Han pasado ya más de diez días y todavía seguimos impresionados quienes tuvimos la suerte de ver la representación de Una noche sin luna en Extremadura. A todas las personas que conozco y que pudieron asistir en Badajoz, Cáceres o Almendralejo les une el mismo comentario: nunca habían disfrutado ni se habían emocionado tanto en un teatro como lo hicieron con el texto y la interpretación de Juan Diego Botto.
Al día siguiente me acerqué a ver su primera película como director de cine. Un guion de Olga Rodríguez interpretado por Penélope Cruz y Luis Tosar con el título de En los márgenes. Era complicado superar lo sentido la noche anterior, la vida y la muerte de Federico García Lorca contada al oído y mirándote a los ojos, pero poco a poco fueron surgiendo imágenes y escenas en las que no había demasiado artificio de ciencia ficción, quizá porque para contar lo cotidiano sobran los efectos especiales.
Quienes viven en los márgenes conocen de cerca esos dramas que han dejado de estar en las noticias y a los que muchos se habrán podido acercar gracias a esta película. El diccionario define el verbo marginar como poner o dejar a una persona o grupo en condiciones sociales, políticas o legales de inferioridad. La vida nos recuerda que en los márgenes puede acabar cualquiera, especialmente en un mundo donde ni siquiera tener un trabajo te permite superar el umbral de la pobreza, como le pasa al personaje interpretado por Penélope Cruz.
El otro protagonista de la película representa a quienes se dedican a salir en defensa de los más débiles. Alguien que cree que todos tienen derecho a disfrutar de una vivienda digna y adecuada, que confía en que los poderes públicos promoverán las condiciones necesarias y establecerán las normas pertinentes para hacer efectivo ese derecho, regulando la utilización del suelo de acuerdo con el interés general para impedir la especulación. Y es que el personaje de Luis Tosar tiene una complicada tarea para conseguir que un juez vigile el cumplimiento de todo este párrafo, calcado literalmente del artículo 47 de la Constitución Española.
Si difícil lo tiene la justicia para amparar a los desheredados en sus derechos básicos, peor lo tiene para perseguir la especulación, donde los fondos buitres se hicieron con viviendas impagadas durante la crisis a precio de ganga y hoy los escasos sueldos de la gente precaria engordan los bolsillos de rentistas sin escrúpulos. Parece ser que la legislatura se acabará sin una ley de Vivienda que garantice el cumplimiento de ese artículo 47, quizá porque quienes tendrían que aprobar, aplicar y vigilar las normas estén contentos con la situación actual.
¿Se imaginan que un día el oxígeno que respiramos, tan imprescindible como un hogar, pudiera ser tratado, comprado, vendido y especulado como la vivienda? ¿Qué precio pagaríamos por llenar nuestros pulmones de aire? Ese panorama distópico de terror no lo conocemos y yo no lo he visto todavía en las pantallas de cine. Pero con la vivienda esas situaciones las viven 100 familias desahuciadas a diario: gentes que habitan unos márgenes que solo nos muestran películas como las de Juan Diego Botto y Olga Rodríguez.
Publicado en el diario HOY el 19 de octubre de 2022
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