El domingo me corté mientras fregaba un cuchillo para probar la primera sandía de la temporada. No fue nada grave y con una simple tirita parece que la herida va cicatrizando. Durante unos minutos maldije aquel instrumento, que yo mismo había afilado unos días antes, hasta que me di cuenta de que el objeto no tenía culpa de nada y que habían sido mis prisas o la falta de pericia lo que me había provocado un corte sin importancia.
Una herramienta tan imprescindible en la cocina puede llegar a ser peligrosa para quienes la utilizan sin las debidas precauciones, aunque también sabemos que los cuchillos punzantes se han convertido en armas de crímenes de todo tipo: desde los ficticios, como aquel icónico que plasmara Alfred Hitchcock en su película Psicosis, hasta los que desgraciadamente se utilizan para cometer feminicidios en el hogar, de los que llevamos 44 desde que empezó el año: casi nueve mujeres han muerto cada mes en este país durante 2022, víctimas de una violencia machista que algunos niegan que exista y que ya ha superado en dolor a los peores terrorismos sufridos.
Casi nos parecen pocas las víctimas de cinco meses cuando nos cuentan que en un solo colegio de Texas murieron, y en poco más de una hora, 21 niños a manos de un joven no mucho mayor que ellos. Bajo el impacto de este suceso se reabre en Estados Unidos el debate sobre si es rentable para la seguridad ciudadana de un país que sea más fácil comprar un arma de fuego, que te la llevas a casa con 18 años, que una cerveza para la que hay que tener al menos 21 años.
Me pregunto qué tienen en la cabeza quienes se consideran más seguros facilitando el acceso a las armas de fuego a todo el mundo, sin un examen ni valoración previa que nos indique si esa persona está en sus cabales. El entrenador Steve Kerr se desesperaba por ello en una rueda de prensa, en la que se negó a hablar del partido que acababa de finalizar, y lamentaba que no hubiera ya 50 senadores dispuestos a dejar de venderse al poderoso lobby de fabricantes de pistolas y de apostar decididamente por salvar las vidas de los escolares.
Un día tendremos también que abordar seriamente la salud mental de generaciones enteras de adolescentes que han trivializado tanto la violencia, la han vivido en juegos de una realidad virtualidad tan insuperable, que al menor desequilibrio son capaces de arrancar vidas apretando un simple gatillo. Y deberíamos plantearnos que sí existen objetos que encierran maldades intrínsecas, que fueron creados para acabar fácilmente con las vidas y que el balance de su utilidad para la humanidad es más negativo que positivo.
La sandía del domingo no salió mala, la herida está curada, con un cuchillo se pueden preparar cientos de platos suculentos y habría que inventarlo si no existiera, porque merece la pena a pesar de sus pequeños inconvenientes. Pero las armas de fuego creo que son todo lo contrario, que encierran una genérica maldad intrínseca que, tarde o temprano, puede salir mal, como un tiro por la culata.
Publicado en HOY el 1 de junio de 2022
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