En algunos pueblos se conserva todavía, junto a las plazas en las que se celebraban los mercados, un surco esculpido en la piedra de algún capitel y que indicaba la justa medida de la vara con la que luego habrían de cortarse telas, paños y lienzos. Una vez que el sistema métrico decimal se impuso en buena parte del planeta, ya nada de esto es necesario y hoy te sacan una especie de rayo láser del bolsillo y te calculan todo al milímetro en un santiamén.
Uno no deja de sorprenderse ante la disparidad de criterios que se usan para justificar como “legítimas defensas” aquello por lo que se tiene una mayor simpatía, mientras que se minimizan los sufrimientos y padecimientos de aquellos sobre los que ya se tienen labrados enormes prejuicios y desprecios. Me temo que donde hay poca justicia es gran peligro tener razón y que allí donde se desconoce el significado del adjetivo ecuánime es difícil que emane nada parecido a la justicia.
Las protestas ciudadanas por la participación de un equipo israelí en la Vuelta a España han desatado polémicas de todo tipo. No es la primera vez que el deporte de alta competición se encuentra ante la tesitura de no mirar la realidad y hacer como si lo que ocurre en el mundo es ajeno al deporte. En México 68 vimos a los atletas del black power levantar su puño negro desde el pódium, en 1972 hubo un atentado terrorista a la delegación de Israel en los juegos de Múnich, y en 1976 muchos países africanos no acudieron a Montreal por la presencia de Nueva Zelanda, cuyo equipo de rugby había realizado una gira por la Suráfrica racista que tenía entre rejas a Nelson Mandela.
Ha
habido, sin embargo, otros momentos en los que sí se tomaron medidas para
castigar a deportistas o selecciones de países involucrados en agresiones o
graves violaciones de Derechos Humanos: Yugoslavia fue expulsada de la Eurocopa
de 1992 y Rusia y sus equipos fueron apartados de las competiciones tras su
agresión a Ucrania, una sanción que todavía está vigente. Entonces, ¿por qué
motivo hay un equipo israelí, cuyo dueño es un defensor acérrimo de Netanyahu,
pedaleando como si este fuera un caso diferente?
Me pregunto dónde está la vara de medir para que una invasión deje en fuera de juego a todos los atletas de un país y un genocidio en toda regla, perfectamente descrito e investigado por organismos e instituciones neutrales, participe sin rubor alguno, como si 66.000 muertes palestinas no valieran nada, como si 18.000 niñas y niños fueran culpables de algo, como si 1.600 trabajadores de la sanidad, 320 trabajadores de la UNRWA y 250 periodistas hubieran merecido sus muertes violentas.
La vuelta acabó, ganó el danés Vingegaard y para el año que viene ya están pensando si Israel debe participar en Eurovisión o se debe boicotear el concurso en caso de que permanezca. Pero que no nos despisten con miserables polémicas sobre una prueba ciclista suspendida o un concurso de canciones, porque lo único urgente es parar el genocidio, que no quede impune y que sus responsables sean castigados en su justa medida.
Publicado en el diario HOY el 17 de septiembre de 2025