30 noviembre, 2022

Hemerotecas

Cuando estuve en Grecia descubrí que por las mañanas nos decían algo así como calimera, que a mis acompañantes les recordaba a un dibujo animado de nuestra infancia y que conseguí descifrar que escondía un saludo de buenos días.


La etimología ( Del gr. ἡμέρα hēméra 'día' y -teca) me hizo evocar la biblioteca de la avenida de Europa en Badajoz, en cuya planta baja había un lugar llamado hemeroteca en el que podías consultar no solo los periódicos y revistas del día, sino también bucear en lo que había ocurrido el día que naciste o releer lo que se contó y comentó en aquellas fechas históricas que acabaron por reducirse a un guarismo y a la inicial del mes.

 

La digitalización de todos aquellos diarios nos permite a los curiosos de hoy pasar horas consultando reportajes, artículos o editoriales. Reconozco que la lectura aleatoria de las hemerotecas puede convertirse en una adicción a pasar páginas en las que todo te sorprende, desde las esquelas a los anuncios de presentación de damas en sociedad, pasando por la publicidad de edificios con ascensor de subida y bajada o por los acuses de recibo de limosnas a un rincón de los pobres que existía en las redacciones.

Las hemerotecas se han usado como el más fácil recurso para desacreditar a quien dijo digo y ahora dice Diego, para desenmascarar al chaquetero o al veleta, pero también para descubrirnos que aquel que creíamos trasnochado en sus predicciones era en realidad un gran visionario. Imagino que las hemerotecas también deben de ser un tesoro para antropólogos, sociólogas o historiadores de lo más reciente, porque las páginas amarillentas nos ofrecen escenas detalladas de un tiempo y un lugar tal y como lo contaron los testigos presenciales.

Ayer, cuando se inauguraba la sede física de la hemeroteca de este periódico, me preguntaba si dentro de 40 años serían fiables todas las hemerotecas que nos cuenten lo que está pasando ahora. Hace cuatro décadas había que sopesar cada letra que se imprimía en papel para hacerse pública, mientras que hoy recibimos billones de datos que no siempre son noticia, que a menudo no se han contrastado, que muchísimas veces son mentiras prefabricadas y que, con demasiada frecuencia, se reducen a ataques de violencia verbal (o escrita) ante los que es muy difícil protegerse.

 

El pasado viernes, al acabar la manifestación del día contra la violencia de género, se recordaron en voz alta los nombres de las mujeres asesinadas en lo que va de año. Hasta comienzos del siglo XXI no se empezaron a computar estos feminicidios, pero las hemerotecas de papel sí conservan todavía aquellas secciones de sucesos en las que todas las semanas se daba cuenta de varios crímenes que dulcificaban con el adjetivo de pasionales.  Estoy seguro de que una lectura en profundidad de nuestras hemerotecas nos serviría para sacar a la luz la magnitud de un problema que seguimos padeciendo, como es el de la violencia de género, y sobre el que cada vez es más frecuente escuchar voces negacionistas.

 

Sí, tengo la certeza de que las hemerotecas del futuro serán fiables, porque sé que seguirá habiendo profesionales que pongan la verdad por encima de todo en unos tiempos en los que no siempre es fácil.

 

Publicado en el diario HOY el 30 de noviembre de 2022




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