El
sábado, sobre el escenario en el que se recibían las medallas de Extremadura,
había muchos varones y pocas mujeres. No es una cuestión de este año, es una
rémora histórica y no podemos achacarla a nuestros abuelos y aquellos tiempos.
No. Estas condecoraciones surgieron en 1986 y ya las han recogido, a título
individual, unos 70 caballeros y apenas 18 damas. Una desproporción si se tiene
en cuenta que somos mitad y mitad. Tampoco es un mal que afecte solo a los
gobernantes, porque seguimos ignorando al otro 50% de la población en más
ocasiones de las que imaginamos.
Un
simple estudio del callejero de nuestras ciudades nos haría ver hasta qué punto
esto es así: en Cáceres había hace unos años 850 calles y apenas unas decenas
recordaban a mujeres, de las que casi todas eran santas o variantes de la
llamada virgen María. Ya sé que tampoco vamos a cambiar el callejero, pero cuando
Vicky Peña recogió su premio Ceres a la mejor actriz por su interpretación
de María Moliner, me puse a buscar
si había algún lugar de Extremadura que se hubiera dignado poner el nombre de
esta mujer a una plaza, a un callejón o una simple biblioteca de barrio, como
homenaje a la autora del más útil de los diccionarios en lengua castellana. Y
no, no encontré nada. Como tampoco encontré a otras muchas mujeres brillantes
que siempre acaban en el olvido. Basta ser un torero o un deportista de tres al
cuarto para que los cubran de gloria, pero una científica como Margarita Salas o una escritora
consagrada como Ana María Matute no
logran el merecido homenaje de la sociedad. Alguien me dijo que no es que se
las ignore sino que, simplemente, no las vemos.
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