Hace muchísimos años leí un texto de Vázquez Montalbán en el que mostraba su preocupación por unos aplausos. Era diciembre de 1982, el ministro Barrionuevo no llevaba ni diez días en el cargo y tuvo que responder a una pregunta parlamentaria sobre una actuación policial. Mientras alzaba la voz para definirla como “correcta, meritoria y ejemplar”, la bancada de Alianza Popular se ponía en pie y ovacionaba al recién nombrado ministro del PSOE, con más fervor que al mismísimo Fraga o a Martín Villa.
Montalbán, que parecía extrañado por el entusiasmo que la oposición sentía hacia aquel ministro del partido rival, se preguntaba cómo se devuelven unos aplausos si, con el paso del tiempo, se descubre que la actuación fue incorrecta, poco meritoria y nada ejemplar, como así dictaminó un juez en 1985. De aquellas palabras me acuerdo con frecuencia, especialmente cada vez que escucho ovaciones prolongadas. De hecho, me he dado cuenta de que casi siempre evito aplaudir, incluso aunque me esté gustando el discurso que escucho.
Tampoco me gustan las declaraciones de persona non grata. Hace unos meses quisieron que el pleno del Ayuntamiento de Badajoz declarara como tal a una humorista por un chiste de dudosa gracia. Creo que las instituciones deberían tener ocupaciones y preocupaciones más importantes que ir valorando y juzgando todo lo que se diga o haga sobre un escenario, ya sean titiriteros haciendo juegos de palabras o monologuistas intentando arrancar carcajadas. También considero inapropiado que se boicoteen las conferencias que imparten en foros académicos quienes están en nuestras antípodas ideológicas. Hay dos opciones mejores: no ir a escucharlos o preparar una buena y educada respuesta para rebatir sus argumentos.
Me alegra que se haya dejado de declarar non grata a la gente, porque eso solo nos traía recuerdos de tribunales de honor y costumbres decimonónicas. Así que mi esperanza de futuro es que evitemos los vaivenes y dejemos de regalar galardones como si fueran caramelos en una cabalgata del 5 de enero. La misma Universidad Complutense que ayer nombró alumna ilustre a quien preside la Comunidad Autónoma de Madrid, anduvo repartiendo más de un doctorado honoris causa que hubo que retirar, como el concedido a Mario Conde en 1993 y del que fue desposeído en 2016.
No sé si cada título de ilustre debería seguir un proceso tan minucioso como el de las canonizaciones, con su abogado del diablo incluido para evitar que suba a los altares quien tiene un pasado lleno de vergüenzas y actos poco lustrosos. Lo que sí sería interesante es que en el mundo académico (y fuera de él) se premie y se homenajee a quienes investigan, profundizan en el conocimiento y difunden el saber. Y también será mejor que las diferencias y reproches se hagan con razonamientos y no con abucheos.
Aunque ayer nos dijeron que se está frenando, el mundo da muchas vueltas: aquel ministro aplaudido de los 80 y aquel banquero galardonado de los 90 acabaron en la cárcel, los dos. Y Vázquez Montalbán se nos fue en el aeropuerto de Bangkok, sin saber cómo se devuelven los aplausos que repartimos profusamente y sin cautelas.
Publicado en HOY el 25 de enero de 2023.
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