril y en algunos lugares se celebra de una manera especial. Portugal e Italia, dos países europeos con mu...