La nochevieja que cambiamos pesetas por euros, en aquel lejano 1 de
enero de 2002, nos modificaron el modo de medir el índice de precios al
consumo, el famoso IPC. No fue nada casual, sino que formaba parte de un timo a
gran escala a las personas que trabajaban de un salario. Podrían haber esperado
un año para modificar el sistema de medición y así ver de forma fidedigna si el
cambio de moneda había producido alteraciones sustanciales. Como pueden ustedes
imaginar, aunque no lo recuerden, el nuevo sistema sentenció que no se había
producido una escalada de la carestía de la vida. La realidad es que el precio de un café de 100
pesetas se transformó en 60 céntimos, pero solo durante un tiempo. No tardamos
en ver un redondeo al alza y en menos de un año no había bar en la piel de toro
en el que no te pidieran un euro por cada tacita. Los sueldos de 100000 pts. no
se redondearon automáticamente a 1000 euros y hasta el año 2005 no aparece por
primera vez el término mileurista como
sinónimo de precariedad en las grandes ciudades españolas, porque en
Extremadura ser mileurista era (y
casi es) un chollo. Durante los años que se gestó la crisis que ahora padecemos
hubo unos listos, los que se enriquecían directamente con el precio de los
productos, que nos pegaron un sablazo a los que vivíamos de un salario. Diez
años después siguen jugando con nosotros a un póquer en el que ellos tienen
nuestras cartas marcadas, nosotros no podemos ver las suyas, nos cambian las
reglas en mitad de la partida cada vez que quieren y nos despluman sin piedad.
¿Y si empezamos a plantearnos lo de romper la baraja?
Publicado en la contraportada de EL PERIÓDICO EXTREMADURA el 12 de diciembre de 2011.
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