A los que se nos dan mal los números no nos ha quedado más remedio que rodearnos de gente de confianza que nos asesore sobre las grandes cifras. En las escuelas nos enseñaron a manejar las cifras pequeñas o las operaciones básicas, y hace poco escuché a quien proponía que nadie saliera del instituto sin unas nociones elementales para llevar bien las cuentas de su casa, entender a la del banco cuando te explica las complejidades de un crédito o saber cumplimentar la declaración del IRPF.
La política parece estar vestida de letras por todas partes: en la antigüedad la oratoria era fundamental para dedicarse a los asuntos de la res publica y los que hoy trabajan con las leyes se han inventado hasta un lenguaje, al que llaman jurídico, que en ocasiones parece creado para que no les entendamos. Por eso son dignas de admiración las personas capaces de abarcar sabidurías múltiples y de desvelarte las claves que lo explican casi todo.
Una de esas piedras angulares de los saberes cotidianos es aquella que afirma que la política son los presupuestos y casi todo lo demás es relleno o parafernalia. Hoy las noticias nos hablan precisamente de un preacuerdo de presupuestos, que han sido calificados como expansivos y con un marcado acento social. Lo de expansivos me cuesta comprenderlo, porque es un adjetivo que igual se lo aplican a una onda o que sirve para definir a alguien que tiende a manifestar su estado de ánimo o sus pensamientos. Me interesa más lo del marcado acento social, adjetivo que nos hace presuponer que tendrá asignadas mayores cantidades para las personas desfavorecidas y para las necesidades básicas y fundamentales de la población.
Pero todo es un presuponer, que de ahí viene presupuesto, y habrá que ir viendo la letra pequeña del acuerdo y el resultado final tras su trámite parlamentario, porque ya hemos conocido presupuestos aplaudidos que se quedaron en agua de borrajas o tiempos en los que, con la excusa de contener el déficit, se dejaba sin ejecutar hasta lo imprescindible.
Los últimos años no han sido buenos, el presente no es mejor y el futuro se presenta con incógnitas en todos los frentes: una pandemia de la que se acaba de salir y que ha dejado tiritando el sistema público de salud, un presente de guerras que se acercan y que influyen en los precios, un planeta que sufre enfermedades que no queremos ver y una desigualdad en el mundo que nos llevaría a pique si fuéramos un buque mercante.
Hace unas semanas, mientras observaba la cola de buques inmensos acercándose al puerto de Sines, recordé un documental en el que explicaban la importancia de equilibrar las cargas para evitar accidentes catastróficos. Me pregunto si quienes llevan el timón del mundo saben que una mala distribución puede llevarnos a la catástrofe a todos los pasajeros, porque no habrá botes salvavidas hacia el espacio más que para el dueño de Amazon y dos o tres como él. Unos presupuestos con marcado acento social pueden servir para que la crisis no engulla, una vez más, a los más débiles. Gestiónenlo bien, por favor. Nos va la vida en ello.
Publicado en el diario HOY el 5 de octubre de 2022
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