29 diciembre, 2021

Toponimia

Me apasiona la toponimia, esa parte del saber que se dedica a estudiar los nombres propios de lugar, sus orígenes y significados. Cada vez que preparo un viaje me gusta llevar bien aprendidos los itinerarios y trato de averiguar si el nombre de cada lugar es una huella de su pasado árabe, romano o celtíbero.

 

Las poblaciones no suelen cambiar de nombre a lo largo del tiempo, aunque he descubierto que se han producido más de los que imaginaba. En algunos casos por motivos muy comprensibles, como cuando las localidades de Asquerosa (Granada), Pocilgas (Salamanca) o Porquerizas (Madrid) optaron por soluciones más limpias y aromáticas como Valderrubio, Buenavista o Miraflores de la Sierra.

 

Es dentro de cada localidad donde se establecen guerras toponímicas. Te adentras en las ciudades y cada paseo por un barrio te sirve para adivinar en qué época o con qué alcalde se bautizaron plazas y avenidas. Hay lugares del llamado nuevo mundo que usaron hasta tal punto el sentido práctico, que diseñaron sus ciudades con escuadra y cartabón, creando unos ejes de abscisas y ordenadas que casi te ahorran encender el navegador: todas las calles se denominan con números ordinales impares de este a oeste, mientras que las avenidas llevan números pares de norte a sur.

 

A nosotros siempre nos sonó raro en las películas aquello de subirse al taxi y pedir que les llevaran a la calle 31 esquina con la octava avenida. Aquí somos más de letras y nos gustan las plazas mayores y las avenidas que apuntan a su destino: que la avenida del Valle en Plasencia te dirija hacia el Valle y que la Avenida de Elvas en Badajoz te lleve a dicha ciudad.

 

También en los pueblos más pequeños se deja ver el sentido común y las ganas de facilitar las cosas. En ellos es normal que la calle de la iglesia o de la fuente acabe en estos lugares, salvo que en el pleno municipal les guste jugar al despiste y hacer bromas. Es lo que pensé cuando fui a estudiar a Cáceres y vi que la Avenida de Alemania estaba orientada hacia el suroeste y no al noreste. Luego me contaron por qué le dedicaron tan importante vía a ese país y en qué época se hizo, que no fue ni durante la república de Weimar ni con Adenauer de canciller, sino justo entre ambos periodos. 

 


Los callejeros de nuestras ciudades y pueblos siguen teniendo porcentajes de varones que superan el 90%. Muchos de ellos son personajes históricos cuyas hazañas y glorias les situarían hoy más cerca de la prisión que de los altares. Ayer saltaba otra polémica a cuenta del nuevo puente de Badajoz, que llevará el nombre de “25 de abril”, igual que el de Lisboa. Como soy un enamorado de esa fecha me gusta el nombre, aunque algo más sencillo como “Puente de Portugal” causaría menos equívocos a los navegadores GPS. Últimamente me decanto por lo práctico: el pueblo de mi abuela, una aldea casi deshabitada en el Somontano de Huesca, tiene una sola calle. El nombre oficial es “calle única” y no hace falta ser un experto en toponimia para saber el motivo. No tiene pérdida.

 

Publicado en HOY el 29 de diciembre de 2021

 


 

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