10 diciembre, 2025

Las profesoras


Hace un par de años escuché por primera vez que los adolescentes varones españoles se sentían acechados por leyes que pretendían garantizar que el cortejo de asedio o el acoso sexual dejara de formar parte de las ancestrales costumbres ibéricas y fueran sustituidas por el consentimiento. En aquel momento me hubiera gustado poder hablar con alguno de esos chavales para que me explicaran en qué consistía ese acecho propugnado por nuevas leyes, qué iban a “perderse” por culpa de normas que establecían que solo una afirmación clara y nítida debía ser válida, pronunciada con la imprescindible y total libertad para tomar decisiones conscientes y nunca bajo los efectos de sustancias, bebedizos o amenazas, ya fueran sutiles o toscas de toda la vida.

 

Estos primeros días de diciembre suelen recordar los medios aquella entrevista a Ana Orantes, en la que se atrevió a contar los cuarenta años de su vida bajo constante violencia y maltrato. A ella solo le sirvió aquel desahogo para vivir trece días más y ser acuchillada por el mismo asesino con el que se había casado y malvivido. En Extremadura, también a primeros de diciembre y casi tres décadas después, ha comenzado una campaña electoral donde el machismo, la violencia de género o las instituciones encargadas de que no se produzcan ni proliferen están saliendo en las pantallas televisivas y en los periódicos. Parece mentira que casi tres décadas después de la muerte de Ana Orantes haya quien frivolice con una violencia claramente definida y que se ha llevado por delante a tantas víctimas como la suma de muchos terrorismos.

 

Leo que fue en la plaza de San Jorge de Cáceres donde el representante del trumpismo patrio abrió su campaña electoral en Extremadura y salió en defensa de determinados chavalitos, arremetiendo contra las docentes con unas palabras que he intentado transcribir al pie de la letra: “…Aparte de muchas de las profesoras que padecen estos muchachos que están por aquí, que en los institutos tienen que estar aguantando…de todo. Porque es que decís cualquier cosa y… ¡machistas!”.

 

Espero que en los próximos días se abandonen los mini vídeos para impactar en redes sociales y se hable y se debata con seriedad de lo que importa a todo el mundo sin excepción: de tener una sanidad pública que cure sin mirar la cuenta corriente del enfermo, de comunicaciones que lleguen a todos los rincones y que sean sostenibles, de reforzar la Universidad pública que tenemos, de dotar a las escuelas e institutos de medios suficientes, instalaciones dignas y ratios manejables para el profesorado, de mejorar los servicios sociales, de conservar el medio ambiente, de apoyar a quienes trabajan la tierra, de cuidar la cultura y a quienes aquí la crean, o de evitar que el artículo 47 de la Constitución se incumpla a diario sin que haya juez ni fiscal que intervenga frente a la especulación.  

 

Pero no olvidemos, como canta Pedro Pastor, a las maestras y profesoras, a las que el neotrumpismo patrio menosprecia y quiere colocar en el punto de mira por cumplir estrictamente con su deber: educar en Derechos Humanos e intentar evitar que cada año se sumen más nombres al de Ana Orantes.


Publicado en el diario HOY el 10 de diciembre de 2025. (Día de los Derechos Humanos).






26 noviembre, 2025

25 de noviembre

Ayer fue uno de esos días teñidos de color violeta en el calendario, diferente al 8 de marzo pero con mucho en común. Todavía habrá quien no sepa por qué cada 25 de noviembre se celebra el día internacional para la eliminación de la violencia hacia las mujeres, ni tampoco conocerán la historia de tres hermanas que vivieron en una isla del Caribe y que fueron asesinadas un 25 de noviembre de 1960.

 

Minerva, Patria y María Teresa Mirabal tuvieron la mala suerte de vivir en la República Dominicana bajo el yugo de Rafael Leónidas Trujillo, uno de los más sangrientos dictadores de América Latina, que sometió a su población a torturas y desapariciones forzadas, dejó miles de víctimas y estableció un régimen de tortura y persecución política con un control absoluto del Estado. Las hermanas Mirabal se habían atrevido a poner en cuestión la injusticia generalizada que vivía todo el país y habían creado una agrupación política llamada 14 de junio, por lo que fueron detenidas, violadas y torturadas. Tras salir de prisión el dictador ordenó su asesinato, fueron secuestradas, ahorcadas y rematadas a tiros, para arrojarlas finalmente por un barranco y simular un accidente de tráfico.

 

En días como estos es necesario sacar a la luz cómo se las juegan las dictaduras, qué barbaridades cometen y qué consecuencias tan graves han tenido para la vida de las personas. Y es imprescindible hacerlo en un tiempo en el que se dulcifican las tiranías del pasado y se llama dictadura, con una ligereza insultante, a gobiernos que podrán cometer muchos errores pero que distan mucho de serlo.

 

Entre los varones más jóvenes se va extendiendo cada vez más una afinidad a ideas xenófobas, de corte neofascista y con un altísimo componente machista. Algunos pretenden justificar este fenómeno debido a que las leyes contra la violencia de género les tienen oprimidos y que se sienten poco menos que desplazados. Así que llevamos unas 1300 mujeres asesinadas desde que empezaron a contarlas, algo que para vergüenza de toda nuestra sociedad no comenzó hasta el siglo XXI, y ahora nos viene una camada negra, como la que filmara Manuel Gutiérrez Aragón en 1977, pidiendo amparo.

 

Me pregunto si hemos aprendido y enseñado la Historia como es debido, si estamos dejando colarse en nuestras pantallas una nueva versión de lo sucedido, unos hechos alternativos que no se parecen en nada a lo que realmente ocurrió y que solo sirven para incubar un huevo de la serpiente como el que dirigiera Ingmar Bergman.

 

Habrá que pisar las calles nuevamente para no olvidar jamás a mujeres como las hermanas Mirabal, las víctimas de aquel 25N del siglo pasado. Habrá que seguir mostrando que somos mayoría quienes creemos en la igualdad y en los Derechos Humanos, habrá que enseñar la Historia con mayúscula antes de que el penúltimo influencer descerebrado convenza a los gallitos del corral con historietas en los que el macho está en peligro de extinción. ¿Serviría de algo que fuera delito la apología del fascismo o la minimización y negación de la violencia machista? Quizá no. Así que tendremos que recordar cada 25 de noviembre: porque el olvido también mata.

 

Publicado en el diario HOY el 26 de noviembre de 2025 

 



 

12 noviembre, 2025

Memorias y desememorias

Creo que fue en 2004 cuando se estrenó la película Roma, la que dirigió Adolfo Aristarain y con José Sacristán, Juan Diego Botto y Susú Percoraro como protagonistas. De ella se me quedó grabada una escena en la que la protagonista afirmaba algo parecido a que los seres queridos, los que se nos van físicamente, permanecen de alguna manera mientras haya quien se acuerde de ellos. No cabe duda de que tener memoria es una virtud que no debiera tener detractores de ningún tipo, de ahí que no se acabe de entender el interés de los más retrógrados en que ya no se hable más de quienes están en las cunetas y sí de quienes ganaron batallas (algunas inexistentes) durante el medievo.

 

Nuestros antepasados también decidieron escribir lo que había ocurrido para que aquellos hechos y personajes destacados pudieran ser rememorados posteriormente: si no fuera por Tucídides quizá no sabríamos casi nada de la guerra del Peloponeso y gracias a Tito Livio nos hacemos una idea de lo que fue Roma desde la fundación de la ciudad. No hay discurso grandilocuente que no acabe mencionando aquella advertencia para los pueblos que ignoran su pasado y que estarán condenados a repetirla. La frase vuelve a estar de moda desde hace ya varios años en Europa y otros lugares del planeta, porque se viene reproduciendo un calco de lo ocurrido en la misma década del siglo XX. Así que no estaría de más desempolvar los libros escritos por historiadoras e historiadores de verdad y repasar todas las tragedias de aquellos años, con sus causas y sus consecuencias.

 

Si creemos que cultivando la desmemoria seremos más felices, estaremos cometiendo un craso error: la desmemoria es una enfermedad silenciosa, de las que comienzan por no causar ningún dolor pero que van minando los cuerpos hasta que ya no hay manera curar. Ojalá no nos encontremos en ese momento aciago de estar incubando, nuevamente, un mal del que conocemos todas sus consecuencias porque están más que documentadas y sobre ellas hay literatura, cine y arte que nos las han plasmado de mil maneras. Si hoy tenemos un importante porcentaje de adolescentes varones que frivolizan con regímenes dictatoriales de corte fascista, quizá no sea solo por una pérdida de memoria sino por no haber llegado nunca a conocer las terribles consecuencias humanas y sociales que trajeron todos aquellos regímenes en los que el racismo, la discriminación y la aniquilación de todas las libertades camparon a sus anchas.

 

En 2004, el mismo año en que se estrenó la Roma de Aristarain, publicó Ángel Campos Pámpano su Semilla en la nieve, con aquellos dos versos que se te quedaban agarrados al alma. Han pasado ya dos décadas desde entonces, nos podrán derogar mil leyes de memoria e incluso declarar la desmemoria como norma de obligado cumplimiento, pero será imposible que la amnesia colectiva se convierta en una nueva pandemia, porque aquel “mientras pueda pensarte, no habrá olvido” se acabará reescribiendo en el viento, se descubrirá la verdad, se hará justicia, se reparará el daño causado y se lograrán garantías para que no se repita nunca jamás.
 






29 octubre, 2025

Riadas y catástrofes

Cruzo el Guadiana casi todos los días y desde hace algún tiempo apenas corre el agua en su tramo urbano de Badajoz. No es la primera vez que vemos así el cauce, porque recuerdo aquella sequía de 1995 en la que se podía atravesar de lado a lado sin mojarse los zapatos ni mancharse de barro. Entonces estuvimos a punto de sufrir restricciones y hasta se barajó un corte del suministro nocturno entre la medianoche y el amanecer, para evitar que se perdiera tanta agua en una red de tuberías que, al menos por entonces, tenía grietas por las que se filtraban muchos metros cúbicos.

Tardó en superarse aquella sequía y mi padre nos dijo que había escuchado en la radio que no solo se acabaría, sino que la misma gente que había participado en tantas rogativas de lluvia acabaría pidiendo al cielo que escampara. Y en la noche del 7 de noviembre de 1997 todo se hizo oscuro, los rayos iluminaban todo y los truenos no tenían fin. Amanecimos sin teléfonos para comunicar a nuestros familiares que estábamos bien, mientras nos enterábamos que más de una veintena de personas habían muerto en Badajoz y en Valverde de Leganés.

En un par de semanas se cumplirán 28 años de aquella tragedia y mañana hará un año de la que se llevó a más de 229 personas en tierras valencianas y en la localidad albaceteña de Letur. Importa poco quiénes vayan a asistir a los actos en recuerdo de la tragedia, que no servirán para aliviar ni un gramo de pena a quienes perdieron a sus seres queridos y vieron llenarse hogares, fábricas, tiendas y escuelas con aguas desbordadas, cañas y barro. 

Imagino que sería muy bueno esclarecer responsabilidades y castigar las negligencias, pero hay cosas más importantes: intentar reconstruir todo lo arrasado por las riadas, a sabiendas de que las vidas perdidas no regresarán y que el trauma perseguirá a los supervivientes durante mucho tiempo. En cualquier caso, todavía hay algo mucho más prioritario: comenzar el lento y largo camino de revertir las causas de todas estas catástrofes que antes llamábamos naturales. Hoy hay ciencia, datos e investigaciones suficientes para afirmar que episodios como los vividos hace un año en Valencia o en Alemania y el centro de Europa hace tres años tienen unos responsables que, como ocurre con algunos premios de lotería, suelen estar muy repartidos. Cada vez que un estúpido con micrófono se ríe del cambio climático y niega su existencia, cada vez que un político iletrado se mofa de los objetivos de desarrollo sostenible (ODS) sin haber logrado realizar una lectura comprensiva de los mismos, se está comprando números para el sorteo de las próximas catástrofes: con más víctimas, con más destrozos y con más sufrimiento.

Ayer comenzaron los trabajos para limpiar el cauce del Guadiana a su paso por Badajoz, que no sé si el adelanto electoral acabará posponiendo. Mientras enfilamos el fin de año gastando tanto papel inútil como se gasta en España en cada comicio electoral, quizá haya llegado el momento de tomarse en serio que evitar las catástrofes del futuro requieren hoy un trabajo imprescindible que solo verán, con mucha suerte, nuestros nietos.

 Publicado en el diario HOY el 29 de octubre de 2025

 




 

15 octubre, 2025

Verdad, justicia, reparación

Escribió Tito Livio que es mejor y más seguro lograr una paz cierta que una victoria esperada. Un consejo muy sensato pero que no les gusta nada a los lobos de Wall Street y de otras calles similares del mundo, esos para los que el triunfo y el éxito se puede y se debe conseguir aplastando a los demás sin ningún miramiento.

 

Bienvenida sea la paz y todas las que se firmen en cualquier rincón del mundo, porque una mañana sin ruido de tanques, aviones a reacción o cañonazos es el mejor deseo que las personas normales queremos para el resto de congéneres que habitan el planeta. Lamentablemente, junto a nosotros también conviven quienes siente pasión por el género bélico, ya sea porque creen que siempre saldrán vencedores y con medallas en el pecho o porque se aprovechan de los pingües dividendos de un sector tan pujante como es el del armamento.

 

Las imágenes de esa puesta en escena de la paz en Oriente Medio que nos retransmitieron el pasado lunes podrán ser un soplo de esperanza para muchas personas, especialmente para quienes no tengan memoria o no sepan casi nada de lo ocurrido en esas tierras en los últimos 80 años. Son muchas las veces que la llamada Comunidad Internacional juró ponerse manos a la obra para pagar esa deuda histórica con la población palestina, que empieza a equipararse con la deuda que muchas naciones tienen en su debe por las numerosas expulsiones, destierros e intentos de genocidio hacia el pueblo judío durante tantos siglos.

 

Sin embargo, no se nos pueden pasar tres palabras por alto a la hora de resolver cualquier grave violación de los Derechos Humanos. La primera de ellas es la verdad: lo ocurrido en Gaza desde octubre de 2023 necesitamos que sea conocido, algo que ha sido imposible por la prohibición de Netanyahu a que la prensa libre e independiente fuera testigo de lo que allí pasaba. La segunda palabra es justicia: los ataques genocidas a la población de Gaza, incluyendo algo tan salvaje como impedir que llegara la más básica de las ayudas humanitarias, no pueden acabar como si tal cosa, porque legitimaría que mañana se utilice esa arma de destrucción masiva que no tiene gatillos ni metralla. Si tras la segunda Guerra Mundial fue imprescindible juzgar en Núremberg a los responsables del holocausto, lo de Gaza necesitará también un proceso en el que se depuren graves delitos de lesa humanidad.

 

La tercera palabra es la reparación. De poco le servirán la verdad y la justicia a la diezmada, famélica y herida población palestina si el Estado de Israel no repone, como mínimo, las condiciones de vida existentes en esa franja hace dos años. Camp David en 1978 o Madrid en 1991 fueron dos de esos ejemplos en los que no se hizo justicia con la población civil palestina. Si Gaza acaba siendo un campo de golf para Trump y no un hogar digno para la población palestina significará que lo de anteayer fue la penúltima puñalada a una gente que no merece ni tanta crueldad de Israel, ni tanto desprecio de tantos dirigentes mundiales, europeos y locales.

Publicado en el diario HOY el 15 de octubre de 2025 


 


05 octubre, 2025

Guillermo

En octubre de 1990 me matriculé en la Escuela Idiomas para profundizar lo que sabía de alguna lengua y empezar con otras. En la clase de primero de francés todo el mundo sabía algo de la lengua de Molière y era el único que empezaba de cero. Me sentaba atrás y de vez en cuando se ponía a mi lado un joven, que a veces venía con chaqueta y corbata, y que colocaba sobre la mesa un aparatito con una pequeña pantalla en la que se leían mensajes

Yo sabía qué era ese aparatito porque mi hermana tenía uno para avisarle de cualquier urgencia para su trabajo de periodista en la televisión. Al año siguiente ya no vino a clase y cuatro años después, tras todo el jaleo de Matías Ramos y la dimisión de Manuel Rojas en el Ayuntamiento de Badajoz, vi una noticia en HOY (un viernes 29 de julio y firmada por Antonio Tinoco) donde se apuntaba que Ibarra había ofrecido ser candidato a la alcaldía de Badajoz a Fernández Vara. 

Fue entonces cuando descubrí que aquel "busca" (así se llamaba el aparatito) no era de un periodista sino de un forense. Cuando era Consejero de Bienestar social nos recibió a las compañeras y compañeros de Amnistía Internacional en Extremadura para hablarle de un programa de Defensores de los Derechos Humanos, aunque había coincido con él un 29 de diciembre de 1997 en el Tribunal Superior de Justicia de Extremadura, donde se juzgaba al entonces diputado de IU José Antonio González Frutos por un delito de insumisión, del que fue absuelto.

Luego fue investido presidente de la Junta, acabamos trabajando en el mismo edificio unos cuantos años y siempre fue una persona amable en el más amplio sentido de la palabra. Mentiría si dijera que mi manera de pensar coincidía siempre con la suya: en muchas cosas mi punto de vista era diferente, pero me remitía a contarlo cada semana o quincena en un periódico y ya está: algunos no fuimos nunca partidarios de refinerías, ni de alargar la vida de las nucleares, ni de hacer normativas a medida por si alguien quería montar un casino en medio de la Siberia extremeña, ni muchas cosas más que ahora no consigo enumerar. Pero tenía un talante diferente al de su antecesor y, probablemente, al de muchos de sus sucesores. Siempre fue de los de dialogar y tender la mano, del respeto en las formas, de rehuir de los zascas y polémicas desabridas como las que tanto se llevan hoy en día.

Aprobé primero de francés,  segundo de francés con mi admirado Jesús (había sido el director de mi instituto en COU) y ya no pude terminar 3º con Lola, otra magnífica profesora. Como en la canción de Aute "volví a llegar tarde a la clase de francés" y tardé en saber quién era aquel Guillermo, a qué se dedicaba y por qué tenía un busca sobre el pupitre. Me reafirmo en mi columna de la semana pasada: la política necesita de gente buena y Guillermo, con sus ideas, lo fue.

01 octubre, 2025

Woke, posverdades y malismo absoluto


  El diccionario inglés de Oxford fue noticia en 2017 tras incluir dos nuevos términos políticos en su actualización anual: woke, un vocablo que podríamos traducir literalmente como despierto y que había ido ampliando sus significados durante el siglo XX para aplicarse también a quienes sí son conscientes de todo aquello que les rodea o intentan informarse bien de lo que ocurre en el mundo que habitan.

 

  El otro término admitido en el famoso diccionario británico, y que llegaba con el título de palabra del año 2016 en Estados Unidos, era la tan nombrada posverdad, esa que nuestros académicos hispanos ya han definido como una distorsión deliberada de la realidad que manipula creencias y emociones con el fin de influir en la opinión pública y en actitudes sociales.

 

     En más de una ocasión ha ocurrido que una palabra pasara con el tiempo a significar casi lo contrario, como le ocurrió al adjetivo “enervante”: comenzó como sinónimo de agotador, extenuante y hoy solo lo entendemos como aquello que nos saca de quicio. Pero para giro inesperado de guion y número estelar de los prestidigitadores de las palabras es lo que han conseguido quienes han tildado despectivamente como “ideología woke” a quienes propugnen equidad racial y social, a quienes defiendan la multiculturalidad, el activismo ecológico, el feminismo o incluso algo tan sensato como el uso de vacunas.

 

     En un tiempo en el que a las mentiras las llaman “hechos alternativos” y en el que tiene más seguidores el que lanza el insulto más soez y no tiene compasión alguna, quizá haya llegado el tiempo de despertar y de acabar con el absolutismo del mal y el imperio de la fuerza bruta frente a cualquier solución reflexionada y cabal. ¿Y si fuera la hora de anteponer la bondad a todo ese arsenal de adjetivos que disparan odio en redes sociales y que nos están llevando a un abismo de enfrentamientos sin finales felices?

 

     Despertemos pues para preocuparnos por el bienestar de las personas sin importarnos razas, orígenes, creencias o situación socioeconómica. Despertemos también para mostrar compasión y empatía por otros seres humanos. Despertemos para cuidar el planeta y nuestro entorno con el mismo esmero que hacemos con la casa donde habitamos.

 

     Pero necesitaremos algo más que estar despiertos: habrá que cuidarse de quienes cada comentario que vierten es un virus generador de odio al diferente, de desconfianza ante la que viene de fuera y de miedo al que tiene valores inclusivos. Habrá que desterrar la mentira, desenmascarar a quienes anteponen la superchería a la ciencia, a quienes creen ser un pueblo elegido por divinidades, a quienes tienen una vara de medir bien distinta para sí mismos y para los demás.

 

     Algunos hemos dejado de leer los comentarios a las noticias en redes sociales. No hay titular llamativo que no tenga al minuto medio centenar de comentarios cargados de machismo, racismo, xenofobia, aporofobia o apología del nazismo y esperpentos similares. Ante tanto malismo y tanta posverdad me quedo con la frase de Jane Fonda: “Woke significa que te preocupas de otros seres humanos”. No es difícil, basta con ser persona.

 

Publicado en HOY el 1 de octubre de 2025

 


 

Las profesoras

Hace un par de años escuché por primera vez que los adolescentes varones españoles se sentían acechados por leyes que pretendían garantizar ...