16 abril, 2025

Breve crónica de derechos y humanos

El pasado fin de semana lo pasé en el Palacio de Congresos de Mérida. Cada año la organización de Derechos Humanos en la que participo celebra su Asamblea General Federal y esta vez estuve colaborando como voluntario para que todo saliera bien. Cuando empecé como activista en Amnistía Internacional, hace ya más de 30 años, iba recorriendo la península cada primavera y juntándome con quienes desde pueblos y ciudades dedican su tiempo a preocuparse por los Derechos Humanos en el mundo y por las personas cuyas vidas corren peligro de ser detenidas, encarceladas injustamente o incluso ejecutadas.

Alguna vez alguien me ha preguntado que por qué lo hago y siempre tengo preparada una larga respuesta. Antes de soltarla como una retahíla suelo interrogar en sentido contrario: ¿y tú por qué no? Es entonces cuando me cae el vendaval de explicaciones que van desde lo pusilánime a lo inadmisible: “pues anda que no hay gente necesitada por aquí”, “a esos que quieres salvar del corredor de la muerte en Texas los fusilaba yo ahora mismo” y cosas por el estilo.

Y es que si no nos ocupáramos quienes vivimos lejos y con cierta seguridad, es muy probable que se quedaran desamparadas todas esas personas cuyas vidas se han convertido en un calvario. El domingo pudimos escuchar a Fariba Ehsan, Fundadora de la Asociación Iraní Pro Derechos Humanos, y a Khadiya Amin, una periodista de la televisión afgana y superviviente de maltrato y de un matrimonio forzado. Sus testimonios nos recuerdan que la igualdad de derechos de las mujeres está a años luz de lo imprescindible. Tampoco nos predijeron un futuro idílico Tarah Demant y Daniel Joly, que desde Estados Unidos nos hablaron de cómo frenar los autoritarismos en tiempos de Trump y de quienes quieren emularlo en otros lares, ya sea de forma mimética o de manera disimulada, que nunca se sabe qué es peor.

Y acabamos escuchando la voz del periodista mejicano Alberto Amaro, al que Antonio Gildado entrevistó anteayer en estas mismas páginas y cuya lectura les recomiendo vivamente. Cada pausa medida de Alberto nos recordaba la heroicidad de informar en un mundo en el que tanto los criminales como las policías corruptas son capaces de poner precio a la cabeza de cualquier profesional de la comunicación.

Donde hay poca justicia, es gran peligro decir verdad y tener razón. No recuerdo ni quién ni cuándo pronunció la frase y solo sé que su contenido sigue más vigente que nunca. Alberto está ahora en España gracias a un programa de Amnistía Internacional que nos ha permitido desde hace décadas proteger y dar a conocer las luchas de quienes se jugaban la vida en Colombia, Sudán, Palestina, Guatemala, Cuba o México.

El año que viene iremos a Lugo a reunirnos de nuevo y durante doce meses seguiremos actuando, día a día, para que aquella Declaración Universal de los Derechos Humanos no pierda sentido ni seguidores. Mientras tanto me quedo con las palabras que nuestra compañera Liliana hizo resonar el Palacio de Congresos de Mérida citando a las madres y abuelas de Plaza de Mayo: la única lucha que se pierde, es la que se abandona. 

 

Publicado en el diario HOY el 16 de abril de 2025

 


 

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