09 marzo, 2022

Tiempo de guerras

No recuerdo haber pasado tanto tiempo recopilando información para escribir estas líneas. Desde que los movimientos de tropas rusas pasaron a ser la invasión de Ucrania por parte de los ejércitos de Vladimir Putin, he buceado en las hemerotecas y he hallado noticias que había olvidado totalmente de mi memoria.

Las organizaciones de Derechos Humanos llevaban años denunciando los excesos de Putin pero los editores de telediarios no lo consideraban de suficiente entidad. Hoy ya sabemos lo que está suponiendo, de momento, esta invasión y esta guerra: la destrucción y la muerte de personas para conseguir un botín político, económico y geoestratégico.

Los modos de las guerras son siempre horribles en todos sus formatos, ya las perpetren grupitos de locos a los que llamamos terroristas o si lo hacen los Estados en las denominadas intervenciones militares. Pero para quienes las sufren es lo mismo y, como en este caso, al mando de ejércitos también puede haber psicópatas peores que en células del terror. Si tu familia muere entre escombros en Kiev, Gaza, Trípoli, Bagdad, Sarajevo o Belgrado se produce idéntico dolor.

Tal vez no sea este el momento de analizar las causas del conflicto sino de ponerse a salvar vidas, pero quizá sea también la hora de no dar pasos en falso que conviertan un conflicto gravísimo, como los que se simultanean en Yemen, Afganistán, Palestina, Etiopía o Myanmar, en un escenario de confrontación abierta y armada entre potencias militares de primer orden.

Entre los artículos, vídeos y audios a los que he tenido acceso durante estos días he encontrado de todo: desde un general que duda de la efectividad de enviar armas convencionales a un ejército de varones voluntarios sin formación, hasta un vídeo de 2016 en el que otro general y expertos en geopolítica anticipaban, como si fueran pitonisas, lo que vemos hoy en las pantallas.

Si hay algo que diferencia este conflicto armado de otros que se suceden ahora o que ocurrieron en el tiempo, son la acumulación de tres circunstancias. La primera de ellas es que uno de los contendientes ha demostrado tener pocos remordimientos éticos a la hora de usar la violencia para salirse con la suya. La segunda es que una solución rápida para Ucrania, con la intervención de la OTAN, podría derivar en una escalada bélica que Noam Chomsky definía como “una sentencia de muerte para la especie, sin vencedores”. El tercer elemento marcaría la diferencia, porque sería la primera guerra entre superpotencias tras aquel 6 de agosto de 1945 en Hiroshima. La amenaza nuclear de Putin no es descartable y entiendo que cada paso que se está dando en el concierto internacional tiene bien patente esta posibilidad.

No tengo certeza alguna de cuál es la mejor opción para detener cuanto antes esta guerra de muertes, destrucción y personas refugiadas. Por eso me estremece la ligereza con que algunos apuntan unas u otras soluciones sin sopesar las consecuencias a medio y largo plazo. Nada bueno nace de los tiempos de guerras, aunque parece que ahora Europa abre sus brazos a recoger a personas que huyen de la muerte. ¿Durará esto mucho tiempo o dependerá del color de ojos y cabellos?

Publicado en el diario HOY el 9 de marzo de 2022

 


 

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