El primer día de septiembre de 2004 escribía una de mis primeras columnas en EL PERIÓDICO EXTREMADURA y el 6 de abril de este año lo recordaba en otra columna de la contraportada. Hablaba de Pekín, esa ciudad que pasó a llamarse Beijing sin enterarnos casi por qué.
Me refería entonces a la decisión que se había tomado en julio de 2001 para llevar los juegos olímpicos a la capital china y a las promesas de respeto a los Derechos Humanos que hacían los gobernantes del país más poblado de la tierra. Hubo quien pensó que los juegos servirían para acelerar los cambios y acabar con el millar de ejecuciones que cada año ponen en práctica los mandatarios asiáticos, pero han pasado siete años desde la elección de la sede olímpica de 2008, la antorcha va camino del estadio y la situación de derechos y libertades no ha mejorado nada. Y es que China es un mundo demasiado complicado: cuando Deng Xiao Ping dijo aquello de gato blanco o gato negro lo importante es que cace ratones, estaba haciendo una loa del fin de las ideologías y poniendo los pilares de un régimen que conjugaba todos los males políticos conocidos: por un lado la despiadada crueldad del más atroz de los capitalismos y, por otro lado, la falta de libertades y represión generalizada típica del estalinismo. Conseguir el respeto de los Derechos Humanos en China no se iba a lograr boicoteando los juegos, pero tampoco se puede actuar como si nada estuviera ocurriendo. Los problemas de China son los problemas de uno de cada cuatro seres humanos y merecerían algo más que buenas intenciones, porque es imperdonable que nos pasemos el verano viendo los éxitos deportivos y organizativos de un gobierno que no hace más que sembrar injusticia.
Pero podemos hacer algo, aunque parezca insignificante
Me refería entonces a la decisión que se había tomado en julio de 2001 para llevar los juegos olímpicos a la capital china y a las promesas de respeto a los Derechos Humanos que hacían los gobernantes del país más poblado de la tierra. Hubo quien pensó que los juegos servirían para acelerar los cambios y acabar con el millar de ejecuciones que cada año ponen en práctica los mandatarios asiáticos, pero han pasado siete años desde la elección de la sede olímpica de 2008, la antorcha va camino del estadio y la situación de derechos y libertades no ha mejorado nada. Y es que China es un mundo demasiado complicado: cuando Deng Xiao Ping dijo aquello de gato blanco o gato negro lo importante es que cace ratones, estaba haciendo una loa del fin de las ideologías y poniendo los pilares de un régimen que conjugaba todos los males políticos conocidos: por un lado la despiadada crueldad del más atroz de los capitalismos y, por otro lado, la falta de libertades y represión generalizada típica del estalinismo. Conseguir el respeto de los Derechos Humanos en China no se iba a lograr boicoteando los juegos, pero tampoco se puede actuar como si nada estuviera ocurriendo. Los problemas de China son los problemas de uno de cada cuatro seres humanos y merecerían algo más que buenas intenciones, porque es imperdonable que nos pasemos el verano viendo los éxitos deportivos y organizativos de un gobierno que no hace más que sembrar injusticia.
Pero podemos hacer algo, aunque parezca insignificante
2 comentarios:
¡Hola Javier! mucho contenido, manifiesto por otros compañeros que han usado su palabra para transmitirinos al resto la realidad que está afectando a China, creo que ya va siendo hora de salir de nuestro cascarón, de dejr de afanarnos por nosotros mismos, que mirando a nuestro alrededor siempre hay países mucho peor que nosotros, como siempre digo, se recibe mas dando que recogiendo, del vídeo me quedo con los siguientes puntos:
1- Concienciación, ya!.
2- Es difícil no imposible.
3- Desarrollo humano.
4- defensa de los derechos humanos.
5- Libertad de expresión.
6- Con los derechos humanos no se juega.
Un abrazo en esta tarde.
Y a que se juega en Europa... es hora de que nos vayamos preguntando... no?
Saludos!
Gustablog
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